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Adiós al maestro

Creó el diseño original de La Jornada

Fue gran impulsor de empresas culturales
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▲ Para Gabriel García Márquez se distinguía por su austeridad monástica y por sus pocas, pero contundentes palabras. Aquí, con el autor de Cien años de soledad, en la inauguración en la CDMX de una de las obras de Rojo en 1996.Foto Guillermo Sologuren
 
Periódico La Jornada
Viernes 19 de marzo de 2021, p. 3

El artista Vicente Rojo conoció a Gabriel García Márquez en el México mítico de los años 60, como lo llamó el Nobel de Literatura 1982. Coincidieron en la constelación cultural mexicana junto a su amigos Fernando Benítez, Carlos Monsiváis y José Emilio Pacheco, entre otros.

El autor de Cien años de soledad sostuvo que Vicente se distinguía del resto de la pandilla por una austeridad monástica, por sus pocas palabras contundentes, por un inconformismo raro que no tenía sosiego, y una claustrofobia tan descarada que a veces se le notaba a la intemperie, según un texto publicado en la página del Instituto Cervantes.

A través de la apariencia huraña del pintor, consignó el narrador, se vislumbraba a veces una gota de humor ácido que no parecía suyo. Su radicalismo político, tan severo consigo mismo, se humanizaba ante ciertas debilidades ajenas. Por Navidades y fiestas de guardar dibujaba y regalaba a sus amigos unos dibujos de gatos socarrones que parecían pensados para disipar cualquier sospecha de que fueran pintados por un hombre serio. Vicente Rojo sostenía que para él la eternidad era haber estado acompañado por tantísimos amigos, quienes lo protegieron, ayudaron y quisieron en los 72 años que vivió en México, en una entrevista dada recientemente a la Secretaría de Hacienda y Crédito Público.

El reconocido periodista cultural y escritor Fernando Benítez destacaba que siempre que emprendía una tarea que juzgaba importante recurro a Vicente Rojo, por ejemplo, cuando en 1980 realizaba el trabajo monumental de escribir y de reunir por todo el mundo ilustraciones referentes a la historia de la Ciudad de México, refiere el Instituto Cervantes.

El escultor supo separar el texto ilustrado en las imágenes, darle unidad y belleza, y sin rubor puedo decir que ninguna ciudad posee una historia de esa magnitud, de ese orden y con ese número de ilustraciones. El libro es tan mío como de Vicente.

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▲ El cometa Vicente Rojo El miércoles 17 de marzo de 2021, dos días después de cumplir 89 años, falleció en su amada Ciudad de México nuestro muy querido Vicente Rojo. Deja como un gran cometa su cauda de luz, amor, humor y cultura que han enriquecido nuestras vidas durante varias décadas. Su trayectoria y aporte como ser humano, artista plástico, diseñador y editor representan un enorme legado para la cultura de nuestro país. Pareciera que la luz de este gran cometa nos ha dejado, pero cuando uno gira la cabeza encuentra que esa luz se ha quedado con nosotros y que nos seguirá acompañando el resto de nuestras vidas. Descansa en paz querido amigo, tú te lo has ganado. Abrazos grandes para Bárbara, Vicente, Vanessa y sus amados nietos. El cuadro que acompaña este texto es el primero de una nueva serie en la que trabajaba, titulada Jardín a vista de vuelo de pájaro, terminado un par de días antes de su partida.Foto Imagen Galería López Quiroga

En el suplemento La cultura en México, coincidieron Pacheco, Monsiváis, Benítez y Rojo, a quien el autor de El agua envenenada amó como a un hijo, relató la escritora y periodista Elena Poniatowska. De no ser por la simpatía, la espontaneidad, la inteligencia y las ocurrencias de Benítez, los tres jóvenes habrían echado a correr.

El cronista Carlos Monsiváis hizo énfasis en el impulso de Vicente Rojo a las empresas culturales. “En mi primer trato con él, en 1958, lo recuerdo discreto, muy informado, resolviendo con extrema rapidez los problemas de integración de la página, marcando y separando ilustraciones, afanoso en el despachito que ocupaba México en la cultura en Balderas.

En estos años de novedad y energías inaugurales, Rojo aporta la convicción de la dignidad del quehacer cultural, que requiere de presentaciones por lo menos decorosas, y del rechazo al amateurismo y su séquito de improvisaciones.

El narrador y poeta José Emilio Pacheco, ganador del Premio Cervantes 2009, recordaba que le debe su actividad como periodista literario a Vicente Rojo. “Un año de secretario de ‘México en la cultura’, diez como jefe de redacción de ‘La cultura en México’, transformaron para mí al señor Rojo y al señor Benítez en Vicente y Fernando, mis mejores amigos, invariablemente generosos”.

Destacó que democráticamente aplicada al libro, la revista, el cartel, el folleto y aun la invitación, la maestría del pintor Vicente Rojo ha cambiado nuestras relaciones con las artes gráficas y aun nuestra manera de mirar.