l multitudinario acto de unidad nacional
llevado a cabo ayer en Tijuana, Baja California, a instancias del presidente Andrés Manuel López Obrador, para celebrar el levantamiento de las medidas arancelarias que el gobierno de Donald Trump había amenazado con aplicar a México, tuvo lugar en un contexto de previsible alivio por haber sorteado, al menos de momento, la complicada coyuntura política generada por las presiones de Washington en torno al flujo migratorio que atraviesa nuestro país rumbo a Estados Unidos. Puso de manifiesto, también, la satisfacción gubernamental por el desempeño de una comisión negociadora que, con muy poco margen de maniobra frente a la formidable presión de la primera potencia mundial, logró frenar una acción que hubiera perjudicado en diverso grado a las economías de las dos naciones, aun cuando será preciso examinar con detenimiento todos los términos de la negociación y seguir muy de cerca el desarrollo de los acontecimientos en el futuro inmediato.
Pero el acto tuvo también una faceta que vale la pena considerar, porque se ha presentado antes (en México, pero no sólo en nuestra nación) a lo largo de distintas coyunturas históricas. Se trata del valor de una toma de posición común a la hora de afrontar un problema que, por su magnitud y sus potenciales consecuencias, exige dejar temporalmente de lado, sin que ello signifique resignar posiciones legítimas, los desacuerdos que se puedan tener en materia de política, economía o conducción del Estado. El valor de la unidad, en suma, entendida no como la coincidencia estratégica y forzada de sectores que tienen proyectos distintos, sino como la cohesión necesaria para hacer frente a situaciones que comprometen la estabilidad o el equilibrio del conjunto.
En 1986 el Comité de Relaciones Exteriores del Senado estadunidense, entonces presidido por Jesse Helms, emprendió una ofensiva destinada a desprestigiar a México y su gobierno. Por demás está decir que no todos los mexicanos compartían las políticas impulsadas por ese gobierno; pero la capacidad destructiva de la campaña, así como el virulento lenguaje utilizado en el contexto de la misma, tuvieron la virtud de hacer que la mayor parte de la ciudadanía cerrara filas para oponerse a ella, lo que se tradujo en una enorme manifestación (realizada el 21 de mayo del año mencionado) contra el injerencismo estadunidense y en defensa de la soberanía nacional. No todas las fuerzas políticas de la época, sin embargo, se sumaron a la marcha: el Partido Acción Nacional (PAN), que en el seno de la Comisión Permanente del Congreso se había opuesto a condenar a Helms, no participó en la protesta, cuyas filas estaban integradas hasta por las corrientes de izquierda más antigobiernistas de la época.
En Tijuana, de nueva cuenta, Acción Nacional brilló por su ausencia, de no ser por el caso de Francisco Domínguez Servién, gobernador de Querétaro, a quien su calidad de presidente de la Conferencia Nacional de Gobernadores virtualmente le impedía no asistir. Tras una activa campaña en redes sociales criticando el llamado de López Obrador, los panistas prefirieron no hacerse presentes en el acto, al que calificaron de innecesario y ocioso
, optando por privilegiar sus desacuerdos programáticos con el gobierno y no aportar a una muestra de fortaleza frente a una administración estadunidense que aprovecha cualquier indicio de debilidad para imponer su voluntad. No se ve, sin embargo, como una muestra de congruencia partidaria, sino como un acto oportunista orientado a encabezar las eventuales disconformidades con el lopezobradorismo. Casi tan oportunista como su repentina preocupación por el control de la frontera sur y los derechos de los migrantes.
Apuntó Porfirio Muñoz Ledo en su intervención de ayer: No podemos aceptar que migración sea una palabra maldita. La migración es un derecho humano que debe ser respetado; así lo consagran todas nuestras constituciones desde la de Morelos, y todos los tratados internacionales sobre la materia
. Esa es la convicción que debe prevalecer para ayudar seria y efectivamente a los migrantes. Y no parece que forme parte de la ideología de los blanquiazules.