Sábado 22 de junio de 2019, p. a16
Preservar la magia, guardar memoria de lo trascendente. Sentir. Pensar. Sentir antes de pensar. Esa es la ruta de Martin Scorsese para su nuevo trabajo: Roller Thunder Revue, estrenado en Netflix hace pocos días y que ha causado revuelo por su contenido: una mezcla entre ficción y realidad, un juego de espejos. Un homenaje a la creación artística. A la belleza, en palabras del propio cineasta.
Una secuencia condensa la intensidad de este documental imprescindible: una joven llora de emoción y felicidad al final de un concierto de Bob Dylan. Su rostro en éxtasis nos espejea.
Conmovido, Martin Scorsese cuenta en una entrevista grabada en video a propósito de su película: ‘‘esa escena de esa muchacha llorando de felicidad nos hace sentir, pensar. Sentir antes de pensar. Y eso es algo que debemos preservar, documentar para no olvidar. Mi propósito central en este filme consiste en capturar la magia de la belleza, la magia de la creación artística.”
Esta película, disponible en Netflix, ‘‘no tiene una historia o anécdota qué contar”, advierte Scorsese. Está estructurada a partir del pietaje que realizó Stefan von Dorp, contratado para filmar la gira Roller Thunder Revue por muchas ciudades y pequeñas poblaciones de Estados Unidos, siguiendo el viejo modelo de las caravanas artísticas.
El propio Dylan manejó el camioncito donde se trepó una trouppe fantástica, encabezada por Bob Dylan en un listado de antología: Joan Baez, Allen Ginsberg, Sam Shepard, Patti Smith, Joni Mitchell…
El juego de espejos incluye pistas y despistes, ficción y realidad, versiones y mucha diversión. Por ejemplo, el cineasta Stefan von Dorp no aparece en el filme porque fue él quien filmó el pietaje original. Su personaje lo representa el actor Martin von Haselberg.
El pietaje de época se combina con entrevistas realizadas recientemente por el propio Scorsese, en primer lugar con Robert Zimmerman, quien ironiza frente a la cámara. De la entrevista con la actriz Sharon Stone surge otra pista plena de ironía: narra muy sonriente a Scorsese cuando tenía 19 años (en realidad, luego se sabría en el filme, tenía 16) y su madre la llevó a un concierto de Bob Dylan y ella, Sharon, para verse muy chida, se puso una camiseta con la efigie del grupo Yes.
Por alguna razón no revelada tuvieron problemas para entrar y en eso pasó Dylan y le hizo una señal a la muchachita, a quien hizo pasar con él y le dijo que le había escrito una canción, así nomás, de verla, y la tocaría en el concierto.
Ella quedó impresionada cuando Bob Dylan cantó: ‘‘she takes just likea woman, yes / she makes love just like a woman, yes she does / and she aches just like a woman / but she breakes just likea little girl.”
En la entrevista a Scorsese, Sharon Stone revela el truco: ‘‘uno de los músicos de Dylan, T-Bone Burnett, me dijo luego que esa canción la había escrito Bob diez años antes.”
Sharon Stone dice a Scorsese frente a la cámara que Dylan le hizo plática a propósito de su camiseta: la efigie de los músicos del grupo Yes, pintada la cara de blanco. Le preguntó por Izumo Okumi, que si había vomitado sangre sobre el público y Sharon dijo que no conocía a Okumi, la fundadora en el siglo XVII del Teatro Kabuki, donde los actores se pintan de blanco la cara.
Lo cierto es que Dylan tomó la decisión de pintarse la cara de blanco, al estilo kabuki, como lo hicieron también Joan Baez y la violinista Scarlet Rivera. Fueron más allá en sus experimentaciones teatrales: usaron una variedad inmensa de máscaras de silicón para presentarse en escena.
La presencia constante de Joan Baez en escena es el alma del filme. Juntos, cantando, bromeando, viviendo su amor imposible. Ella a él: ‘‘escribes maravilloso, obras maestras”, en una escena del pietaje original y en entrevista con Scorsese refrenda el amor y la admiración por Bob Dylan, a su vez refrendados por él, en su momento frente a la cámara de Scorsese.
Otra presencia fascinante en la película: Scarlet Rivera, violinista de leyenda quien llevó a Dylan a una ceremonia íntima gitana y a un concierto de Kiss, pues ella era novia de Gene Simmons, líder de la banda y llena toda ella de mitos e historias inventadas. Para empezar, se hacía pasar como de ascendencia gitana, cuando su nombre verdadero es Donna Shea y sus ancestros son italianos eirlandeses.
Dylan cultivó así la leyenda de la enigmática Scarlet Rivera: ‘‘ella viajaba con un baúl lleno de espejos y espadas: todos huían de ella, menos yo.”
Momentos fascinantes también, cuando la joven Patti Smith recita sus poemas alucinantes, en el mismo tono que los de su amigo y maestro, Bob Dylan.
O cuando Allen Ginsberg se pone a bailar, a practicar la meditación budista, a leer sus poemas, a repartir volantes para los conciertos y aceptar ser excluido de la banda (sólo pudo tocar una sola nota, en el armonio, en una canción de toda la gira) por limitaciones de presupuesto.
O cuando Sam Shepard dice a la cámara: a la fecha no sé para qué me contrató Bob Dylan. Lo que sí recuerdo es que había mucha intensidad, mucha armonía. Era hermoso.
Bob Dylan había contratado al cineasta Stefan von Dorp, al poeta Allen Ginsberg y al dramaturgo Sam Shepard para que escribieran escenas para un filme surrealista que luego escribió él solito: Ronaldo and Clara, siguiendo el modelo del filme francés Les enfants du paradis, donde su esposa, Sara, es caracterizada como Clara y él, Dylan, como Ronaldo, pero caracterizado por el actor Ronie Hawkins, mientras Joan Baez es ‘‘la mujer de blanco”.
El filme Ronaldo and Clara duraba cuatro horas y fue un fracaso en las pocas salas de cine donde se alcanzó a proyectar. Sam Shepard no escribió ninguna escena, pero llevó un diario de viaje durante toda la gira y publicó después el libro Rolling Thunder. Con Bob Dylan en la carretera (se consigue en español, bajo el sello Anagrama) y Allen Ginsberg animó la película con intensos momentos, entre ellos un diálogo sobre filosofía, poesía y la vida y la muerte con Bob Dylan.
El Disquero ya se había ocupado, hace un par de semanas, del material sonoro de la gira Rolling Thunder. Ahora recomienda con alegría y entusiasmo disfruten el filme de Scorsese en Netflix.
Es un hermoso homenaje a la belleza, y en especial al gran amor de Bob Dylan a la música. Ese es el verdadero protagonista del filme de Martin Scorese: el amor a la música.
Es por eso que la escena de la muchacha que llora en éxtasis al final de uno de los conciertos es la columna vertebral de la película.
El amor a la música está en el filme en los planos generales, los big close ups a sus ojos, su rostro, a los rostros de él y de Joan Baez y la figura cuasi mitológica de Scarlet Rivera.
‘‘La música es parte fundamental de mi vida”, dice Martin Scorsese.
Su nuevo filme sobre Bob Dylan lo demuestra.