Opinión
Ver día anteriorDomingo 23 de junio de 2019Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
El peluquero romántico
U

na rutina iluminada. Víctor (Antonio Salinas), soltero de 37 años, peluquero de profesión, aficionado a los boleros románticos y a las películas mexicanas de la Época de Oro, amante también de algunas causas perdidas (como la gloria del equipo futbolístico Atlas), acaba de perder a su madre y con ella al cómplice irremplazable de sus manías nostálgicas. Lejos de abismarse en la desolación y la amargura, vive su duelo de modo muy digno, compartiendo discretamente el dolor de la pérdida con amigos cercanos que en su negocio son gente de la casa y fuera de él compañeros de tertulia que matan el tiempo con un poco de alcohol y la bonhomía de veteranos del futbol y de los azares de la vida.

Por las noches, Víctor regresa a esa otra rutina suya que es el cine en video y que lo transporta a una ciudad ya desaparecida, así como a un viejo tiempo añorado, el México de las comedias de Tin Tan (La tijera de oro, Alazraki, 1958) o de los dramas rurales de Roberto Gavaldón (El rebozo de Soledad, 1952). En su casa el tiempo mismo parece haberse detenido por completo: enseres domésticos obsoletos, un viejo televisor y tecnología de sonido aferrada casi a un fonógrafo con música ligada a su recuerdo. Los días del aplicadísimo cortador de cabello transcurren silenciosos e idénticos unos a otros en ese entrañable páramo hogareño, con el único paréntesis y solaz de esas charlas en su peluquería, donde reinan la despreocupación y la camaradería de esos hombres ya maduros y empeñosos tejedores de historias. Esa cotidianidad urbana, algo obsoleta y memoriosa, es lo que captura con enorme delicadeza El peluquero romántico (2016), el largometraje más reciente del zacatecano Iván Ávila Dueñas.

Resulta sorprendente para quienes descubrieron al realizador zacatecano hace 15 años con su arriesgada opera prima, Adán y Eva (todavía) (2004), y más tarde con el perturbador largometraje de 2007, La sangre iluminada (título que Jorge Ayala Blanco calificara del más bello en el cine mexicano), asistir ahora a una narración volcada sin falso pudor a la añoranza de un oficio anterior al del estilista de barber shop, imitación británico, o de ese cine que es aún depósito sentimental de una educación que ignora las redes sociales o de una parafernalia doméstica y vestimentaria al abrigo de las tiranías de la moda. Ese pequeño gran mundo doméstico es la atmósfera en que transcurre la sencilla historia que cuentan Ávila Dueñas y su coguionista Armando López, y que recrea el talento combinado del cinefotógrafo Diego Dussuel, apoyado por el diseño artístico y de producción de Lourdes Oyanguren e Ivonne Fuentes. Una novedosa evocación de un presente empecinadamente anclado en el pasado.

La plácida y taciturna vida del peluquero Víctor tiene un giro inesperado cuando, por azares del destino, tiene que trasladarse, venturosamente, como en una de las viejas ficciones del cine mexicano, hasta Río de Janeiro, esa remota idealización de un gran espacio de libertad y desenfado sensual. En esta segunda existencia soñada del solterón empedernido, han cambiado las escenografías y los fetiches culturales, pero permanece intacto el mismo poder de evocación nostálgica, pasando de algún bolero del trío Los Panchos (Sin ti) a la entrañable voz del carioca Angenor de Oliveira Cartola y su música de samba.

A esa mudanza sentimental del peluquero la acompañan, a manera de visiones recurrentes, las fulgurantes imágenes de una Ninón Sevilla perdida en el torbellino humano de los barrios de Ipanema o Cinelandia en Aventura en Río (Alberto Gout, 1953), y de nuevo el cinéfilo reconoce el estilo muy personal del director de La sangre iluminada, con sus rupturas de tono y de formato, y sus intervenciones en la mesa de montaje, para instalar una nota de delirio en la ensoñación romántica del protagonista. Lo que sigue a todo esto es una historia de amor y un renacimiento existencial que los espectadores irán descubriendo sin que un spoiler les frustre ahora el placer de la sorpresa. El peluquero romántico es el tributo que la modernidad le rinde a las mejores tradiciones de nuestra cinefilia.

Se exhibe en la sala 10 de la Cineteca Nacional a las 14:30 y 20:45 horas.

Twitter: @Carlos.Bonfil1