n lo que va del año se han publicado informes nada alentadores sobre lo que sucede en la Tierra. Por un lado, dos prestigiosos investigadores (el español Francisco Sánchez-Bayo y el belga Kris A. G. Wyckhuys), denunciaron los enormes daños que la acción humana causa a un segmento muy importante y poco conocido de la biodiversidad: los insectos. Lo hicieron en la revista Biological Conservation, fundada en 1968.
Ambos especialistas trabajan en la Universidad de Sidney, Australia, y como parte de sus estudios han visitado diversas regiones del planeta.
Sánchez-Bayo y Wyckhuys sostienen que, de no cambiarse la actitud destructiva que distingue a ésta y las próximas generaciones, 40 por ciento de los insectos desaparecerán en unas cuantas décadas.
Según datos recientes, se han podido clasificar alrededor de 915 mil insectos y se calcula que 1.7 millones todavía no lo están. Entre los que figuran en peligro hay ejemplares de abejas, mariposas, luciérnagas, abejorros, escarabajos y miles más que contribuyen al bienestar humano, a conservar la biodiversidad. Las abejas, por ejemplo, fabrican miel y cera y son las polinizadoras por excelencia, una tarea fundamental en la actividad agrícola. Sin embargo, igual que otros insectos, son víctimas de los agroquímicos esparcidos en los campos de cultivo so pretexto de combatir las plagas y obtener cosechas abundantes.
No sólo los agroquímicos diezman a los insectos. También la introducción de especies exóticas
en su hábitat natural; el cambio de los suelos agrícolas y forestales a urbanos; la contaminación del suelo y el agua, la cual llega a rincones apartados en los que se pensaba que los insectos estarían a salvo; y de remate, el cambio climático.
Sánchez-Bayo y Wyckhuys coinciden con otros expertos en que las zonas tropicales son las más expuestas a perder esa parte fundamental de la biodiversidad. Es el caso deMéxico, donde se calcula que viven cerca de 98 mil variedades de insectos. De ellas, se han clasificado unas 48 mil. No está de más reiterar que somos de los países más vulnerables al cambio climático.
Por otro lado, nada bueno sucede con el resto de las especies. En el más reciente informe de la Organización de las Naciones Unidas sobre la biodiversidad del planeta se destaca que animales y plantas se extinguen a un ritmo sin precedentes. Un millón de los ocho que aún existen de especies animales y vegetales, están en situación de desaparecer. Nuevamente la causa central son las actividades humanas. En el informe, elaborado por un selecto grupo de científicos, se realza que es un declive no visto en la historia de la humanidad y afecta a la economíay la salud pública, además de ocasionar severos desequilibrios en el medio ambiente global. Ejemplo de ello es la erosión de los suelos: redujo en una cuarta parte la productividad del sector agropecuario y forestal. En contraste, se destaca cómo las comunidades indígenas (las menos atendidas por los gobiernos) son las que mejor conocen las propiedades de la flora y la fauna de los territorios donde habitan. Y las que con mayor celo cuidan el entorno.
Y para seguir con malas nuevas sobre el futuro del planeta, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), de la cual México hace parte, señala las consecuencias de la sexta extinción masiva
: menos posibilidades de garantizar la seguridad alimentaria, reducir la pobreza y asegurar un crecimiento económico y social menos injusto.
En los estudios de Francisco Sánchez-Bayo y Kris A. G. Wyckhuys sobre los insectos, al igual que en los informes de las Naciones Unidas y la OCDE, se recalca la urgencia de revertir la pérdida de biodiversidad. Algo que no entiende un siniestro personaje, Jair Bolsonaro, presidente de Brasil. Abrió las puertas para la destrucción de la Amazonia y otras áreas que conforman el pulmón verde del planeta. Es tan grave el asunto, que todos los ex ministros del Medio Ambiente que ha habido desde que concluyó la dictadura militar, denunciaron las políticas de Bolsonaro por ser incompatibles con el desarrollo económico y social de Brasil y el planeta. En la tarea de destruir el medio ambiente, Donald Trump ya tiene funesta compañía.