En su libro Imaginar el proletariado, el historiador estadunidense profundiza en la ‘‘edad de oro’’ de la creación estética ligada a los movimientos sociales
Sábado 22 de junio de 2019, p. 2
Es difícil hacer una revolución y también arte, pero en México, no obstante los importantes cambios sociales que ocurrieron a principios del siglo XX, se dieron las condiciones para que un valioso grupo de pintores se asumieran como ‘‘obreros intelectuales” del recién nacido gobierno posrevolucionario.
El periplo de esos creadores es narrado por el estadunidense John Lear en su libro Imaginar el proletariado, publicado por Grano de Sal, en el cual el historiador de la Universidad de Puget Sound, en Washington, describe la experiencia del arte mexicano de 1908 a 1940.
En entrevista con La Jornada, explica que fue Gerardo Murillo, el Dr. Atl, quien desde finales del Porfiriato impulsó el muralismo; ‘‘sus jóvenes colegas lo miraban como a un profeta de las cosas que podrían pasar; él mismo se metió plenamente en la Revolución y modernizó a los artistas para impulsarlos a repensar su papel en la sociedad.
‘‘Los convencen para sumarse a los constitucionalistas, lo cual es un logro muy importante, pues México tuvo a artistas como David Alfaro Siqueiros quien asume un papel militar y otros como José Clemente Orozco que comenzaron a hacer caricaturas ácidas. También hubo quienes, como Diego Rivera, se pasaron la Revolución en Europa y regresaron a México cuando ya estaba la mesa puesta.”
Acercamiento entre obreros y artistas
John Lear añade que le encantaría decir que sin muralismo o sin revolución en el arte no hay revolución social, “pero eso no es exacto. Sin embargo, es interesante ver cómo a finales del Porfiriato sucedieron muchas cosas que anticiparon lo que vendría después. El proyecto de muralismo del Dr. Atl y el rechazo a la academia comenzó mucho antes de la Revolución, periodo en el que fue difícil hacer arte aunque hubo momentos de innovaciones, por ejemplo con las escuelas al aire libre, pero el país estaba ocupado en otra cosa.
‘‘La Revolución no dependió de los artistas, pero en cuanto ésta terminó los autores ya tenían la mesa puesta, no sólo para seguir proyectos del gobierno sino también para chocar con él. Lo que me interesaba en mi libro es pensar en esos artistas, juntar sus intereses con los de la clase obrera y la gente trabajadora durante la Revolución y de alguna manera reflexionar en los dos grupos no sólo como aliados, sino en su quehacer, bastante similar, hacia esta nueva sociedad, hacia el gobierno revoluciona-rio, hacia la capacidad de sus anhelos de transformar la sociedad.
“Es en los años 20 del siglo pasado cuando mejor se ve el acercamiento entre los trabajadores y los artistas, el proyecto de José Vasconcelos de los murales en edificios públicos es enorme e importante como iniciativa gubernamental, tiene sus tensiones y choques, pero hay otras historia atrás, la de los pintores que se asumieron como obreros intelectuales que trataron de formar sus sindicatos, trabajar colectivamente y acercarse al movimiento obrero oficial.
‘‘Pero muy pronto muchos, no todos, se dan cuenta que la visión de la oposición del Partido Comunista es más relevante y cercana a sus sueños, o incluso aceptan los sueños del partido. Es cuando se meten plenamente a colaborar con los líderes de los sindicatos, que muchas veces son vistos también como otra vanguardia educada.”
Cansancio de imágenes de patriarcas como Siqueiros
John Lear señala que después de esa suerte de ‘‘edad de oro” del arte ligado a movimientos sociales, ‘‘por un lado hay una generación de artistas que se cansaron de las imágenes de esos patriarcas, como Siqueiros, que decían que sólo había esa ruta. También sucedió que el gobierno participó desde el principio y pagaron el muralismo oficial, con el tiempo se institucionalizó y se hizo un museo de lo que debía ser la interpretación de la historia viva o llamados para el cambio.
‘‘Luego, el arte abstracto le quitó muchas veces, no siempre, el aspecto político y la militancia a un arte que podía crear propaganda pero también conciencia. Pero nunca ha desaparecido el arte político figurativo, la tradición permanece, lo veo en ciertos momentos con el Taller de la Gráfica Popular, y en estos días en Chiapas y en Oaxaca. Hay artistas en esa tradición que están ahí, acompañando los movimientos sociales cuando hace falta”, concluye el autor.
Ayer Lear sostuvo un diálogo en torno a su libro con la curadora Paola Uribe y Rodrigo Castillo, en la Sala de Arte Público Siqueiros y hoy a las 13 horas, en La Casa del Hijo del Ahuizote (República de Colombia 42, Centro), el autor impartirá una conferencia sobre Imaginar el proletariado y posteriormente conversará con Diego Flores Magón, director de ese centro de documentación, sobre la actual relación del arte y los movimientos sociales.