Escribió el ensayo El canon occidental y declaró ‘‘Dios’’ a Shakespeare // De Paz dijo que ‘‘era un escritor muy vigoroso’’ // En el Olimpo que forjó sólo figuran tres mujeres: Jane Austen, Virginia Woolf y Emily Dickinson, así como tres autores en español: Cervantes, Neruda y Borges
Martes 15 de octubre de 2019, p. 4
El crítico literario estadunidense Harold Bloom murió ayer a los 89 años en un hospital de New Haven, Connecticut, confirmó su esposa Jeanne al diario The New YorkTimes.
En 1994, a raíz de que publicó su ensayo El canon occidental, el autor se convirtió precisamente en eso: en una de las voces con mayor autoridad que dieron durante años el visto bueno a la literatura de su país y europea, principalmente.
Bloom declaró a Shakespeare ‘‘Dios”, de Octavio Paz dijo que era ‘‘un escritor muy vigoroso”, de Jorge Luis Borges afirmó que era un autor ‘‘fascinante, pero no un creador”, y del chileno Roberto Bolaño comentó ‘‘hay algo ahí, ya veremos”, declaraciones que, por supuesto, causaron polémica en su momento en el medio literario latinoamericano.
Cuando Bob Dylan recibió el Nobel de Literatura en 2016, el crítico simplemente declaró: ‘‘es un chiste”. Mientras, del Nobel lusitano José Saramago decía: ‘‘no sé cuál es el género exacto de sus libros” y, por supuesto, negaba que El Evangelio según Jesucristo fuera una novela.
La última cátedra en Yale, el pasado jueves
Harold Bloom nació en Nueva York en 1930, en el seno de una familia judía asquenazí asentada en el barrio de South Bronx; aprendió el yidis y el hebreo literario antes que el inglés. Estudió en las universidades de Cornell y Yale, en esta última fue profesor hasta el pasado jueves, cuando impartió la que sería su última clase, como parte de la cátedra Sterling, que dictaba desde 1955. También fue titular de la cátedra Berg de la Universidad de Nueva York de 1988 a 2004.
Escribió alrededor de 20 obras de crítica literaria, religiosa e incontables artículos, reseñas y prólogos, todas ellas rodeadas de acaloradas polémicas en la comunidad académica; por ejemplo, al expresar que feministas, estructuralistas o marxistas de su generación pertenecían a ‘‘las escuelas del resentimiento”
No faltó la ironía en sus palabras, al decir que todo ‘‘hallazgo literario” no era más que una variación sobre un tema ya conocido.
Los autores que pertenecen al Olimpo-Bloom fueron elegidos, según el crítico, por su ‘‘sublime naturaleza representativa. Gran valor estético, fuerza espiritual y poder de influenciar otras generaciones”.
Ellos son: ‘‘Dios” Shakespeare, Dante, Samuel Johnson, Goethe, Wordsworth, Chaucer, Joyce Montaigne, Molière, Milton, Walt Withman, Charles Dickens, Eliot, Tolstoi, Ibsen, Freud, Proust, Pessoa, Kafka; sólo tres mujeres, Jane Austen, Virginia Woolf, Emily Dickinson, y sólo tres autores en español, por supuesto Cervantes, Neruda y Borges, aunque en entrevistas posteriores el crítico afirmó que si tuviera que elegir de nuevo a autores latinoamericanos habría remplazado a Neruda por César Vallejo o por Gabriela Mistral, ‘‘más auténtica, porque es sombría”.
Este canon fue tildado de machista y ‘‘blanco”, críticas a las que Bloom reviró tachándolas de politizadas. El crítico era capaz de leer hasta 400 páginas por hora gracias a su memoria fotográfica.
Marx, uno de sus modelos, no Carlos sino Groucho
Bloom, quien llegó a decir que el realismo mágico era ‘‘un disparate, una idea tonta”, fue reconocido en 2002 con el Premio Internacional Cataluña y, en 2003, con el Premio Internacional Alfonso Reyes.
Con motivo de ese galardón, en entrevista con La Jornada (27/9/03), Harold Bloom reconoció que ir a contracorriente había sido difícil: ‘‘no soy político de profesión y uno de mis grandes modelos es Marx, no Carlos sino Groucho, en el sentido de que tampoco pertenecería a ningún club que me aceptara como miembro. Un buen crítico debe ser capaz de decir lo que quiera e ir en contra de las modas, de lo políticamente correcto.
‘‘Puedo decir que he pasado mi vida en la crítica. Ahora critico a la crítica literaria que se deja llevar por cuestiones de origen étnico, orientación sexual o compromiso político, porque sustituye a la estética y el valor cognitivo de la literatura. Me encuentro peleando contra la mala literatura, como Harry Potter o los libros de Stephen King. Estoy del otro lado de la crítica y lo estaré hasta el día que muera’.
‘‘En el México contemporáneo no existe un poeta tan grande como Octavio Paz o un gran escritor como Rulfo; pero sí existe un número importante de buenos escritores. Están Sergio Pitol, Daniel Sada, Salvador Elizondo y poetas como Alí Chumacero, José Emilio Pacheco y Eduardo Lizalde”.
De Juan Rulfo, sostuvo que era por mucho más interesante que ‘‘un tardío Gabriel García Márquez o Julio Cortázar”, y que los ‘‘antipoemas” de Nicanor Parra eran en realidad sólo poemas, ‘‘meditaciones, a veces alegres, pero frecuentemente muy plañideras y tristes”.
En México, ‘‘una o dos generaciones de escritores se formaron en la disyuntiva entre amarlo u odiarlo, pues las lecturas de Harold Bloom más allá de su propia lengua y tradición dejan qué desear. No fue el único en la cultura estadunidense con una tendencia a despreciar lo que no tuviera cerca, pero sus opiniones de Borges o Pessoa, por ejemplo, son de lo más limitadas y miopes”, explicó el escritor Alberto Chimal en su cuenta de Twitter.
Sin embargo, concluyó el mexicano, ‘‘lo que Bloom escribió sobre Shakespeare, las influencias, la Biblia, que él leía como debe leerse, es decir, como literatura, sigue siendo original y fascinante. Aún podremos aprender mucho de él, como de otros grandes lectores con quienes diferimos”.