uchos, diversos y apremiantes retos tiene el general Bucio y su Guardia Nacional (GN). Los desafíos que enfrenta para articularla y empezar a operarla son tremendos. Entre ellos toma gran relevancia la urgencia de hacerse de un ambiente de bienvenida por la sociedad ante el hecho de que la GN nace enjuiciada y con una espada sobre el cuello: la primera violación a los derechos humanos, el primer error de consideración, le sería sumamente costoso. En dos palabras, le urge prestigiarse en medio de una marea de violencia creciente.
A esta persona honorable le está demandado el construir una institución de carácter histórico. Debe conjugar en su persona el ser una especie de arquitecto de la institución y simultáneamente su gran operador, difícil dualidad. Su desarrollo como una institución permanente, eficiente y respetada hubiera demandado partir de implantar una fórmula general de control de la violencia, pero al Presidente le importó más exhibir sus uniformes.
Faltó la esencia del cuerpo: una política policial. Ese sería el marco interpretativo de partida. Seguir reduciendo todo a sólo a enbestir al crimen de manera genérica y casi siempre reactiva sería un error. La violencia es inextinguible. El objetivo es el control especializado de sus complejas manifestaciones. El general Bucio sabe bien lo que es mantener la iniciativa.
Reto de gran seriedad son los complejos procesos de consolidar en armonía tres fuerzas disímiles. Es una compleja función de creatividad y concertación política, jurídica, social, militar, policial, operativa y administrativa. Hoy la GN está integrada por tres perfiles culturales, doctrinales, legales, sicológicos y conductuales distintos, Ejército, Marina y Policía Federal. Son tres orígenes cuyas diferencias se expresarán a diario en todo.
El general debe armonizar tres culturas mediante una tarea que demanda don de mando, prestigio personal y técnico y firmeza en la conducción. Recordar que en la fundación de la Policía Federal Preventiva, en 1999, se intentó subsumir elementos de esas mismas fuerzas y por una falta de percepción amplia del problema de identidades se terminó en un fracaso. Militares y marinos terminaron yéndose por donde vinieron. En el proceso debe reconocerse que entre las fuerzas existen animosidades adversas. Operarán la prepotencia, el recelo, rivalidades históricas, el menosprecio recíproco y el protagonismo entre ellas. Así son, hay que reconocerlo.
Fue notoria la improvisación para montar una Guardia Nacional que operara al otro día (Minatitlán). No es plausible, pero ha sido ineludible el acto de prestidigitación de tomar un soldado, ponerle siglas de la GN y asunto resuelto. No era así el programa. Hace un año el panorama belicoso era otro y eran días de campaña.
Hoy se demanda de otro enfoque que es reconocido por la autoridad: al final sólo la profesionalización ofrece garantías. Háganse cálculos sobre el número, especialidades y jerarquías de miembros de la GN que se han anunciado. Bajo la estimación más optimista sencillamente el personal docente calificado en esa disciplina numéricamente no existe.
Podemos improvisar, adaptar, acondicionar, construir infraestructura. Lo que no se puede es improvisar la disponibilidad de profesores e instructores. Punto central es identificar que los guardias no son una masa, sino que están jerarquizados en niveles de mando y especialidades que operarán en ambientes geográficos distintos, por lo que requieren de profesiogramas distintos.
Deben proyectarse metas numéricas de formación educativa, programas de enseñanza y contenidos, textos escolares, profesorado en número y calidad acreditada e instalaciones físicas complejas y costosas. La profesionalización de inicialmente 30 mil supuestos policías de Sedena y de 8 mil de Semar y lo que siga es ya de sí tarea de titanes. Una realidad no suficientemente valorada es que no existe el número y diversidad de docentes que se requerirán a corto y mediano plazo. Puede ser el talón de Aquiles del proyecto.
El despliegue regional de la GN parece ser correcto, pero es una definición que trae con él un serio problema político de armonizar varios niveles de competencia de las fuerzas municipales, estatales, Ejército o Marina, la Fiscalía General de la República, el Centro Nacional de Inteligencia (CNI, antes Cisen), coordinaciones regionales y ahora la GN, todos ellos operando en las mismas áreas y con responsabilidades difícil de diferenciar en el campo de las operaciones.
Alguna autoridad podrá desdeñar esta inquietud diciendo: todo está previsto en la ley
. La lamentable verdad es que no será así, hay experiencias. La verdad es que el general Bucio y sus comandantes regionales deberán hacer portentos de relación humana y es de calcularse que las fuerzas municipales y estatales simplemente se retraerán.
Estas ideas son realidades contundentes en este esfuerzo nacional. Descifrarlas puede hacer real o no una GN como la que todos esperamos. Es oportuno expresar que el éxito del general Bucio será un beneficio general. Merece nuestra compresión y solidaridad.