La voz del tlamatini, concierto en Bellas Artes para celebrar al historiador// Leen poemas en náhuatl rescatados por don Miguel, experto en esa lengua originaria
Miércoles 10 de julio de 2019, p. 6
‘‘¡Viva León-Portilla!”, gritó un integrante de la sección de violines de la Orquesta Sinfónica Nacional (OSN) al finalizar el concierto escénico La voz del tlamatini efectuado en la sala principal del Palacio de Bellas Artes, dentro del homenaje nacional que desde principios de julio se rinde a Miguel León-Portilla (1923), historiador, lingüista, humanista y experto en filosofía náhuatl.
A ese acto acudió la titular de la Secretaría de Cultura federal, Alejandra Frausto; la directora del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura, Lucina Jiménez; Ascensión Hernández Triviño, esposa de León-Portilla, y su hija Marisa.
El programa consistió en la interpretación de cinco obras representativas del repertorio clásico mexicano, antecedidas por la lectura dramatizada de textos de León-Portilla y de poemas en náhuatl–con su traducción al español– que el homenajeado ha rescatado en su obra, de poetas como Nezahualcóyotl, Macuilxochitzin y Aquiauhtzin de Ayapanco.
La intervención escénica estuvo a cargo de los actores Jennifer Moreno y César René Pérez. También se proyectó un video de Cruz Alejandra, joven hablante de la lengua totonaca de la sierra de Puebla, quien leyó varios poemas.
‘‘Nos cambió la vida’’, expresa García Barrios
Fue un homenaje a las dotes de León-Portilla en el conocimiento, pues tlamatini, palabra náhuatl, significa ‘‘el que sabe cosas, hombre sabio y erudito”. El tlamatini, según fray Bernardino de Sahagún, a quien don Miguel ha estudiado tanto, es el buen sabio, persona dotada de sabiduría que se encarga de instruir al pueblo y guiarlo al mejor camino.
Antes de que la OSN, dirigida por Eduardo García Barrios, interpretara el primer movimiento de La noche de los mayas, de Silvestre Revueltas, los actores recordaron los ‘‘presagios funestos que afirmaron ver los mexicas y de manera especial Moctezuma desde unos 10 años antes de la llegada de los españoles”, como una llama de fuego en el cielo a modo de aurora y el hervir del agua. También se escucharon Sinfonía india, de Carlos Chávez; Janitzio, de Revueltas; Dios nunca muere, de Macedonio Alcalá, y Huapango, de José Pablo Moncayo.
Antes de dirigir Huapango, García Barrios dijo: ‘‘El maestro León-Portilla ahora está delicado; sin embargo, ha mostrado una profundísima alegría por vivir, por descubrir. Unos de nosotros lo leímos hace algunos años, nos cambió la vida. Nos enfrentó a otra realidad. Hay que festejar al maestro, en grande, su vida y su obra. Qué mejor regalo que la siguiente pieza llena de alegría, de vitalidad de México, de lo que ama: el Huapango de Moncayo”.
Al terminar esa obra que reinterpreta sones veracruzanos se escuchó de entre los músicos el grito ‘‘¡Viva México!” Como el público asistente, muchos de ellos funcionarios del área cultural, querían ‘‘otra”, para complacerlo la OSN repitió el final de Huapango. Fue entonces cuando uno de los violinistas exclamó: ‘‘¡Viva León-Portilla!”