racias a las políticas de población, en este país ya no experimentamos una tasa de crecimiento acelerado, desde 2000 crecemos despacio, este año a una tasa de 1.1 por ciento anual. Lo que sí es un problema es que las adolescentes estén cuidando hijos en la segunda década de su existencia. Una etapa en que tendrían que estar estudiando, preparándose para alcanzar niveles más altos de escolaridad, para crecer con todas sus potencialidades, acceder a mejores condiciones laborales y alcanzar sus sueños e ideales de vida.
En mi colaboración anterior, señalé que se estiman 2 millones 151 mil 358 de nacimientos en este año, de los cuales las adolescentes contribuirán con 373 mil 661 hijos, más de mil cada día, tasa que está descendiendo, aunque de forma muy lenta. A esta cifra se suman 9 mil 876, de niñas madres menores de 14 años. Gran parte de estos embarazos suceden en adolescentes con un menor horizonte educativo, mujeres que no aspiran a llegar al nivel de educación media superior porque son parte de familias que han estado excluidas y que no pretenden ir más allá de la secundaria. Entre las que siguen estudiando el bachillerato, 16.3 por ciento abandona la escuela porque se une a alguien, se casa o se embaraza; entre los hombres, sólo 2.8 por ciento deserta por estas razones. Se deja de estudiar también ante la imposibilidad de pagar los gastos escolares, por necesidad de trabajar para ayudar a los gastos del hogar; 2.5 por ciento de ellas lo hicieron porque tenían que cuidar a alguien o dedicarse a los quehaceres del hogar, razón que es de 1.2 por ciento de los adolescentes masculinos. En el nivel de educación superior, la desigualdad se pronuncia más entre quienes tuvieron hijos antes de los 19 años. Sólo 6.7 por ciento de las madres adolescentes acceden a la formación profesional, cifra que alcanza 22.2 por ciento entre quienes se abstuvieron de tener hijos en esta etapa. La menor escolaridad y la privación de capacidades lleva a un menoscabo de las oportunidades de empleo y de remuneración, existe una brecha salarial de 40 por ciento entre las madres adolescentes y aquellas que tuvieron hijos en la edad adulta.
La asimetría de poder y las desigualdades de género se expresan en las prácticas sexuales y en las pautas reproductivas, sólo 4.3 por ciento del total de las de mujeres unidas deciden cuándo tener relaciones sexuales; si se recurre a métodos anticonceptivos, en más de 90 por ciento de los casos la decisión es del lado de los hombres. Entre las adolescentes, los indicadores de asimetría de poder se pueden relacionar con la edad de su pareja, en una encuesta retrospectiva realizada a féminas de 20 a 24 años, 67 por ciento reporta que su primera relación sexual fue con otro adolescente de 12 a 19 años, en lo que podríamos comprender como una relación horizontal; pero en 19.5 por ciento de los casos esa primera experiencia fue con un hombre 10 años mayor, y en 12.5 por ciento la pareja fue 20 años más grande. Otro factor que ha recibido poca atención en el país es el consumo de alcohol y diversas drogas o sustancias adictivas en las prácticas sexuales; puede haber una pérdida de percepción de riesgo que lleve a tener relaciones sexuales sin protección contra embarazo o infecciones de transmisión sexual. Del total de mujeres adolescentes de 10 a 19 años que consumieron bebidas alcohólicas y han tenido relaciones sexuales en los pasados tres meses, 25.4 por ciento no usó métodos anticonceptivos en su relación más reciente, 21.1 por ciento de los hombres de 15 a 19 años. El abuso y la violencia sexual es una práctica que cada vez cobra mayor visibilidad y que se relaciona con embarazos. Existe poca información, pero 9 por ciento de las mexicanas ha declarado haber sufrido violencia sexual en su infancia.
En el caso de las niñas menores de 14 años, el abuso y la violencia sexual tiene mayor presencia. El contexto en que éstas tuvieron su primera relación sexual antes de los 14 años de edad, 14.7 por ciento reporta que la primera experiencia se dio por convencimiento, coerción o violación y 13.1 por ciento lo hizo al casarse. Entre las niñas ya embarazadas, el progenitor era un adolescente de 15 a 19 años en 40 por ciento de los casos, pero en 22.7 por ciento la embarazó un adulto de 20 a 24 años; en 4.9 por ciento, uno de 25 a 29 años, hay casos de progenitores mayores de 30 años (3.5 por ciento). El matrimonio de niñas, niños y adolescentes es una práctica enraizada en la cultura patriarcal que está prohibida en el país, sin embargo, una quinta parte (20.8 por ciento) del total de las mujeres de 20 a 24 años se casó antes de llegar a la mayoría de edad.
Hoy se cuenta con voluntad política y con una alianza interinstitucional estratégica, el 28 de septiembre se presentará la segunda etapa de la Estrategia Nacional para la Prevención del Embarazo de Adolescentes (Enapea). No se enfocará sólo en mujeres, sino en los hombres adolescentes, para fortalecer su responsabilidad y solidaridad en la vida sexual; se ampliará el acceso a los servicios de salud reproductiva, de educación integral de la sexualidad escolar y comunitaria, de salud mental y prevención del consumo de alcohol y sustancias adictivas y buscará insertarles en proyectos para mejorar el entorno, sobre todo en los territorios con mayor pobreza.
*Secretaria general del Conapo
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