steban Moctezuma concluyó su mensaje al Consejo Técnico Escolar del mes de junio afirmando que un millón de maestros habían sido capacitados por Google para Educación en el uso de su plataforma G Suite, tal como había sido adelantado en el boletín número101 de la Secretaría de Educación Pública (SEP). Esto fue producto de una alianza público-privada entre el gobierno federal y la empresa tecnológica que planteó originalmente desarrollar una estrategia auxiliar de educación a distancia ante el generalizado cierre de escuelas. Sin embargo, más que una estrategia auxiliar, la relación entre la SEP y una corporación central del oligopolio mundial del conocimiento será un elemento constitutivo de la educación nacional post-pandemia.
Según el secretario de Educación, México ha dado un paso gigante
en la adopción –no desarrollo– de tecnología educativa. La página web de la Estrategia de Educación a Distancia afirma que se busca establecer las bases de un sistema de educación a distancia sustentable y escalable, y contribuir a que los estudiantes refuercen las habilidades digitales para los trabajos del futuro
. En la práctica, la SEP ha dado un paso sin precedente en la incorporación de grandes corporaciones tecnológicas a la política educativa oficial. Algo que sin lugar a dudas debe ser motivo de un gran debate público, partiendo de la experiencia internacional sobre el uso de dichas herramientas y sobre el papel que tales empresas han tenido en el debate educativo.
La incorporación de tecnología digital se potenció en todo el mundo como efecto de la pandemia. De esta forma, también se ha visto el incremento en el uso de tecnología Big Data (capaz de almacenar y analizar enormes cantidades de datos recopilados a partir de los patrones de búsqueda e intercambio virtual de los usuarios, con miras a generar diagnósticos o brindar soluciones). Tal incorporación tecnológica en las escuelas ha sido justificada con la enunciación de una serie de ventajas que, a juicio de proveedores de servicios tecnológicos y burócratas educativos, conlleva para el aprendizaje de los estudiantes. Entre estas se encuentran: a) la posibilidad de concentrar y analizar grandes volúmenes de datos con el fin de mejorar los procesos de toma de decisiones; b) desarrollar programas de aprendizaje personalizado para los estudiantes y c) incrementar la productividad del trabajo docente. De fondo persiste una visión atomizada respecto a los protagonistas del sistema educativo, objeto de análisis, medición, evaluación y predicción computarizada.
Pese a las ventajas anunciadas de la modernización de los sistemas educativos y el uso de Big Data, no son pocos los riesgos que podrían cuando menos generar escepticismo respecto al rumbo de este proyecto: a) espionaje
y manejo lucrativo de los datos obtenidos por las plataformas, que se ha evidenciado con los distintos procedimientos que ha enfrentado Google por hacer uso indebido de los datos de usuarios; b) afectaciones en los procesos de socialización educativa de los estudiantes, debido a los cambios en la interacción docente-estudiante y estudiante-estudiante; c) consolidación del desplazamiento del espacio de toma de decisiones sobre educación, de las comunidades educativas a las empresas contratistas del gobierno, lo cual podría impulsar una gobernanza corporativa de la educación, orientada ahora por criterios técnicos
; d) mayor control centralizado del trabajo docente y e) transferencias de recursos del sector público al sector privado, como efecto de contratación de servicios de software y hardware.
Es importante también considerar que los efectos buscados del uso tecnológico en educación responden en gran medida a proyectos políticos. Al parecer, dichos proyectos impulsados por las corporaciones ahora aliadas de la Nueva Escuela Mexicana, no han sido reflexionados. En la página oficial del programa Aprende en Casa, es posible encontrar una sección de Agradecimientos especiales
a organizaciones que de distintas formas colaboraron con su desarrollo. Entre algo que parece un catálogo de empresas y fundaciones, aparecen Microsoft y Facebook.
La historia de Microsoft y la fundación Bill & Melinda Gates (que se reconoce independiente pero mantiene una agenda de trabajo vinculada a los negocios de la empresa) en el debate educativo es bien conocida. Han sido soporte de procesos de privatización educativa en el contexto estadunidense, ya sea con el impulso de escuelas chárter, el pago por mérito al trabajo docente o el apoyo para la realización del documental Waiting for Superman, inspiración de la película De Panzazo. Por su parte, Facebook ha sido también señalado por el uso indebido de datos, ejemplo de ello fue el escándalo de Cambridge Analytica. Al igual que con Microsoft, su incursión en la escuela pública ha sido apoyada por el filantrocapitalismo, ahora de Mark Zuckerberg y la polémica Chan Zuckerberg Initiative, que ha generado programas de aprendizaje personalizado criticados por su excesivo
enfoque hacia el aprendizaje digital. En la práctica, Google, Microsoft y Facebook no son necesariamente elementos aislados, dada la posibilidad de su integración.
El gran paso
hacia la tecnología educativa se realiza en un sistema educativo desigual. La revalorización del trabajo docente –cliché del discurso oficial– podría iniciar por atender las necesidades básicas de las escuelas e impulsar una formación tecnológica sólida en el magisterio, apoyada quizás en las instituciones públicas de educación superior a lo largo del país y el fortalecimiento del software libre. Pero ha optado por facilitar la mina de oro de datos de maestros y estudiantes.
Ante el riesgo de una mercantilización educativa generalizada en el plano de lo intangible, la reorganización (lucha) magisterial y de las comunidades educativas resulta impostergable.
*Politólogo
Twitter: @MaurroJarquin