Quiso canjear Puerto Rico por Groenlandia
Perdió la capacidad de diferenciar entre él y el país
, dice columnista
Viernes 23 de agosto de 2019, p. 25
Nueva York. La mareadora tormenta de insultos, ataques, mentiras y contradicciones que marcan cada día el régimen de Donald Trump está llegando a niveles, otra vez, en que analistas y observadores se preocupan por la salud mental del presidente, y a la vez se asombran por el grado de crueldad en las políticas impulsadas por este gobierno.
En el transcurso de esta semana, el presidente ha provocado una crisis diplomática con otro país aliado, ha hecho declaraciones antisemitas al atacar a opositores a quienes acusó de antisemitas, vio hacia el cielo y proclamó: soy el elegido
, y citó un mensaje de un ultraderechista que afirmaba que era algo así como el Mesías.
Y, como suele hacer, el presidente se contradijo en varios temas, como cuando admite que su gobierno busca promover medidas de estímulo económico, al mismo tiempo que proclama que bajo su mando la economía nunca ha estado mejor en la historia del país, y por otro lado afirma que está interesado en medidas para controlar las armas, para anunciar lo contrario poco después, entre otros ejemplos.
Mientras comentaba sobre su guerra comercial contra China entre periodistas el pasado miércoles, Trump insistió en que sólo estaba haciendo lo que presidentes anteriores deberían haber hecho, y afirmó: alguien tenía que hacerlo
y viendo hacia el cielo, concluyó –se supone que bromeando–: yo soy el elegido
.
Poco antes, el presidente ya había citado en un tuit a un ultraderechista y promotor de teorías de conspiración que afirmaba que los israelíes piensan que él es la segunda llegada de Dios
(los judíos no comparten ese concepto teológico), y como si fuera el rey de Israel
.
Por cierto, el que Trump haya citado esto en un tuit, nutrió la especulación de que el presidente no sólo se cree lo que dice de sí mismo (el mejor, el más grande, el más presidencial de todos los presidentes), sino incluso que es algún enviado de Dios.
De hecho, algunos sectores cristianos ultraconservadores expresan que Trump, aunque tal vez no es Dios, sí fue divinamente elegido para rescatar a Estados Unidos, y que oponerse a él sería igual que repudiar a Dios.
Mientras, en asuntos más terrenales, luego de provocar una crisis diplomática con otro país aliado esta semana, en esta ocasión Dinamarca, porque se sintió ofendido por la respuesta negativa de ese gobierno para abordar una posible adquisición de Groenlandia –noción que él solito se inventó y que casi todos pensaban al inicio que era una broma–, resulta que la idea no fue algo nuevo. Un ex alto funcionario de la Casa Blanca reveló al New York Times que Trump había dizque bromeado en 2018 sobre canjear Puerto Rico –al cual ha despreciado abiertamente– por Groenlandia.
La idea fue bien recibida ahora por algunos puertorriqueños, quienes medio bromearon que sería maravilloso deshacerse de su relación subordinada de Estados Unidos, y algunos hasta se bautizaron como vikingos caribeños
.
Crueldad
Hablando de canjear países morenos por blancos, el régimen de Trump continuó defendiendo sus nuevas iniciativas antimigrantes, sobre todo la de buscar detener de manera indefinida a menores de edad. Esto provocó una serie de denuncias de juntas editoriales (Los Angeles Times, Chicago Tribune), defensores de derechos civiles y otros grupos. Parece no haber límite a la crueldad que Donald Trump y su gobierno están dispuestos a exhibir y cobrar cuando se trata de migrantes y solicitantes de asilo de América Latina
, escribió el columnista del New York Times Charles Blow.
Pero este observador y otros señalan que esto se traduce en más que un simple odio contra migrantes. Blow escribe que la crueldad de Trump acompaña y nutre al deseo punitivo histórico de los conservadores estadunidenses. Este insaciable deseo de infligir dolor tiene blancos particulares: mujeres, minorías raciales, gente que pertenece a la LGBT y minorías religiosas en este país; en corto, los castigos están dirigidos a cualquiera que no sea parte de, o que apoya a, el patriarcado supremacista blanco
.
¿Locura?
Con esta combinación de autoelogio con tintes mesiánicos, y la defensa
de su
Estados Unidos contra la invasión
de los otros
, se renueva el debate sobre si el presidente es un jugador político brillante, maestro en manipular las palancas del poder para su propio beneficio y los intereses que lo apoyan, o si es alguien que siempre ha engañado a todos y que en el fondo no tiene la más mínima idea de cómo gobernar más que por berrinche y autopromoción.
Trump “ha perdido la capacidad de diferenciar entre él y el país, entre sus necesidades sicológicas y los intereses del país. Oponerse a él es ser enemigo del pueblo
, advierte la columnista Jennifer Rubin del Washington Post.
Otros insisten en que lo que está manifestando es un problema mental serio.
El doctor Lance Dodes, ex profesor asistente de siquiatría en la Universidad de Harvard y colaborador del libro El caso peligroso de Donald Trump elaborado por 27 expertos en salud mental en 2017, alertando sobre el peligro real y presente
de un presidente que padece de lo algunos diagnosticaron como narcisismo maligno
, dijo esta semana que la condición de Trump se está deteriorando.
Afirmó en entrevista con MSNBC que el presidente tiene una necesidad fundamental de ser todo poderoso y no puede aguantar nada que lo rete. No puede aguantar nada que esté en desacuerdo con él, y cada vez que alguien lo reta, más loco se vuelve, más paranoico, y potencialmente más violento
. Concluyó: piensa de sí mismo como un dictador, y todo se trata de él, nadie más importa
.
El proyecto Duty to Warn, creado por expertos en salud mental cuando asumió el poder Trump para advertir de su estado sicótico y la amenaza para el país, indicó hace unos días que sus comentarios de esta semana son parte de su “narcisismo maligno, el cual está al fondo de la inhumanidad más viciosa en la historia. Sociopatía, paranoia y sadismo… vemos algo de eso ahora, veremos más, pronto”.