n una breve caminata de trabajo por el Centro Histórico, con tapabocas, máscara y demás precauciones, pasamos por la pequeña calle que lleva el nombre de Filomeno Mata. Aquí tuvo su imprenta y oficinas el valiente periodista que en ese lugar dio tantas batallas con la palabra escrita. Publicaba El Diario del Hogar, que a pesar del nombre que suena a recetas de cocina y crianza de bebés, era un periódico que combatió ferozmente la dictadura de Porfirio Díaz.
El pasado día 2 se cumplieron 109 años de su fallecimiento, acaecido en la ciudad de Veracruz, pobre y abatido por las innumerables ocasiones en que fue perseguido y estuvo en prisión.
Filomeno Mata nació en la hacienda Carrasco, San Luis Potosí, el 5 de julio de 1845. Desde muy joven se dedicó al magisterio en su estado natal y simultáneamente ejerció el periodismo.
Tiempo después se trasladó a la Ciudad de México, donde colaboró en distintos periódicos como El Monitor Republicano, La Patria, El Ahuizote, Sufragio Libre, El Cascabel y La Hoja Eléctrica, entre otros, siempre con una pluma crítica. Desde el gobierno de Benito Juárez hasta la dictadura de Porfirio Díaz defendió la libertad de expresión y los principios democráticos; se oponía tenazmente a la relección.
En 1879 fue diputado, participó en el Grupo Liberal Reformista y formó parte del Primer Congreso Liberal. En un principio fue seguidor de Porfirio Díaz y formó parte del diario proporfirista El Monitor Tuxtepecano, lo que llevó a que fuera nombrado director del Diario Oficial de la Federación y de la imprenta gubernamental.
Esta cercanía al gobierno porfirista lo fue convirtiendo en un severo crítico del mismo. El 16 de septiembre de 1881 fundó el ya mencionado El Diario del Hogar, donde escribió artículos contra el régimen y apoyó abiertamente al movimiento maderista, por lo que fue encarcelado.
Se cuenta que Filomeno Mata fue inspiración y mentor de los hermanos Flores Magón para la fundación del combativo periódico Regeneración.
La callecita que le rinde merecido homenaje se encuentra a un costado del Palacio de Minería y originalmente se llamaba Bethlemitas, por el convento hospital que se encontraba en ese lugar. Aquí se encuentran varios sitios interesantes: el Museo del Ejército y la Armada, que ocupa la nave de la antigua iglesia de Bethlemitas. El sitio es precioso, con excelente museografía que hace amena la visita y permite apreciar la belleza arquitectónica de la construcción dieciochesca que ostenta en las ventanas y cupulín hermosos vidrios de alabastro, como fueron los originales.
Unos pasos adelante se localiza el Club de Periodistas, que ocupa un elegante edificio histórico de la época del eclecticismo, que prevaleció a fines del siglo XIX y principios del XX. Ahí se encuentra en un pequeño local que da a la calle: La Torre de Papel, expendio que por décadas ha vendido los periódicos de los estados, muy conveniente para quienes añoraban su terruño y tenían la posibilidad de comprar el diario local y enterarse de los chismes del pueblo. Ahora con el Internet ha disminuido, pero los creativos propietarios ofrecen libros miniatura, antiguas, obras sobre la masonería, tarjetas postales y dibujos del gran Alberto Beltrán, entre otras curiosidades; vale la pena darse una vuelta.
Al cruzar Madero la breve vía pierde su nombre y se convierte en Gante, nombre en memoria del gran benefactor de los indios: fray Pedro de Gante; muy amplia, tiene el encanto de ser peatonal y embellecida con árboles y bancas. Aquí hay varios restaurantes que están abriendo con cautela y muchas precauciones para cuidarse y a sus comensales. Hay que empezar a ir con todas las medidas de seguridad –tomándolas muy en serio– para que vaya regresando la vida y el trabajo sin que haya un rebrote de la pandemia y se tenga que dar marcha atrás. Auténticamente, está en nuestras manos.