El hábitat de Carlos Ann siempre ha sido la música y su naturaleza rebelde se ha reflejado en una trayectoria de tres décadas autogestiva e independiente.

El escritor, compositor, poeta y productor barcelonés también es un mutante, un tarotista y un esotérico que sumerge en otras dimensiones y canaliza su energía en ayudar; además de haberse adentrado –en otra época junto con Enrique Bunbury– en los profundos enigmas de la mente. Los artistas estamos entre los límites de la cordura y la locura lo que pasa es que la mayoría de veces tenemos el boleto de regreso.

Carlos Ann charló con La Jornada durante una visita que realizó a la Ciudad de México antes del concierto íntimo y frenético que ofrecerá el 6 de octubre, por primera vez, en el Teatro de la Ciudad Esperanza Iris.

El músico, quien también se ha presentado en cuatro ocasiones en el Lunario del Auditorio Nacional y en festivales como el Vive Latino y la Semana de las Juventudes, admitió: Es cierto que mis conciertos son experiencias únicas e irrepetibles. Ninguno es igual. Se tienen que vivir para saber de qué hablo. En esta ocasión, es un reto, no sé que vaya a suceder, porque nunca me había presentado en un teatro.

Carlos Ann ha trabajado con figuras como Enrique Bunbury –con quien creó el grupo Bushido–, además de Nacho Vegas, Javier Corcobado, Shuarma, Raphael, San Pascualito Rey, Andrés Calamaro, Luis Miguelez (Alaska y Dinarama, Fangoria), Monocordio, Allan Boguslasky (guitarrista Héroes del Silencio), así como con el poeta Juan Gelman y el escritor y director de cine Alejandro Jodorowsky.

De hecho, en su reciente álbum, Mapa mental, colaboraron Abraham Boba (de Léon Benavente) y Jodorowsky, con quienes logró maravillosas combinaciones para decantar todos sus personajes.

Algo más introspectivo

Sobre su música, Ann recordó: “lo mío es una obra que nace desde la independencia; ha pasado desde el rock hasta la electrónica. Incluso ahora es un pop, algo más introspectivo, como sucedió con Mapa mental, el cual posee un sonido que tenía en la cabeza, que repetí tres veces, porque no lo había hallado. Pero al final con técnicas de los años 60 y estudios de física conseguí este material que se grabó en México, España y Francia, y fue mezclado en Alemania”.

Acerca de su proceso creativo, explicó: “he tirado un boomerang y no he sabido de los efectos que tendrá o lanzado una piedra y no sé donde caerá. En este mismo sentido mis letras han sido honestas. Al margen de que suene un poco egoísta, nunca he pensado en el público en si le va a gustar o no, porque tiene que ser algo sincero y puro”.

Por estas razones, prosiguió, ha habido discos que han conectado más con el público, aunque otros no tanto, los cuales incluso han sido plenamente esotéricos con temas que no son nada mundanos. Cada etapa de mi vida he hecho lo que me correspondía”.

Tampoco he pensado en repetir discos o fórmulas; cada álbum ha sido diferente y contrario al anterior. Es como empezar de cero una carrera. Es un suicidio, sí, un poco, pero también mantienen vivo a un creador.

Carlos Ann reflexionó: los artistas y creadores somos mediums, no somos nosotros los que creamos todo. En mi caso viene mucha información de fuera canalizada y me dejo llevar, la pluma va sola. Hacia dónde voy tampoco lo sé; es el misterio de la vida y la creación. Pero sí tengo muy claro de dónde vengo y es de un barrio, de una familia normal. Lo que hice fue diseñar un sueño que se está realizando. Pero no sé hacia donde va el tren y eso es muy emocionante.

Ann, considerado uno de los representantes de la música independiente en español, quien se define como un aprendiz de las artes, tomará el Teatro de la Ciudad Esperanza Iris la noche del 6 de octubre; hará un recorrido por su amplia trayectoria, rescatando algunas piezas exclusivamente para esta ocasión y arropado por una formación de músicos con un sonido intenso y fuerte.

El concierto, que se efectuará en el recinto de Donceles 36, estará divido en dos actos y presentará una canción que grabó con José Manuel Aguilera, de La Barranca, además de un espectáculo lumínico y rock.