Izquierda rebotona
oledad Bautista escribe: En este país uno debe aprender a morir de ri-sa, de rabia, de indignación, de tristeza. Abrir la prensa escrita, mirar la televisión u oír la radio, reconocer que a diario se muere un poco, en esa agónica forma de la violencia que emerge, llega y se instala ante nuestros ojos indefensos, pues frente a la imagen la defensa es nula.
Jaime Sabines afirma que nos morimos de amor
. En tiempos de la Cuarta Transformación seguimos muriendo, pero no de amor. ¿El amor y el odio pueden ser encerrados en cajas estadísticas? ¡Qué más da! AMLO los negaría diciendo que tiene otros datos. Sí, otros que escapan a lo cotidiano y nos dicen que algo se está repitiendo sin importar si es PRI, PAN o Morena que, para el caso, son lo mismo. Los mismos gatos y perros, ahora con antifaz de mapaches. Alguna vez, Eric Hobsbawm narró que cuando vivió los bombardeos a su ciudad durante la Segunda Guerra, aplicaba las matemáticas y calculaba las posibilidades de que una bomba le cayera encima y lo fulminara. Con el porcentaje en mente salía de su refugio y se adentraba a las calles en busca de comida. Al saber que en México cada dos horas y media una mujer es asesinada, efectúo el cálculo y siguiendo a Hobsbawm, salgo a la calle.
El desarrollo de la Cuarta Transformación es incierto, con un tufo que indica tendencia a la mentira. Urgidos de educación asistimos al maquillaje, camuflaje e insulto de ser un país que, sin pasar ni llegar a la calidad educativa, pretende ahora la excelencia. De la noche a la mañana los maestros se convirtieron en agentes de cambio. ¿Alguien les preguntó si querían serlo? ¿Si estaban preparados para semejante tarea?
Ninguna interrogante anticipada es válida en este país imaginario (parafraseando a Bonfil Batalla) porque últimamente todo lo es, un México onírico en boca del actual presidente que conduce a un Estado que se viste de filantropía. Un ogro filantrópico y una izquierda rebotona, diría Octavio Paz. Tan rebotona que juega en el Congreso largas sesiones de pin pon. Sólo que ahora ya no está Monsiváis para alzar la voz y defender a la izquierda y entablar polémicas (Paz-Monsiváis) que eran retórica y acariciaban la dialéctica. Lo de ahora, lo de todos los días, es argüende mañanero. Y comparto su indignación con respecto a la irresponsabilidad social de los concesionarios de radio y televisión, de nuevo solapados.