‘‘Memorias de un hijueputa’’, de Fernando Vallejo
espués de vivir en México desde 1971 y escribir aquí sus 21 libros y dirigir tres películas, Fernando Vallejo (1942) decidió regresar a Colombia. Dice que para siempre. No pudo soportar el dolor que le causó la muerte de su compañero David Antón a fines de 2017.
Pero regresó encarnado en quien, luego de ser presidente de su país, se convirtió en dictador que se propuso realizar el trabajo más noble: liberar a Colombia de sí misma, de todos los males que generaban sus 47 millones de habitantes ‘‘atropelladores, paridores, carnívoros, cristianos’’. Todos ellos abusaron de la paciencia del sátrapa.
Y para que no siguieran viviendo en la impunidad ‘‘de fiesta en fiesta sentados en sus culos viendo darle patadas a un balón’’, fusiló a los ex presidentes, a todos los legisladores, ministros de la Corte Suprema de Justicia, ex integrantes de la guerrilla, a los paramilitares.
Igualmente a 10 mil motociclistas que lo desafiaron con un paro. El dictador los consideraba una plaga. Aunque menos que las tres religiones monoteístas, a las que desenmascara y muestra las mentiras doctrinales sobre las cuales se sostienen.
Como el dictador presume ser muy culto, critica poemas de César Vallejo y Pablo Neruda. Y, de paso, hace escarnio del marqués Mario Vargas Llosa, Nicolás Maduro, Fidel y Raúl Castro, el Che Guevara y Cristina Fernández; del ex rey de España, por matar elefantes. Y de Donald Trump por estúpido.
El sátrapa abomina todo lo que huele a patriotismo. De su ira solamente se salvan los animales, a los que protege por sobre todas las cosas.
El dictador no quiso que sus actos purificadores quedaran solamente en el recuerdo. Y por eso dejó escrito para la posteridad lo que hizo en bien de su país, tan ingrato. Le puso nombre: Memorias de un hijueputa. Las publica Alfaguara.
Una prosa insólita, difícil de ubicar en los géneros literarios. Toda la pasión y la rabia están allí para narrar los vicios de su país, reflejo de lo que ocurre en otros de América Latina.