ntre los numerosos exabruptos que se circulan estos días, de todos los colores y sinsentidos, algunos merecen ser destacados porque ilustran un tipo de pensamiento elitista. Ante la oleada de rebeliones, estallidos y levantamientos que está atravesando el continente, los gobiernos acusan siempre a sus enemigos por fomentarlos; la derecha a la izquierda y viceversa.
Unos y otros no pueden imaginar que la gente que se manifiesta lo hace por propia voluntad, que los pueblos no son marionetas cuyos hilos manejan los grandes países o los caudillos. Desestiman la autonomía, que existe, y sólo pueden ver la heteronomía, que también existe, pero que en modo alguno puede explicar las rebeliones en curso.
El presidente de Ecuador, Lenín Moreno, culpa sin pruebas a Nicolás Maduro y al ex presidente Rafael Correa, por el levantamiento que durante 12 días sacudió al país. Lo que ha sucedido en estos días en el Ecuador, no es una manifestación social de descontento y protesta frente a una decisión de gobierno, no. Los saqueos, el vandalismo y la violencia demuestran que aquí hay una intención política organizada para desestabilizar el gobierno
, dijo Moreno (https://cnn.it/2C8Givm).
De ese modo cree que puede eludir los reales problemas del país, que han llevado a cientos de miles a las calles, con inusitada rabia, forzándolo a dar marcha atrás con su paquete del medidas inspiradas por el Fondo Monetario Internacional.
El inefable secretario general de la Organización de los Estados Americanos (OEA), Luis Almagro, denunció que existe un patrón
de desestabilización que viene de Venezuela y de Cuba. Las brisas del régimen bolivariano impulsadas por el madurismo y el régimen cubano traen violencia, saqueos, destrucción y un propósito político de atacar directamente el sistema democrático y tratar de forzar interrupciones en los mandatos constitucionales
, dijo el 24 de octubre. (https://bit.ly/2pDRrlp).
El Departamento de Estado de Estados Unidos manifestó que hay claras señales de personas que están aprovechando el debate
para fomentar el conflicto
en los países sudamericanos, principalmente mediante el uso y abuso de las redes sociales y de alborotadores
, apuntando a Rusia y a sus aliados en la región (https://bit.ly/36rhOvt).
Desde el lado opuesto, el progresismo latinoamericano, se procede exactamente del mismo modo. El mandatario de Nicaragua, Daniel Ortega, acusa a Washington de inspirar las manifestaciones estudiantiles contra su gobierno y, de paso, acusa de terroristas
a quienes se lanzaron a las calles contra su régimen (https://bit.ly/2PQCzef).
El gobierno de Vladimir Putin acusa en la misma dirección a Estados Unidos por desestabilizar a sus aliados en América Latina, denunciando un nuevo modelo de injerencias de todo tipo en asuntos soberanos, intentos de golpes ilegítimos, cambios de régimen
(https://bit.ly/2WVXbmV).
La crisis que atraviesa Bolivia por las denuncias de fraude en las elecciones
es atribuida por el gobierno de Evo Morales a Washington, actuando de modo simétrico a los demás gobiernos que acusan de sus problemas al imperio (https://bit.ly/2r9zLyB).
La lista es interminable y se puede incluso retrotraer a crisis anteriores. Creo que esta lógica tiene consecuencias nefastas para los pueblos. Es una pervivencia de la guerra fría, en la que toda acción popular era atribuida a una de las superpotencias, porque todo debilitamiento de un campo beneficiaba al otro. Si esta actitud tuvo escaso asidero durante la guerra fría, ahora no tiene el menor sentido.
En primer lugar, este pensamiento que antepone la geopolítica a la emancipación, permite aplastar pueblos, clases, géneros y generaciones porque su lucha es considerada como un obstáculo para resolver la contradicción principal
(nocivo concepto de Mao), que sería la que enfrenta a las naciones con el imperialismo y a la clase obrera con la burguesía.
En segundo lugar, revela profunda incomprensión de las nuevas realidades de los pueblos. La emergencia de los pueblos originarios y del movimiento feminista deslegitima el colonialismo y el patriarcado y le da vuelos autónomos a los sectores populares.
La negativa de los pueblos ecuatorianos a dejarse utilizar por el gobierno de Lenín Moreno o por el ex presidente Rafael Correa, habla de esta nueva manera de pararse en el mundo. Se niegan a que algunos de los bandos políticos se beneficien de sus luchas, lo que revela madurez y aprendizajes.
En Chile las mujeres están realizando sus propios cabildos, porque buscan una profunda transformación económica, social, política y cultural
que no puede contenerse en un cambio de gobierno, ni siquiera en una asamblea constituyente, porque en un momento de crisis política, a las mujeres y disidencias sexuales nos asalta el miedo fundado de que vuelvan a dejarnos fuera
(https://bit.ly/34ByzCa).
Observamos una lucha por debajo de la lucha, el intento de cada pueblo y cada sector de la sociedad de hablar por sí, sin mediadores ni representantes.