El convite con los exiliados // La nostalagia por las canciones de España // Españoles con nuevas formas de hacer patria
inopsis.- En el relato del lunes pasado me quedé en la pantagruélica comida que semanalmente se celebraba en mi casa, merced a la intromisión de la familia de origen hispano (a prueba de todo ADN) apellidada Peral.
A la mitad del convite, unos verdaderos mazazos en la puerta nos advirtieron de la urgencia de alguien por introducirse en nuestra reunión. Pese a que en aquellos tiempos abrir la puerta a las 2 de la tarde no era, como ahora, una audacia, investigué quién pretendía tirar mi puerta. Era un pintor que había llegado a México bajo el amparo de cierto político que en esos tiempos las podía todas (y en esos ayeres el sustantivo y el verbo poder, eran imbatibles).
El nombre del mecenas originario ya no tiene importancia, pero sí dejo la pista porque implica a la segunda o tercera generación de los primeros ilustrados
(licenciados generalmente, luego una especie emergente llamada: economistas
) en acceder a las esferas gubernamentales. Carecían obviamente de posgrados nacionales y con marca extranjera casi inexistente, pero era lo que había y, más allá de ciertos pruritos morales, ahora ¡cómo los necesitamos!
Pues resulta que este español, además de sus cualidades artísticas, era un genio en las nuevas ciencias de las relaciones humanas: al margen de la verdad, él presentaba a las modelos de sus retratos como ellas se idealizaban. Frente a la dolorosa disyuntiva de la realidad o la aspiración, les decía y convencía: eres como quieres. De ti depende ser como estás aquí plasmada. ¡Vete y gústate!
La fama del españolito se extendió entre toda la corte de ese sexenio y, al final, en toda casa de la alta burocracia existía el retrato de este artista español
en la chimenea o la pared principal y si una visitante era tan torpe para preguntar quién era esa beldad, automáticamente firmaba su renuncia a la próxima invitación.
Pero en ese momento nada de esto tenía sentido. Dos españoles hablaban al mismo tiempo. Interrogan, preguntan, pero no les importan las respuestas sino su derecho a interrogar y cuestionar, digas o respondas lo que sea, el interlocutor hará una muy innecesaria acotación.
Aquí el español viejo, obviamente, comenzó: ¿de qué aldea, región, autonomía, pueblo vienes? Y lo más en riesgo: ¿lo tuyo son las antorchas, la clerigallas, qué cantas?, dijo el viejo. ¿Piensas que cantar Cara al sol, estrenado camisa (Cara al sol con la camisa nueva, himno fascista) borra una camisa con la sangre de hombres libres?
No supe qué hacer, pero antes que lo decidiera el pintor se puso frente al viejo y le entonó: Si me quieres escribir ya sabes mi paradero, en el frente de Madrid, primera línea de fuego.
Y luego: Con los cuatro batallones, que Madrid están defendiendo se va lo mejor de España. La flor más roja del pueblo...
Yo, que soy chillón de naturaleza, solamente hipaba, tomaba un trago y abrazaba a quien a mi lado estaba. Pero todavía faltaba conocer uno de los momentos que se viven una vez en la vida. Será suyo la próxima semana.
Twitter: @ortiztejeda