ra el otoño de 2001 en la colonia Isidro Fabela de la Ciudad de México cuando el boletín Alas nació formalmente, aunque sus raíces venían de más atrás. Ese 2 de octubre, Rocío Martín, Ignacio Cuevas y José Guadalupe Sánchez crearon lo que después fue nombrado como el Colectivo Alas, con miras a fortalecer una herramienta informativa y de análisis para la libertad religiosa.
El boletín ya traía el nombre de antemano. Se lo debemos a Nacho, quien venía realizando este minucioso hábito por cuenta propia, en gran medida heredado de su tiempo en Cencos en los 90 y de su cercanía con José Álvarez Icaza, adalid de las efemérides. En la revista Cencos-Iglesias, en ese entonces se incluía un panorama internacional de la situación eclesial, en su relación con lo social y lo político. Identidad que inevitablemente heredó el boletín Alas.
Pensado desde el principio como un proyecto colectivo, Alas fue convirtiéndose en un insumo apreciado, lo mismo por investigadores e investigadoras del fenómeno religioso, que por periodistas, líderes de opinión e incontables comunidades religiosas y eclesiales de México y América Latina, en su permanente tarea de discernir los signos de los tiempos.
Su edición y difusión empezó a multiplicarse y consolidarse a lo largo de los años, gracias a la participación generosa y especializada de tantas personas, cuyos nombres han quedado siempre ligados a cada número publicado, y no es ocioso mencionarlos. Con el riesgo insalvable de olvidar alguno, sobresalen, además de sus fundadores, Pilar Puertas, Norma Moreno, Mariana Gómez, Alejandro Castillo, Ricardo Gallego, Marisa Noriega, Iván Merino y Patricia Santiago.
Alas fue siempre algo más que un proyecto editorial. Ha estado ligado a convicciones históricas de sectores eclesiales progresistas y a la preocupación por la defensa de los derechos humanos de grupos vulnerables. Su punto de partida fue siempre que mientras más se conozca el fenómeno religioso, más podremos avanzar hacia un ambiente de mayor libertad religiosa, armonía y justicia social.
En un ambiente cultural marcado por el catolicismo y el patriarcalismo, Alas se esforzó siempre por tener una perspectiva ecuménica y de género, a sabiendas de que la construcción de un mundo mejor requiere de la suma de esfuerzos, no de la exclusión de los diferentes.
Heredera también de la teología de la liberación, la publicación priorizó siempre las voces de los sectores eclesiales y sociales empobrecidos, no sólo para detonar o multiplicar la solidaridad, sino también para mostrarlos como sujetos comprometidos con su propia liberación.
Quien ha tenido la oportunidad de consultar el boletín Alas y seguirle la pista semana a semana, no sólo encuentra en él la garantía de estar al día sobre lo más relevante del acontecer sociorreligioso de México y el mundo, sino también análisis críticos y variados de dicho devenir, así como coberturas de los acontecimientos eclesiales más sobresalientes de la esfera nacional e internacional.
Todo ello en un contexto histórico en el que los límites entre lo religioso y lo sociopolítico han sido siempre complejos, en detrimento de minorías específicas, cuyos derechos, incluso salvaguardados por nuestras leyes y nuestra Carta Magna, son reiteradamente vulnerados, poniendo en entredicho la laicidad del Estado.
Ante el ascenso reciente de los fundamentalismos religiosos y políticos en el continente, el boletín Alas-OE cobra especial relevancia. En 2013, disuelto ya el Colectivo Alas por azares del destino, el Observatorio Eclesial (OE) acogió el proyecto del boletín en una nueva y última etapa, en la que, gracias al liderazgo de Gabriela Juárez, secretaria ejecutiva del OE, logró adquirir mayor sistematicidad, periodicidad, y, por supuesto, profesionalización, llegando a publicarse 391 números, recientemente con el nombre de Boletín Alas-OE.
Nos sorprendió que esta semana se haya difundido su último número, con la noticia de que se suspende su realización hasta nuevo aviso.
Pensamos, sin embargo, que en esta pausa obligada por las actuales circunstancias de incertidumbre económica, no sólo es loable reconocer el esfuerzo de muchas y muchos que lo hicieron posible, sino también esperar que haya sido valioso para quienes lo recibieron en estos 20 años de su publicación, y pueda ser considerado como una experiencia pedagógica que invita a que, en cada comunidad religiosa o eclesial, en cada círculo de investigación o acción social, siga reproduciéndose este esfuerzo de discernir la realidad, para seguir construyendo una sociedad plural y respetuosa de la inocultable diversidad religiosa.
Es necesario llamar también a la solidaridad económica, para que un proyecto como éste siga vivo y se fortalezca. Quienes quieran aportar su ayuda pueden escribir al correo [email protected], con la certeza de que toda aportación será destinada a los objetivos de este proyecto.
Agradezco a José Guadalupe Sánchez Suárez su colaboración para escribir este artículo.