l primer semestre de 2019 trae consigo muchas pésimas sorpresas y mucho crujir de dientes. En cultura, a cinco meses de haberse iniciado el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, fundaciones e instancias sociales, culturales y hasta de beneficencia médica todavía esperan ser atendidas.
En lo que sí no hay espera posible es en la relación de un Presidente sexenal y su gabinete con la naturaleza. La Tierra no espera. Si tenemos dos gramos de sentido común, todos sabemos que la naturaleza manda. ¿O no lo sabemos? Tal parece que NO, porque en este año de 2019 hemos sido testigos de una temporada de graves incendios forestales no sólo en México, sino en el hemisferio norte. Una tierra deshidratada, una tierra sobre la que no llueve, es terreno fértil para el incendio. Se va secando poco a poco y hasta la atmósfera que la rodea se vuelve combustible.
Todos conocemos el poder destructivo de un incendio y muchos sabemos (algunos por propia experiencia) que controlar un incendio es muy difícil. Pocos gritos de alarma más atemorizadores que ¡Fuego!
¡Fuego!
Pocos grupos humanos mejor considerados que los bomberos. El niño que declara de grande, quiero ser bombero
es considerado un futuro salvador de la humanidad. Roberto Pedraza, en la Sierra Gorda de Querétaro, se ha convertido en un notable protector de la naturaleza, siembra árboles, los ve crecer y conoce el bosque desde niño (prácticamente ahí nació), lo recorre todos los días y cada incendio es para él una trágica mutilación. Me tocó andar con mis colegas durante casi dos semanas brechando y apagando fuego. Es una sensación fea de impotencia, todo calcinado, el calor brutal y la luz enrarecida por el humo. Y el olor a quemado. México no se merece eso
, escribió desesperado.
En este 2019, en Rusia, Canadá e Israel las llamas subieron hasta los bordes de Jerusalén y provocaron la muerte de 42 personas. En Alberta, Canadá, 10 mil personas tuvieron que ser evacuadas en mayo. Sólo en los primeros cuatro meses de este año el Reino Unido sufrió mayores incendios forestales que durante todo 2018. Por culpa de la sequía, California padeció la peor temporada de incendios forestales; provocó la muerte de 80 personas y daños por 12 mil millones de dólares. Estos incendios están íntimamente ligados a un temprano deshielo y a temperaturas excepcionalmente altas que la primavera nos trajo en 2019. Hoy por hoy, en el verano que apenas asoma, el hemisferio norte también vive una intensa temporada de incendios.
Para México, 2019 ha roto marcas de incendios por varias razones: en 2018, nuestra temporada de lluvias fue muy escasa y provocó una intensa sequía con la que iniciamos este año. Desde marzo, temperaturas muy altas propiciaron la peor temporada de incendios en muchos años que se exacerbó ante la poca capacidad de combate de la Comisión Nacional Forestal, resultado del severo recorte presupuestal que el actual gobierno hace al sector ambiental. El gobierno de Andrés Manuel López Obrador eliminó también los recursos del Programa de Empleo Temporal, que en el medio rural acudía a personas de escasos recursos que cavaban brechas abiertas para detener el avance del fuego.
El incendio que sufrió la Sierra Gorda de Querétaro refleja una completa falta de previsión de la actual administración, ya que en vez de fortalecer a Patricia Ruiz Corso y a su equipo, que preveía un año difícil, se recortó el presupuesto destinado a la protección de nuestros bosques demostrando gran falta de visión y mucha imprudencia.
En temas medioambientales, el gasto público tuvo una reducción significativa en el Presupuesto de Egresos de la Federación 2019. La Comisión Nacional Forestal (Conafor) recibió 2 mil 765 millones de pesos, en contra de los 3 mil 991 asignados en 2018. Además, partidas específicas como el Ramo 16 del sector ambiental se redujeron 32 por ciento. Se hizo un recorte de 42 por ciento al Anexo 16 que se ocupa de mitigación y transición de los efectos del cambio climático. Esos recortes provocaron, a mediados de mayo, la fuerte contingencia ambiental en la Ciudad de México que todos padecimos. También por ella, en este 2019, perdimos muchos de nuestros bosques en 5 mil 622 incendios forestales en todo el país, de los que se calcula que 90 por ciento son provocados.
Es incalculable el daño a la biodiversidad y a los servicios ambientales que también amenazan a comunidades rurales. El incendio (que puede evitarse) tiene un costo trágico en vidas humanas. Apagar un fuego forestal es un oficio peligroso y mal remunerado, y los combatientes de incendios forestales expuestos al humo, arriesgan su vida.
En el caso de la Sierra Gorda las cifras hablan por sí mismas. Del primero de enero al 23 de mayo de 2019 se incrementó el número de incendios en 100 por ciento respecto de todo 2018. La superficie total afectada aumentó mil 53 por ciento respecto de la superficie quemada de enero a diciembre 2018. Pasó de 228 incendios en todo el año a casi 4 mil en lo que va de 2019.
El más severo de los incendios de 2019 afectó a 3 mil 250 hectáreas de bosques templados al este de la Sierra Gorda. Combatirlo significó la muerte de seis personas (cinco marinos y un trabajador de la Conafor) en un accidente en el que un helicóptero de la Marina se desplomó y su explosión amplió el frente del incendio. Combatir el incendio reunió a elementos de la Conafor, del Ejército Mexicano, de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas y del gobierno de Querétaro, trabajadores de la Secretaría de Desarrollo Agropecuario, de Protección Civil, del Ayuntamiento de Jalpan de Serra, del Grupo Ecológico Sierra Gorda y de diferentes cuerpos de Bomberos, Cruz Roja y voluntarios de comunidades vecinas y de la región. Este gran incendio amenazó a varias localidades. De no haberse frenado con el despliegue de recursos humanos, su costo pudo haber sido más alto tanto en vidas humanas como en infraestructura destruida.
Los efectos del cambio climático son reales y no existe en las políticas públicas ni en el presupuesto de los tres niveles de gobierno el combate a incendios. El menosprecio de las autoridades es evidente y los gobernantes no parecen darse cuenta que las condiciones climáticas son en sí una bestia peligrosa que se retroalimenta con sinergia propia
y cada año rompe el límite de altas temperaturas a escala global. Este cambio propicia fenómenos meteorológicos extremos: sequía, tornados e inundaciones. Cada incendio libera miles de toneladas de dióxido de carbono, aumenta el efecto invernadero y provoca futuros incendios.
Errar es humano, pero rectificar es de sabios. Ojalá el Ejecutivo federal fortalezca el presupuesto vital de la nación en el que los bosques ocupan un primerísimo lugar. También urge fortalecer el presupuesto de la Conafor, institución pública que demuestra tener experiencia en el combate de los incendios forestales.