Cuando Alejandro Pájaro Dávila empezó a boxear tenía 23 años. Edad en la que muchos ya se han consagrado como campeones o, al menos, tienen una amplia trayectoria. En su familia no hubo ni herencia ni influjo para que decidiera abandonar los estudios en ingeniería civil y se dedicara al oficio de los golpes. Sólo lo apoyó su hermano mayor, Felipe, también inexperto en la materia, pero decidió cuidarlo y ambos iniciaron un trayecto que cumple casi una década: uno sobre el cuadrilátero; el otro como su mánager.

Este viernes 25 de septiembre, en Mérida, Yucatán, el Pájaro Dávila será protagonista de una función en la que enfrentará al invicto ucraniano Serhii Bohachuk, velada a puerta cerrada que será transmitida por una cadena internacional de deportes. La visibilidad que le ofrece esta contienda, puede representar el trampolín para colarse a otro mercado. A pesar de la crisis por la pandemia, esta será mi tercera contienda después de la cuarentena, comenta Dávila; no sólo he podido trabajar de peleador, ahora tengo la oportunidad de ser estelar en una función que pueden ver millones de televidentes en el mundo. Esto, y no es palabrería, puede cambiar mi vida.

Desde junio que regresó el boxeo a puerta cerrada, Alejandro tiene ofertas frecuentes. Aun cuando sus ingresos salariales han sufrido una reducción considerable, por la elevación de costos de producción y ausencia de patrocinadores, acepta todas las propuestas. Para él y su hermano se trata de una inversión que ahora tiene la posibilidad de obtener un verdadero premio.

Junto con mi hermano hemos aprendido este oficio con esfuerzo, agrega; yo, a ser mejor boxeador; él, a negociar con promotores que muchas veces no quieren pagar lo justo.