Ante la desaparición de los fideicomisos de los Centros Públicos de Investigación (CPI) del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) y la cancelación del pago de cuotas a organizaciones científicas internacionales para afiliar a sociedades académicas mexicanas, más que reducir el debate a un sí o no a los fideicomisos o las cuotas, es necesario abrir una reflexión general sobre lo que implica el quehacer científico y cómo queremos fortalecerlo.

Afirmó lo anterior Miguel Olmos Aguilera, coordinador de Relaciones y Vinculación de la Fede­ración Nacional de Sindicatos del Sector de Ciencia y Tecnología, quien destacó que se hizo tradición que el Conacyt pagara muchas de estas membresías a organismos internacionales, acuerdos que ahora se deben revisar para determinar cuáles son o no esenciales.

En entrevista con La Jornada, señaló que no podemos soslayar que enfrentamos una crisis producto de una pandemia y que, en general, se enfrentará una austeridad presupuestal.

Félix Acosta, investigador del Colegio de la Frontera Norte (Colef), consideró que el pago de cuotas de afiliación a sociedades académicas por parte del Conacyt es un exceso, por lo que no creo que tenga un impacto mayor que deje de hacerlo, pues permitía a estas sociedades acudir a congresos y actividades internacionales, beneficios que, como agremiados, deberían asumir con el pago de sus propias cuotas.

Ante las diversas posturas por la cancelación del pago de membresías a organizaciones científicas internacionales, La Jornada solicitó al Conacyt su postura al respecto, sin que hasta el cierre de esta edición se tuviera respuesta.

En tanto, Olmos Aguilera, también secretario general del Sindicato de Investigadores y Profesores de El Colegio de la Frontera Norte, destacó que se debe hacer una revisión a fondo de los temas realmente centrales para la ciencia y la investigación.

Entre ellos, dijo, los apoyos que se destinarán al sector, las condiciones laborales de los investigadores y profesores, así como la participación de los consorcios y el capital privado para impulsar la ciencia en México.

Son temas, agregó, que se deberán incluir en la nueva Ley de Ciencia y Tecnología que está por aprobarse en el Congreso y hay que hacer una revisión de todo esto, porque es uno de los caminos importantes para reactivar el quehacer científico.

Destacó que la desaparición de los fideicomisos no nos pega de la misma forma a todos los CPI, pues de los 26 centros, sólo 3 o 4, entre ellos el Colef, tenían fondos más altos, como el Centro de Investigación y Docencia Económica (332.9 millones) que era el más cuantioso. Lo que se requiere es una operación quirúrgica precisa donde se auditen los fideicomisos que presenten problemas, porque en la mayoría de los centros contaban con muchos menos recursos.

Acosta consideró que la desaparición de los fideicomisos no pone en riesgo la investigación científica, porque eran muy pocos los centros que tenían fondos relevantes, y se aplicaban, por lo general, de forma discrecional, sin consultar a las comunidades académicas. Creo que se han dicho muchas medias verdades, porque muchos de estos recursos llegaron a funcionar como cajas chicas de algunos directores de los CPI, aseguró.