la llegada de los españoles en la cuenca de México había cinco lagos: Texcoco, Chalco, Xochimilco, Zumpango y Xaltocan, que se alimentaban de otros menores situados a mayor altura y de varios ríos. A su vera se establecieron alrededor de 40 ciudades, la última fue México-Tenochtitlan, que se fundó en unos islotes en medio de los lagos. Esta vasta red de agua permitió el desarrollo de vías fluviales que comunicaban las distintas regiones, propiciando una rica vida comercial.
Ha sido común referirnos al territorio que hoy constituye la Ciudad de México y la zona conurbada como el Valle de México. En realidad es una cuenca que aloja cuatro valles: México, Cuautitlán, Apan y Pachuca. Algunos de ellos están separados por montañas y sierras.
Este sistema montañoso, según los especialistas, comenzó a formarse en el Eoceno, cuando el territorio que ahora llamamos México emergió del mar y se inició un vigoroso proceso volcánico y tectónico. Este habría de conformar, al paso de los siglos, esa prodigiosa cuenca que se alimentaba por el agua de 45 ríos, 14 de ellos perennes que bajaban de las sierras que la rodeaban, de manantiales y de la abundante agua que cae del cielo.
Al poco tiempo de que los conquistadores levantaron su ciudad sobre los vestigios de Tenochtitlan, ignorantes de las habilidades necesarias para convivir en un medio lacustre, padecieron inundaciones que los llevaron desde el siglo XVI a tratar de sacar el agua de los lagos.
El devastador proceso continuó en el México independiente. En la actualidad, el único remanente de los cinco grandes lagos es el de Zumpango. El de Texcoco se desecó por completo.
En los años 60 del pasado siglo el ingeniero Nabor Carrillo realizó un proyecto para recuperar el antiguo lago. Se inició con un plan piloto que abarca mil 680 hectáreas, que constituyen 16 por ciento de las 10 mil que abarca en su totalidad la zona federal del vaso de Texcoco. El lago artificial resultó muy benéfico para el medio ambiente de la Ciudad de México, ya que, entre otras consecuencias, terminó con las tolvaneras que azotaban cada año a la urbe.
Por esa razón, el proyecto del nuevo aeropuerto que se canceló (NAIM) preveía la preservación del lago Nabor Carrillo, así como la creación de varios humedales para ampliar la zona de mitigación.
El aeropuerto que se proyecta en Santa Lucía queda muy cerca del lago de Zumpango, que como mencionamos líneas arriba es prácticamente el único que sobrevive de los originales (hay pequeños lagos en Tláhuac y Xochimilco). Ambientalmente hablando en la actualidad es el cuerpo de agua más importante del Valle de México. Parte de la que se almacena en la laguna de Zumpango es usada para riego agrícola.
De acuerdo con Patricia Ramírez Bastida, bióloga especialista de la UNAM, la cercanía con Santa Lucía pone en riesgo 114 especies endémicas y migratorias, entre ellas patos, gallaretas, garzas, pelícanos y gaviotas.
La investigadora con su equipo ha registrado más de 260 mil ejemplares que vuelan en la zona. Esto indudablemente pondría en peligro las operaciones aéreas. En el lago artificial Nabor Carrillo de Texcoco, lo máximo que llegan a sobrevolar los alrededores son menos de 150 mil aves.
Explica que la dinámica de aves es muy diferente en ambos sitios; pone como ejemplo los iris: aves que salen al amanecer a los campos de cultivo de las cercanías y en la tarde regresan por miles a descansar. En Texcoco se han avistado 50 mil iris, mientras en Zumpango hay parvadas de entre 300 mil y 400 mil ejemplares.
Confiamos que esta situación la estén tomando en consideración quienes llevan a cabo los estudios para el nuevo aeropuerto en Santa Lucía.
Vale la pena darse una vuelta al lago de Zumpango; el fin de semana, en sus márgenes, se establecen comerciantes de comida típica y artesanías. Le pueden preparar un sabroso pescado recién sacado del agua. Hay un paseo en lancha a visitar el islote de San Pedro. Entre semana lo disfruta en solitario; una agradable experiencia que lo traslada al México prehispánico.