nterrumpo la serie que venía comentando sobre el campo mexicano debido a la gravedad del momento actual.
Creo que la mejor medicina contra los determinismos es la política. La política democrática debe seguir guiando los pasos del país. Pero me parece inevitable el choque contra el gobierno de Estados Unidos, debido al truhan que lo dirige.
El patán de la Casa Blanca tiene un propósito en la vida: ganar a como dé lugar. Cree que lo ha logrado, pero si analizamos con rigor su trayectoria lo que resalta son derrotas sistemáticas a pesar del uso contumaz de la mentira, los pactos turbios y el apoyo decisivo que recibió de su papá.
Como presidente se ha dedicado a socavar la democracia norteamericana, a romper el frágil orden mundial, a aliarse con la peor calaña de dictadores y a rodearse de sicofantes y rufianes.
Lo único que lo guía es ganar su relección, no sólo porque siempre quiere ganar, sino, sobre todo, porque si pierde va derecho a enfrentar miles de litigios penales y civiles que lo terminarán llevando adonde merece estar: la cárcel.
Espero que nadie en nuestro país, particularmente en las elites, se esté haciendo pendejo y no quiera asumir un diagnóstico equilibrado y matizado como el que presento líneas arriba. Espero que nadie suponga que con ideas geniales vamos a convencer a la Fuerza Siniestra que se apoderó de la Casa Blanca.
Entonces, ¿qué hacer?, como diría el clásico.
En primer lugar, hay que reconocer el lema central de la narrativa de la 4T: la mejor política exterior es la política doméstica –que fue clave para México en los 60 del siglo pasado–, quedó hecho añicos con el desplante del energúmeno, además de ser francamente disfuncional en el contexto actual.
Quizás la explosión de rencor y racismo logró poner de cabeza el mentado lema: la mejor política doméstica es la política exterior.
Entonces, la pregunta es: ¿para qué ganar 45 días?
Como creo que AMLO es un patriota y que el canciller Ebrard es uno de los políticos mejor preparados para encarar una crisis de las dimensiones que enfrentamos, pienso que en esos 45 días buscan obtener dos cosas: una propuesta alternativa al de tercer país seguro
o primer país de asilo
que requerirá el apoyo y aval del Acnur y otros organismos internacionales. ¿Algo así convencerá al patán de la Casa Blanca? Desde luego que no, pero encarecería la medida de recurrir inmediatamente a los aranceles.
Al mismo tiempo, el gobierno mexicano esperaría una reducción importante de los migrantes arrestados en Estados Unidos. ¿Satisfará esto al energúmeno mayor? Absolutamente no, pero tendrá cifras para presumir a su cofradía electoral.
Mientras tanto, el gobierno estaría buscando articular una coalición dispuesta a enfrentar al patán en un esquema que acepte el escenario arancelario como el ámbito del conflicto principal, siempre y cuando el patán siga con su amenaza nuclear
para asegurarle que no estamos como en la primera negociación en el dilema del prisionero
–no sabiendo qué tan ciertas eran sus amenazas–, sino en una estrategia de mutua destrucción asegurada
(Mad, por sus siglas en inglés) –dispuestos a pagar por ver si cumple sus amenazas. Así lo hicieron los demócratas cuando el cierre del gobierno federal el año pasado, y perdió el energúmeno –aunque como narcisista maligno siempre encuentra como proclamarse victorioso.
¿Se puede lograr esa coalición? Creo que sí, ampliándola y profundizándola en los dos sectores que no están bien representados: los grandes empresarios y los expertos-técnicos.
Mientras tanto, la batalla estratégica se libra en otro espacio donde comunidades, migrantes y organizaciones no gubernamentales son decisivos. Recuperar el territorio que incluye de manera subrayada nuestras dos fronteras externas: norte y sur, y nuestras tres fronteras internas: eje transístmico, eje del río Balsas y CDMX. ¿Alguien lo logró exitosamente antes? Sí, Lázaro Cárdenas.
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