Lunes 13 de mayo de 2019, p. 8
De lo tradicional a lo ritual, de lo sagrado a lo profano, de lo artístico al mero placer de sacudir el esqueleto, 3 mil 800 bailarines de diferentes expresiones y géneros –según datos oficiales– intervinieron este domingo en el desfile Y que no pare de bailar la Ciudad de México.
La zona céntrica de la capital del país, específicamente en el tramo del Monumento a la Revolución a la Alameda Central, quedó convertida de esa manera en epicentro de diferentes tipos de danzas.
Lo mismo samba que bailes polinesios, chinelos que danzas tribales africanas, capoeira de Brasil y Angola o bailes rituales de Corea del Sur e India que danzas de concheros y tango conformaron parte del jolgorioso programa protagonizado por una treintena de compañías.
Fue un multicolorido y polifónico recorrido de alrededor de una hora en el que la ciudadanía pudo apreciar y disfrutar expresiones propias de los pueblos originarios de la urbe que de geografías tan remotas como Mozambique, Emiratos Árabes o Rapa Nui, la isla habitada más lejana en el planeta.
El desfile tuvo lugar como parte del segundo y último día de México Ciudad que Baila: Festival del Cuerpo en Movimiento, organizado por la Secretaría de Cultura de la capital, que fue clausurado la tarde de este domingo con un programa artístico a cargo de diferentes agrupaciones en el Monumento a la Revolución.
Anunciada para comenzar a las 11 horas, la partida de los contingentes se retrasó poco más de media hora debido a que los organizadores esperaban luz verde de la Secretaría de Medio Ambiente ante los elevados niveles de contaminación con los que amaneció ayer la Metrópoli.
Incluso, entre los participantes prevalecía desconcierto e incertidumbre debido a que se había extendido la especie de que el acto sería cancelado, precisamente, por los altos niveles de polución.
En espera de si se realizaba el paseo, la Plaza de la República, sitio de partida del recorrido, fue transformada de manera espontánea en un inmenso salón de baile al aire libre, merced la romería de músicas, vistosas vestimentas y trajes típicos y bailarines que daban gusto al cuerpo con diversos ritmos. Una torre de Babel de sonidos y movimientos.
Se acortó la fiesta
El desfile sí partió, pero las malas condiciones atmosféricas obligaron a las autoridades a acortar su duración y recorrido, que originalmente contemplaba un total de dos horas y cubrir el circuito del Monumento a la Revolución a la Alameda Central, de ida y regreso.
Las comparsas, a la postre, después de una hora, debieron quedarse en la Alameda, de la cual tomaron por asalto
diversos espacios con sus músicas y bailes, disfraces y sorprendentes mojigangas.
Con ello, lograron hacer del mediodía un sabroso y movido guateque, para deleite de los cientos, si no es que miles, de paseantes que se encontraban en ese momento en tan emblemático lugar, al tiempo de que sobre avenida Juárez proseguía el ya tradicional paseo ciclista de los domingos.