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Inauguran el vitral creado por Vicente Rojo para el Nacional Monte de Piedad

Versión celeste, penacho moderno en terrenos de Moctezuma; ya no habrá que buscarlo en Viena, dice el artista

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▲ Vista del vitral de Vicente Rojo emplazado en la casa matriz del Nacional Monte de Piedad, en el Centro Histórico de la Ciudad de México.Foto José Antonio López
 
Periódico La Jornada
Miércoles 26 de junio de 2019, p. 4

Al realizar su vitral Versión celeste para el Nacional Monte de Piedad (NMP), Vicente Rojo se dio cuenta, en la medida que está en los terrenos de Moctezuma, de que ‘‘éste era un penacho moderno” para el tlatoani mexica y que ‘‘ya no habría que ir a buscarlo a Viena”.

Sentado en un sillón ubicado sobre una plataforma, en el patio central de la casa matriz del NMP, con la cabeza echada para atrás sobre el respaldo, el artista pidió ‘‘acción”. ‘‘Que se prenda” la obra luminosa instalada en el techo del edificio colonial, consistente en 275 cubos de 75 por 75 centímetros, cada uno con su caja de luces controladas por un programa computarizado.

El color básico de ‘‘gris dorado” comenzó a adquirir tonos morados, luego rosados y verdes para dar movimiento a la obra.

Es el primer vitral de Vicente Rojo y su primera obra con movimiento. ‘‘Firmo este trabajo por si no gusta, es mi responsabilidad; si gusta, es el trabajo de un formidable equipo”, expresó el artista ayer durante la presentación del vitral y del libro Versión celeste. La obra luminosade Vicente Rojo en el Monte dePiedad, publicado por Ediciones El Viso, que describe el proceso creativo de esa pieza.

Alegría y humanismo

Para Pedro Romero de Terreros, patrono secretario del NMP, con la presentación del vitral se cierra ‘‘un gran círculo”, ya que Rojo ilustró la segunda edición de Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez, quien para poderlo escribir empeñó varias cosas. Frente a la idea de que las personas que allí acuden no han tenido éxito en la vida, ‘‘que es para, usando el léxico coloquial, el jodido”. Contó el caso de García Márquez:

‘‘Un joven escritor que hace cerca de cinco décadas tenía el sueño de escribir un libro, sin embargo necesitaba recursos. Con el apoyo de su esposa, siempre invaluable, trajo algunas prendas a empeñar: primero, el auto; después una licuadora, una secadora, un calentador, que le permitieron terminar el manuscrito. Después el matrimonio se fue al Palacio Postal. Era un manuscrito bastante copioso de cerca de 700 fojas. Para su sorpresa cuando llegaron a pesarlo no tenían suficiente dinero para mandar todo el legajo a su casa editorial en Argentina. Entonces, pidió quitarle las hojas hasta que llegar a los 45 pesos que traía y lo mandaron.

‘‘Saliendo de allí se sentó con su esposa y dijo, necesito terminar de mandar el legajo porque no se habían dado cuenta que habían mandado el final y no el principio. Echaron mano de lo últi-mo que les quedaba para empeñar que eran unas alhajas que su esposa había recibido de herencia.Con los 50 pesos que recibieron se fueron de regreso al correo donde les costó 48 pesos mandar el resto del manuscrito.

‘‘En este proceso, además, este joven había pedido a su gran amigo y compañero, que lo había apoyado a lo largo de su carrera, que diseñara la portada de lo que sería su libro. La portada se fue por otro camino, llegó un poco tarde así que la primera edición del libro no salió con esta portada, pero la segunda sí. Hoy tanto el libro como la portada son iconos en la cultura latinoamericana. Sería muy difícil pensar en tener una copia de Cien años de soledad sin la portada que diseñó Vicente Rojo.

‘‘Nos da gusto que después de esas cinco décadas cerramos un gran círculo de alguien que vino aquí y como cualquier otra persona pudo encontrar ayuda, pagó y recuperó sus cosas y se ha convertido en uno de los grandes iconos de América Latina”.

En el caso de Vicente Rojo‘‘como el fundador de esta institucion y como algunos otros más que han venido a lo largo de los siglos, vino de España porque la vida lo trajo, pero por decisión propia se quedó a radicar aquí y hoy es un mexicano”.

Armando Chávez, arquitecto encargado de la restauración del edificio, explicó que, en cuanto se planteó su inicio, una de las premisas fue que integrara las artes plásticas. Después de darle vueltas,se decidió intervenir el inmueble donde había tres seudovitrales, copias de vitrales franceses. Entonces se escogió el patio central. Después el problema fue quién iba a hacer la obra. ‘‘Entre los top tres estaban Francisco Toledo, Manuel Felguérez y Vicente Rojo. Se llegó a la conclusión de que Vicente era el bueno y no nos equivocamos”. Para Chávez la luz de este patio ‘‘ahora tiene un nuevo matiz: la alegría y el humanismo de Vicente Rojo”.