l paleontólogo español Juan Luis Arsuaga halló en una antigua terminal de ferrocarril un pequeño afiche que decía: “la mejor forma de predecir el futuro es… inventándolo”. Un pensamiento claro: lo que ocurre no sucede porque llega desde un más allá del presente: es siempre una construcción desde el presente, con el aprendizaje heredado del pasado.
El gobierno de Morena tiene un plan: el Plan Nacional de Desarrollo 2019-2024 (PND). Con esta herramienta constitucionalmente obligatoria quiere actuar sobre el futuro. Gran parte del statu quo lo vio con enojo y con burletas. Esperaba (inúltilmente) ver un documento propio de la ortodoxia neoliberal, mientras ésta era despedida de diversos aspectos de la vida económica del país; subsisten, sin embargo, otros aspectos de la ortodoxia que actúan con gran peso determinante del futuro: anotemos en primer lugar la política macroeconómica, no hay lugar a una política anticíclica. Permanece el mismo marco fiscal y el gobierno parece convencido de la necesidad de mantener a toda costa un superávit primario anual; esto proviene de la creencia de que las finanzas públicas deben ser operadas como las finanzas personales: no se debe gastar más de los ingresos y, cuando se tienen deudas, debe gastarse menos aún (de ahí el superávit primario). Adicionalmente, el Banco de México continúa con una política también ortodoxa. El informe de AMLO el primero de julio pasado mostró las muchas cosas que pueden hacerse aun con ese marco de restricciones; con todo, el futuro tendrá un alcance menor a su potencial efectivo; otro destino tendríamos si ese contexto macroeconómico fuera descartado.
El PND tampoco se propone actuar sobre el contexto externo. Con seguridad México tendrá que hacer muchas cosas de cara a las restricciones externas, pero no están expresadas en el plan. Por ahora el gobierno actúa de cara a la coyuntura (amenazas de aranceles, problema migratorio). Ha recibido a algunos representantes externos, pero no parece haber un plan hacia el exterior frente a las tendencias adversas del entorno mundial.
El mayor banco de Estados Unidos, el J. P. Morgan, advierte que el siglo del dominio
del dólar estaría llegando a su fin, nada menos. No se trata de un ejercicio de prospectiva general, sino de uno para ofrecer a sus inversionistas protección frente a los riesgos previstos.Conviene darle la palabra al propio banco: diversificar la exposición al dólar mediante una mayor ponderación de otras monedas en los mercados desarrollados y en Asia, así como de los metales preciosos, tiene sentido hoy en día
. Y sin ambages: “ser la unidad de cuenta del mundo ha dado a Estados Unidos lo que el ex ministro de Finanzas francés Valery d’Estaing calificó de ‘privilegio exorbitante’ al poder comprar importaciones y emitir deuda en su propia moneda y tener déficits persistentes aparentemente sin consecuencias”. China está superando a Estados Unidos: en 2024 su producto interno (en términos de poder adquisitivo) será cercano a una cuarta parte del PIB mundial. Para 2020 las ganancias entre los sectores de bajo y alto valor agregado alcanzarán un excelente equilibrio de 50 y 50 por ciento. Los de alto valor agregado incluyen tecnología, atención médica, productos de primera necesidad y productos discrecionales de consumo
.
Las reservas en dólares de los bancos centrales han pasado de 65 por ciento en 2008, a 55 por ciento en 2019 con una tendencia a la baja cada vez más pronunciada. La caída del dólar como divisa internacional está en marcha desde 2003. De otra parte, siempre según J. P. Morgan, “el economista en jefe del Banco de Pagos Internacionales, Claudio Borio, sacó a relucir los beneficios de la fijación de precios del petróleo en el euro diciendo: ‘Operar y liquidar el petróleo en el euro movería los pagos de dólares a euros y, por tanto, la liquidación final pasaría al sistema del euro. Esto podría limitar el alcance de la política exterior de Estados Unidos’”.
“La actual administración de Estados Unidos ha puesto en tela de juicio los acuerdos con casi todos sus socios más importantes: los aranceles sobre China, México y la Unión Europea –lo que– podría animar a las naciones a reducir su dependencia del dólar en el comercio internacional”. Los continuos y crecientes déficits fiscal y comercial de Estados Unidos impactan negativamente al dólar, lo que lo haría vulnerable a una pérdida de valor en relación con una canasta de divisas más diversificada, incluido el oro
. Y advierte: Al analizar las carteras de los clientes, vemos que muchos de ellos tienen una exposición al dólar estadunidense mucho mayor de la que consideramos prudente. En esta etapa del ciclo económico, creemos que esta exposición debería ser más diversificada
.
La exposición promedio en dólares de los inversionistas, a los tipos de cambio, llega a 80 por ciento; el banco recomienda a sus inversionistas reducirla a 40 por ciento y, entre otros movimientos, duplicar su exposición en euros.
México debe tomar cartas en el asunto.