Domingo 4 de agosto de 2019, p. 21
He descubierto que la semana pasada me han pedido al menos cuatro veces que esperara solo cinco minutos
. En el mundo árabe, cualquier entrevista que se retrasa vendrá acompañada de la seguridad de que solo tendré que esperar cinco minutos. O que me devolverán la llamada en cinco minutos. Muy de vez en cuando dicen 10 minutos. Casi nunca un minuto. Son cinco, más usual en Egipto, menos en Líbano y en Siria. En árabe, solo cinco minutos
es, según mi transliteración, khams daqiya faqat. En 43 años, calculo que debo de haber oído esa frase casi 9 mil veces, probablemente más.
Es 99 por ciento mentira, claro, una mentira tan grande como el promedio de votación por un dictador árabe en tiempo de elecciones. Pero yo siempre la creo… todavía.
Incluso ahora espero en la oficina de un secretario o secretaria en Medio Oriente o echo un ojo a mi teléfono y me digo, bueno, sólo faltan tres minutos y él/ella me verán o me devolverán la llamada. No lo hacen. No lo harán. Pero, en la suspensión voluntaria de la incredulidad, cinco minutos deben tener credibilidad.
La mentira se ha dicho tantas veces, que se ha vuelto más cierta que la verdad. Y eso que hasta ahora, querido lector, no he mencionado el Brexit.
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