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Moralina y violencia machista en Egipto

L

os fieles de la Iglesia copta descienden de los egipcios del tiempo de los faraones. La lengua copta hunde sus raíces en la escritura jeroglífica. Y su liturgia, en la del patriarcado de Alejandría, primer centro intelectual de la cristiandad.

Desde el siglo V difieren de la Iglesia católica pues no creen en las dos naturalezas de Cristo: la divina y la humana. Como la siria y la armenia, sólo en una sola.

Diezmada y perseguida por el avance del Islam, de 95 millones de habitantes que tiene Egipto, 10 millones son coptos y desde el siglo XIX convivían pacíficamente con la mayoría musulmana. Pero los últimos años el grupo yihadista Estado Islámico ha causado decenas de muertos y heridos al explotar bombas en varios templos coptos.

Ante la presencia de los grupos extremistas, se esperaría que los líderes de dicha iglesia fueran tolerantes. No es así. En un sermón con motivo de la Pascua, el sacerdote Daud Lamei maldijo la ‘‘vestimenta indecente que revela el cuerpo de las mujeres y las niñas al acudir a las celebraciones religiosas. Creo que cualquier hombre que deje a su esposa salir de su casa vestida pecaminosamente será juzgado ante Dios’’, dijo.

Musulmanes y cristianos condenaron en las redes sociales esas expresiones y recordaron que el líder de la Iglesia copta, el patriarca Teodoro II, apoya al dictador egipcio Abdelfatah al Sisi.

A la moralina declaración del sacerdote se sumó recientemente la de Ahmed el Tayeb, imán de Al Azhar, la institución más prestigiosa del Islam suní. Sostuvo en la televisión que ‘‘las esposas pueden ser golpeadas siempre y cuando ningún hueso resulte roto como consecuencia de la golpiza’’. Dijo que El Corán lo permite, lo cual no es verdad.

En Egipto alrededor de 60 por ciento de las mujeres ha sufrido acoso, pese a una ley contra esa práctica que incluye penas de hasta cinco años de prisión y multas de 6 mil dólares. Además, cada dos minutos y medio hay un nuevo divorcio, atribuido a la violencia machista.