astó con la amenaza extraoficial de imponer un arancel de 5 por ciento a todos los productos procedentes de México para que el presidente estadunidense, Donald Trump, provocara el desplome del peso frente al dólar y una caída de 1.38 por ciento en la Bolsa Mexicana de Valores. Además del impacto inmediato en los valores cambiarios y bursátiles, el amago de recurrir a un castigo comercial como medida de presión en política migratoria causó un nuevo ajuste a la baja en las expectativas de crecimiento del producto interno bruto.
Como es habitual, la medida de Trump responde al propósito de desviar la atención de sus graves problemas internos, como queda claro al observar la crisis que atraviesa el mandatario por el informe del ex fiscal especial Robert Mueller sobre la injerencia rusa en las elecciones de 2016. Asimismo, se observa la intención de azuzar las fobias y odios del sector más recalcitrante de su electorado de cara a los comicios del próximo año.
De manera igualmente común en el actuar del ex presentador de televisión, el ataque contra México se justifica a partir de mentiras y medias verdades. Así sucede con uno de los principales argumentos que ha esgrimido desde sus tiempos de campaña electoral para denunciar la supuesta injusticia en el comercio bilateral, a saber, la existencia de un presunto déficit en contra de su país en los intercambios de mercancías. En primer lugar, al igual que cuando denuncia tales déficits en el comercio estadunidense con China o la Unión Europea, el magnate se refiere únicamente al intercambio de bienes y no al de servicios, en el cual Estados Unidos tiene un predominio global. Además, al hablar del saldo desfavorable en la balanza comercial se pasa tramposamente por alto el hecho de que 143 de los 150 mil millones de dólares del déficit corresponden al intercambio intrafirmas, es decir, que son compras de empresas estadunidenses a sus propias filiales ubicadas en territorio mexicano.
Más allá de los motivos y las maneras del político republicano, si sus desplantes pueden causar estragos profundos e inmediatos en los principales indicadores financieros de México es no sólo porque se encuentra al frente de la todavía máxima potencia económica mundial. En buena medida, el poder de Trump sobre la economía mexicana se explica por las desafortunadas –por decir lo menos– decisiones en materia comercial tomadas desde que el destino de nuestro país se ató a los vaivenes políticos estadunidenses con la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, decisiones refrendadas por los sucesivos gobiernos mexicanos desde entonces.
Por otra parte, no se trata de la primera vez que los exabruptos de Trump generan turbulencias en la economía mexicana, y con toda seguridad no serán las últimas que deban sufrirse los vaivenes de la política y la economía estadunidenses, en tanto México permanezca como socio comercial subordinado de su vecino del norte. Todo ello obliga a replantear con un sentido de urgencia las estrategias de intercambio exterior de corto y largo plazo a fin de asegurar no sólo la estabilidad económica sino la soberanía efectiva frente a Estados Unidos o a cualquier otra nación.