ingún escritor pobre, pero tampoco ningún escritor rico, se ha sentido tan intempestivamente rico como Jaime Labastida.
Aunque un grupo de escritores e intelectuales han cuestionado públicamente el origen de su botín personal
–la friolera de 7 millones de dólares–, la mala fama no parece hacerle mella. Ni ahora ni hace tiempo: lo ha acompañado durante 45 años y no ha sido obstáculo para disertar en la academia o acudir a conciertos, restaurantes y campos de golf, afición que practica hasta en su oficina.
Y vaya que su conducta no ha sido criticada por cualquiera. Cuando el golpe a Excélsior, que obligó a Octavio Paz y a su equipo a abandonar la revista Plural, Labastida se convirtió en el sustituto ideal. Él ha dicho que vivió tiempos tempestuosos al dirigir esa publicación… pero permaneció en el cargo 20 años.
Aunque la revista conservaba el nombre ideado por Paz, lo que hizo Labastida, a decir del poeta, fue una caricatura
de la publicación original. Allí se publicaba una zarrapastrosa literatura, en el fondo oficialesca, aunque maquillada de literatura combatiente
. También se convirtió en el foro de los malquerientes de Paz.
En una entrevista, Labastida se quejó de que la “segunda época de Plural”, la que él dirigió, se ha intentado borrar
. Nada más falso. Su inexistencia se debe, me parece, a su pobre propuesta editorial. Si en 20 años no logró posicionar la publicación como lo hizo Octavio Paz con 55 números poco puede decir.
En julio de 2019, Jaime Labastida decía en una entrevista con Notimex que la cultura estaba siendo atacada por todos los frentes
. Enfrentábamos una situación muy difícil porque la cultura no se puede sostener por sí sola, es una inversión que debe hacerse por ella y en ella misma; no hay manera de que paguen a los autores lo mismo que se le paga a un boxeador o un futbolista
.
Hoy, para paliar quizá esa precariedad, Labastida se ha convertido nuevamente en un punto de desencuentro en el medio cultural. Ya no se le señala por haber hecho de la propuesta original de Plural una caricatura.
Ahora, un grupo de escritores e intelectuales lo acusan de haberse apoderado de las acciones del Arnaldo Orfila Reynal, el célebre editor que fundó la editorial Siglo XXI, y haberlas vendido.
Elena Poniatowska, Pablo González Casanova, Fernando Canales, Iván Restrepo, Gustavo Esteva, Eugenia Guerta, Claudia Boddek Stavenhagen, Manuel Peimbert, Jussara Teixeira, Néstor Braunstein, Tatiana Coll y Atlántida Coll publicaron un desplegado contra el negocio que se ha montado
para que Labastida, actual director de Siglo XXI, venda 58 por ciento de las acciones de esa editorial, que representan 7 millones de dólares, a la empresa Merkcent Consulting and Funding SA de CV
.
Lo curioso es que esa empresa que adquirió las acciones se dedica a la capacitación de personal y a la gestión empresarial, jurídica y financiera, pero sin ninguna experiencia editorial
.
Orfila Reynal y su mujer, Laurette Séjourné, dejaron una carta testamento sin notariar porque no sintieron que fuese necesario, pues no tenían propiedad alguna y asumían que estaban entre gente honesta y amiga. Establecieron que dejaban a sus cercanos: Sergio Bagú, Rosa Cendreros, Alejandro López y Esperanza Rascón, Hugo y Mabel Galetti y Guadalupe Ortiz, 20 por ciento para cada uno
.
Pero al llevarle el testamento a Labastida, que ya era director de la editorial, negó toda validez, por no haberse cubierto las formalidades notariales
.
Muchas veces la historia juega con las buenas causas. Medio siglo después de haberse creado un proyecto cultural colectivo terminó convertido en el proyecto personal de un personaje más cercano a la política que a la literatura.
El 19 de marzo se reunirá el consejo de administración de la Siglo XXI Editores. Veremos qué ocurre. Por lo pronto, el sueño de ganar el Premio Cervantes de literatura, como había hecho público Jaime Labastida, se le cumplió en parte. No por el reconocimiento de su obra, pero 7 millones de dólares por la venta de las acciones en su poder casi equivalen al monto de ese premio multiplicado por dos.