ocos mexicanos tan reconocidos como Eduardo Matos Moctezuma, quien abrazó a la Coyol-xauqui apenas la sacó bajo los adoquines del Zócalo (área del Templo Mayor) en 1978. La Universidad de Harvard le rinde cada año un homenaje y los grandes de la arqueología, la antropología y la sociología prenden en su pecho todas las legiones de honor, preseas y medallas de universidades francesas, alemanas, españolas, estadunidenses. A sus seminarios en la École des Hautes Édudes en Sciences Sociales, en París, y en la University de Boulder, Colorado, asisten jóvenes anhelosos de tener la suerte de descubrir bajo tierra un nuevo dios que deslumbre al mundo.
Por si fuera poco, Matos Moctezuma participó en las excavaciones y estudios de Tula, Teotihuacan, Malpaso, Bonampak, Comalcalco. Así como Bernal Díaz del Castillo retrata a su ilustre antecesor Moctezuma, gran señor de Tenochtitlan, un hombre de buena estatura, proporcionado, cenceño, pocas carnes, de un color no muy moreno, sino con un color y matiz de indio
, Matos Moctezuma es en 2020, su vivo retrato. No sé si arqueólogos, hombres y mujeres se presenten descalzos ante Matos Moctezuma y se dirijan a él señor, mi señor, mi gran señor
, para salir sin darle la espalda y con la vista abajo, como hicieron con su antecesor, pero sí sé que el mundo académico lo escucha con veneración.
–Eduardo, ¿cómo reconoce un arqueólogo el sitio donde hay que hacer una excavación?
–Actualmente, hay varios medios para ubicar algún sitio arqueológico. Uno de ellos es identificar el área donde uno piensa que puede haber determinados vestigios, recorrerla a pie para ver si hay montículos, cerámicas, varios indicadores de un posible sitio arqueológico. Otro que se emplea en casi todas las investigaciones es la fotografía aérea. En muchos países se cuenta ya con fotografía aérea de todo el territorio; estas fotos son analizadas por el arqueólogo, quien puede detectar toda una serie de vestigios en el terreno. Incluso, ahora se usa el sistema satelital. Los satélites a veces logran encontrar vestigios que no se ven desde el aire por la selva misma hasta debajo de ella. En la actualidad, son muchos los aparatos que se emplean para detectar sitios arqueológicos.
–Te lo pregunto porque hace muchos años, don Alfonso Caso me contó que había descubierto la Tumba 7 de Monte Albán, porque una vaca metió su pata en un agujero y María Lombardo de Caso, su mujer, se apiadó de la vaca…
–Eso pasó en 1932; todavía no existían las técnicas de las que te hablo, pero, efectivamente, a Alfonso Caso una vaca le señaló el hoyo bajo el cual estaba la Tumba 7.
–Pasando a otro tema, Eduardo, ¿qué significó para ti el proyecto del Templo Mayor? Según la gran historia de la arqueología es el de tu mayor trascendencia….
–Mira, el Proyecto Templo Mayor, que comenzó hace 42 años, en 1978, todavía continúa. Fue mi realización como arqueólogo, porque a mí me lo encomendó don Gastón García Cantú, entonces director del Instituto Nacional de Antropología e Historia, y pude aplicar ahí mi idea de lo que era una investigación en pleno centro, en el corazón mismo de la capital de México con sus millones de habitantes. ¿Te imaginas lo que es excavar tras de la Catedral y en pleno Zócalo? Pude juntar un equipo interdisciplinario de especialistas: geólogos, biólogos, químicos, conservadores, restauradores, todos indispensables en una investigación arqueológica de enorme magnitud que hemos podido llevar a cabo hasta el día de hoy.
–Además de históricos, tus resultados benefician a todos…
–Se ha podido obtener enorme cantidad de datos. Fíjate que, hasta el momento, hay más de mil 200 trabajos sobre las excavaciones de 1978 hasta la fecha en el Templo Mayor. Contamos con escritos de arqueólogos, de biólogos, de restauradores. En la historia de la arqueología mexicana, ningún proyecto había dado tantas publicaciones a la academia, a la historia de México. ¡Imagínate lo que significan más de 100 tesis de licenciatura y de maestría! Las excavaciones han permitido que penetremos más en el conocimiento de los mexicas.
–¿Es como si naciéramos de nuevo?
–Yo digo que gracias al proyecto del Templo Mayor se ha podido encontrar un nuevo rostro del mexica. Ha sido muy fructífero y ha dado muy buenos resultados. Ahora está el museo de sitio que es muy buen complemento y es visitado por más de 600 mil personas al año. Es un buen aforo.
–No te has de acordar, Eduardo, pero te conocí hace mil años con el entusiasta sccolar de Harvard, David Carrasco…
–Hace años que David Carrasco y yo colaboramos. Él y otros académicos de Harvard fundaron la cátedra Eduardo Matos Moctezuma, que ofrece cada año dos conferencias, una en México y otra en Harvard. Di la conferencia inaugural aquí y en Harvard. En esa cátedra han hablado Alfredo López Austin, Diana Magaloni, Javier García Diego y ahora lo hará Juan Villoro, con el tema de arqueología y literatura.
–¡Qué padre! ¿Sientes que los sucesivos gobiernos a los que hemos estado sujetos han entendido lo que significa nuestra riqueza arqueológica para la economía y la historia de México?
–Conocer nuestra historia a través de los vestigios arqueológicos y de los documentos escritos es indispensable. Siempre se había contado con apoyo amplio, aunque a veces se veía afectado por ciertas cosas, pero ahora sí se ha aplicado una reducción muy fuerte a la cultura y se ha detenido el Proyecto Templo Mayor, entre otros. No hay excavación, porque no se cuenta con fondos ni para excavar, ni para publicar, ni para difundir; no hay dinero para nada…
–Eduardo, ¿crees que México es inferior a su pasado?
–No, no se trata de comparar si es inferior o superior; son procesos históricos que se van dando. Actualmente, atravesamos una situación económica difícil que la pandemia ha venido a afectar en mucho, La economía y todas las actividades de nuestro país están detenidas…
–¿Crees que la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH) está a la altura de las necesidades de México y de nuestras circunstancias?
–La ENAH es del INAH, al cual yo pertenezco, agárrate, hace 60 años. Desde que fue creada por el general Lázaro Cárdenas, en 1939, la escuela siempre ha dado frutos muy buenos, investigadores de primer orden, maestros excelentes. Actualmente está cerrada por las circunstancias al igual que muchas escuelas….
–¿Hemos tenido grandes arqueólogos mexicanos? Te lo pregunto porque en Yucatán la mayoría parecen haber sido norteamericanos…
–Mira, la historia de México, en general, la prehispánica, la colonial, incluso la actual, despertó mucho interés en investigadores franceses, alemanes; acuérdate de Humboldt y de los valiosos y valientes científicos estadunidenses y europeos que aportaron su conocimiento, pero México también, desde tiempo atrás, tiene a grandes estudiosos del pasado. En el siglo XIX y en el XX nuestros conocimientos se incrementan con la creación de la ENAH, más tarde con la de conservación, del mismo INAH, los historiadores dedicados al mundo prehispánico, como Miguel León Portilla, Alfredo López Austin, el padre Ángel María Garibay –gran nahuatlato –, Alfonso Caso, Ignacio Bernal. También en el presente contamos con investigadores de primer orden, tanto en historia como en antropología.