ntre tanto problema que gobiernos anteriores dejaron en herencia contaminada a la actual administración capitalina, se encuentra el complejo y multifacético asunto de la Central de Abasto (Ceda), corazón del comercio de alimentos no sólo para la metrópoli, sino también para una extensa zona del sur y el centro de la República. Su importancia en la economía es indiscutible: las cantidades de frutas, legumbres, especias, granos, abarrotes y otras mercaderías son impresionantes; el número de personas que acude diariamente a vender y a comprar se acerca al medio millón y los vehículos son incontables; por ello, con razón se dice que se trata de una gran ciudad comercial en medio de la monstruosa urbe mayor que es México.
Su extensión es de más de 300 hectáreas, sus bodegas almacenan miles de toneladas de mercancía y dentro del recinto, junto con las grandes naves de ellas, hay todo un sistema urbano complicado. Además de extensos estacionamientos para la carga y descarga cotidiana, se reservan áreas de pernocta
para quienes no vendieron su mercancía durante el día. Pero hay mucho más: desde pequeños puestos de comida, pasando por fondas hasta restoranes, uno que otro de lujo; bancos, oficinas administrativas, una agencia del Ministerio Público, algunas capillas populares clandestinas, baños públicos, mercados para la venta al menudeo, y más y más espacios y actividades lícitas e ilícitas, que no estaría seguro de poder agotar en esta lista.
Y ese centro neurálgico del comercio en México, en el que diariamente se mueven fortunas difíciles de determinar tanto en mercancías como en dinero en efectivo, vive desde hace un muy buen tiempo en medio del descuido, la incuria y la mugre. Triste herencia que es por un lado el símbolo de la riqueza del país, central de abastecimiento de alimentos para millones de personas, verdadera bolsa de valores y mercado en el preciso significado del término, en donde se fijan los precios por la ley de la oferta y la demanda, pero por otro, es un lugar en el que se respiran el abandono y el riesgo.
Proliferan los extorsionadores y los ladrones de diversas especialidades, chineros, arrebata-bolsas y asaltantes de arma blanca; hay prostitución, fuerzas de choque particulares formadas por carretilleros y simples vagos; se encuentran por todas partes coyotes, intermediarios que pueden sorprender a los incautos. Entre la basura, cerros de basura, la fauna nociva es dueña de día y de noche de amplios sectores de la Central; en resumen, todo está cogido con alfileres y es permanente el riesgo de que un centro comercial tan importante colapse de un momento a otro.
Se dice que no hay en el mundo un mercado más grande y es posible que sea cierto; grandes y pequeños productores venden tranquilamente sus mercancías; detallistas y pequeños comerciantes se surten al lado de amas de casa que van a la central por el mandado
; conviven el comercio honrado y tranquilo con un ambiente difícil y de riesgos. Evocando a López Velarde podemos decir a la Ceda: vives al día, de milagros como la lotería
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Últimamente hay buenas noticias: el gobierno capitalino anuncia una inversión de 800 millones de pesos para atacar los principales problemas del gran mercado. Se trata de una alentadora noticia; se anuncia que se renovarán 7 mil metros y pico de tubería, colectores y drenaje; 500 mil metros cuadrados serán pavimentados y se revisará el cableado eléctrico. Con estas obras y la promesa de atender el grave problema de la inseguridad, se trata de justificar el aumento a las cuotas de mantenimiento que soportan los bodegueros y locatarios, conocidos como participantes
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Otra buena noticia es que esos participantes, fideicomisarios en el contrato inicial, vuelven a organizarse como lo hicieron antaño y podrán exigir que a cambio de los pagos de sus cuotas, reciban buenos servicios. Alienta que los participantes participen. (Perdón por el pleonasmo repetitivo).