spaña vive hoy dos tragedias que tienen como símbolo una corona. La primera, identifica al virus del Covid-19, el cual cobra ya cerca de 29 mil muertos, miles de infectados y daños incalculables a la economía y la convivencia social.

La otra corona es el símbolo de una monarquía que revivió en 1969 el dictador Francisco Franco al nombrar como su sucesor a Juan Carlos de Borbón, sin consultar para ello al pueblo español.

Asumió como rey y jefe de Estado a la muerte del dictador en 1975. Se le tuvo como personaje central en lograr la transición democrática luego de la negra noche del franquismo. Pero en 2014 tuvo que dejar su cargo en medio de múltiples escándalos: cacería de elefantes en África, amoríos extramatrimoniales y enriquecimiento inexplicable. Heredó la corona a su hijo Felipe, quien lo declaró rey emérito.

Varias investigaciones sobre el origen de su inmensa fortuna hicieron pedazos su fama de jefe de Estado ejemplar y clave para las relaciones de España con el resto del mundo. A tal grado, que su hijo le retiró el nombramiento de rey emérito y toda subvención oficial. Y rechazó la herencia monetaria que le deja en su testamento por provenir de dinero mal habido.

Intermediario en Quintana Roo

Recientemente, salió a la luz que fue intermediario para construir la lujosa ciudad Mayakobá, en Quintana Roo, a cargo de una empresa con pésima fama: OHL.

Por esa tarea, obtuvo más de 6 millones de dólares. OHL está acusada en España de obtener contratos vía dádivas a funcionarios. Ésta fue la constructora favorita del ex presidente de México Enrique Peña Nieto cuando gobernó el estado de México.

Y como cereza del pastel, ahora se descubre que un amigo de Juan Carlos pagó la mitad de los 600 mil dólares que costó el viaje de bodas de su hijo Felipe, hoy rey.

Si en México se sigue la huella del dinero dado al ex rey emérito, aparecerán los nombres de importantes funcionarios de sexenios anteriores. Al tiempo.