Sobre el flagelo contaminante // Sin decisión no hay solución
on cenizas, hollín u otros elementos que ensucian el aire y que son especialmente peligrosos para la salud, según la Organización Mundial de la Salud, los que desde hace tres días se respiran en la Ciudad de México sin que exista un protocolo, es decir, una forma que por ley obligue, por ejemplo, a que se frenen ciertas actividades en la capital.
Es verdad, en muchas capitales del mundo no hay medición sobre este contaminante y en la Ciudad de México hace apenas un año, o menos, se empezó a medir sin que ello significara que, a la par, se construyera la forma de atacarlo. Tal vez el supuesto es que nunca se tendría un episodio como el que se vive. El asunto es que de pronto la capital de México se llenó de tinieblas, de olor nauseabundo que no se parece a ningún otro, y al parecer nadie, ninguna autoridad queremos decir, sabía qué hacer.
Las autoridades mundiales dedicadas a los problemas del medio ambiente han identificado al diésel como uno de lo emisores constantes de PM2.5 que habla del tamaño de las partículas que ensucian el aire. Estas partículas son 100 veces más delgadas que un cabello humano, han identificado los estudiosos del asunto, así que entre lo que deja la combustión del diésel y los más de 80 incendios –tanto en la CDMX como en el estado de México–, cuyo hollín flota en la ciudad, podremos calcular el tamaño del problema.
Y no se tiene que ser ambientalista para darnos cuenta de lo que sucede. En muchas escuelas se suspendió el lapso de descanso de los estudiantes que se conoce como recreo, la gente en las calles empezó a usar tapabocas y muchas actividades deportivas al aire libre se suspendieron, pero las autoridades, hasta ya entrada la noche, seguían sin declarar contingencia ambiental, pese a que saben a la perfección el daño a la salud que ocurre en un episodio como este.
Tomar decisiones, y tomarlas a tiempo, es decir, en el momento justo, es parte del quehacer de un buen gobierno. Ni las autoridades federales ni las locales se han atrevido a cerrar momentáneamente las fuentes de contaminación que se agregan a las que los incendios han traído a la capital. No se contaba con que esta metrópoli pudiera sufrir por la quema, por ejemplo, de pastizales, contra los que no se puede luchar, aparentemente, pero sí se puede disminuir la emisión de otros elementos, como la quema de gasolinas, por ejemplo. Disminuir la circulación de vehículos podría ayudar a limpiar el ambiente, pero para eso hay que tomar decisiones. Nada más.
De pasadita
Se llama utilidad
, ganancias
. Esa es la diferencia entre lo que pretende la iniciativa privada y el gobierno federal en el asunto de Dos Bocas.
Dos condiciones contrarias a sus beneficios fueron las que obligaron a las empresas a decir no al proyecto para construir la refinería en el estado de Tabasco, y esas son: precio y tiempo. ¿A qué nos referimos? Bueno, para empezar, el precio que se fijó para la construcción reducía los márgenes de ganancias de las empresas, de tal manera que ya no resultaba negocio; y segundo, ajustar el tiempo de entrega al que impuso la licitación del gobierno impedía que la construcción se prolongara el tiempo suficiente para que las empresas ampliaran el margen de ganancias que no le otorgaba el pago que ofrecía el gobierno.
Son explicaciones fáciles, lógicas. Las empresas del sector privado no trabajan gratis y en un proyecto del tamaño de Dos Bocas se antojaba que las utilidades fueran mucho mayores que las que prometía el gobierno del presidente López Obrador. Lo malo del caso es que en la Presidencia no hay quien lo explique. Ni modo.
A propósito, a partir de ya Martha Cabrera se hará cargo de la comunicación en la Secretaría de Salud federal. Suerte