Ayer, a la edad de 74 años, falleció en la Ciudad de México el periodista, editor y escritor Horacio Rodríguez DellArcipreste, quien trabajaba en la coordinación del portal en internet y editorialista de La Jornada.

Nació el 25 de julio de 1946 en Coronel Dorrego, provincia de Buenos Aires, en la zona conocida como La Pampa, en Argentina.

En agosto de 1976 llegó a México, donde radicaba desde entonces. Hijo único de un matrimonio campesino, realizó sus primeros estudios en Bahía Blanca, una de las ciudades más importantes del país sudamericano.

De acuerdo con el periodista argentino Óscar González, uno de sus amigos más antiguos, ya adolescente se trasladó a Buenos Aires, donde se empleó en la Editorial Abril –propiedad de una familia judía italiana antifacista–, muy popular en esa época, en la que él y quien fue su esposa, Elsa Nacarella, se desempeñaron como delegados sindicales.

Hasta el golpe militar de 1976, desde esa posición participó en todas las luchas de los trabajadores de la prensa en Buenos Aires, en los años 70. Por ese tiempo lo conoció Óscar González.

Junto con otros colegas, participó en la creación de la Asociación de Periodistas de Buenos Aires, de cuyo comité ejecutivo formaron parte. Desde antes del golpe de Estado –rememora Óscar González– fuimos desplazados a una especie de semiclandestinidad, sin el respaldo del gobierno, seguíamos representando los intereses de los trabajadores de la prensa de Buenos Aires.

Con los primeros embates de la dictadura y desapariciones de periodistas argentinos, varios emigramos a Venezuela, Francia, España y algunos a México.

En agosto de 1976, meses después del golpe –perpetrado en marzo–, Horacio Rodríguez y Elsa Nacarella arribaron e México, donde se sumaron a un grupo numeroso de periodistas argentinos, casi 60, varios de los cuales formaban parte de la plantilla del naciente unomásuno, aunque él no trabajó en ese diario.

Por esos años lo conoció la reportera de La Jornada Blanche Petrich: “Óscar González me integró a su banda de amigos más íntimos, que formaban una familia: El Cabezón, Luz Casal, Elsita Nacarella, Antonio Marimón, El Cacho Constantini… Maravillosas noches de pan, con queso, vino y tango”.

González lo describe como un editor y redactor muy calificado, le gustaba la literatura estadunidense y era amante fervoroso del jazz.

De personalidad reservada, Rodríguez era dueño de un sentido del humor irónico y corrosivo; hombre culto, polemista irreductible: “Se desempeñó –recuerda Óscar González– en múltiples actividades en distintas empresas periodísticas”. En esas andanzas, ambos tuvieron amistad con el periodista mexicano Jaime Avilés, ya fallecido: Ambos sostenían verdaderos debates políticos y literarios sobre diversos temas.

El escultor Alfredo López Casanova, miembro del colectivo Huella de la Memoria, fue otro de sus amigos más cercanos. Los presentó Jaime Avilés: “Teníamos una relación frecuente, muy cotidiana, al principio me pareció muy serio, muy reservado, pero en la medida en que nos fuimos conociendo cambió mi primera impresión: Era un hombre irónico, sagaz, inteligente: nos veíamos en la cantina La Covadonga o en el café La Habana; intercambiábamos libros, leía muchísimo porque padecía insomnio.

En meses recientes estaba muy preocupado por las expresiones de la ultraderecha mexicana, como Frena.

Desde Buenos Aires, donde ahora radica, Óscar González informa que la muerte de Horacio Rodríguez causó gran consternación entre los periodistas que lo conocieron en México: “Él en ningún momento tuvo la voluntad de regresar a Argentina, a diferencia de muchos periodistas que lo hicimos inmediatamente o poco después de la vuelta a la democracia.

La última vez que estuvo en Buenos Aires fue en octubre de 2018. Este año lo vi en México y hablé largamente con él un día antes de su fallecimiento.

Los servicios funerarios se llevarán a cabo de manera privada.