a Biblioteca Vasconcelos (BV) es el penthouse del edificio en que se alojan las bibliotecas públicas del país. Y sus grandes espacios son recorridos por la fantasmal tía rica de la familia a la que nadie ha visto.
A pesar de que su equipo material y humano se halle menguado, la expectativa de que sus servicios se ofrezcan con calidad y diligencia es permanente. Un público que oscila alrededor de las cinco mil personas diarias, entre usuarios y visitantes, la ha convertido en una parte sustancial de sus referencias y aun de su cotidianidad.
La enorme biblioteca –metropolitana y cosmopolita– fue construida para un país con menos necesidades que el nuestro. En su gestión resulta una entidad tan precaria que no dispone de un minimum minimorum para atender gastos elementales. Se la construyó para solventar el ego de un presidente y una avidez (sin llenadera posible) a la que suele confundirse, dice Camus, con la ambición legítima. Con los cientos de millones en ella invertidos se pudo haber construido 10 bibliotecas bien nutridas en puntos estratégicos de la ciudad y una amplia red de bibliotecas itinerantes. Y también las bases para generar una matriz de banco de datos con la información bibliográfica de todas las bibliotecas del país.
La BV, reseñada con frecuencia como la más grande o entre las más grandes bibliotecas de América Latina, carece de presupuesto. Una administración centralizada evalúa sus peticiones y le asigna los recursos sólo para medio mantenerse. Y se mantiene, sí, pero no en términos de desarrollo. De los dos millones de volúmenes previstos originalmente, apenas alberga un poco más de la cuarta parte después de tres lustros de estar abierta al público. La sola actualización de sus acervos significaría una cuarta parte de la cantidad anual destinada a la compra de libros para los miles de bibliotecas en todo el país.
La austeridad es un régimen deseable para una república saqueada, tal como lo dice Tatiana Clouthier en uno de sus mensajes redeados. Pero entre administrar la austeridad y administrar la escasez hay una diferencia insalvable para unidades cuyo tamaño y funcionamiento exceden el perímetro que puede tener racionalidad para unidades pequeñas o de mediano alcance.
La BV nació bajo condiciones de gran autonomía. Con el tiempo se fueron reduciendo hasta desaparecer. Integrada a un sistema de siete mil 500 bibliotecas o más, es como si a la UNAM se la quisiera encuadrar en el esquema de las 100 universidades que se ha propuesto crear el gobierno de Morena. Así que su existencia se torna disfuncional para ese sistema; a la vez, al propio sistema le resulta disfuncional la BV para cumplir cabalmente con los objetivos de toda biblioteca pública: ser la unidad básica de la educación continua, depositaria de la cultura, la memoria y la identidad, así como eje de la autodidaxia de un pueblo. Algunos ejemplos: Sobre todo las sociedades que han sufrido la pérdida de acervos valiosos (Los Ángeles, Sarajevo, Brasil) se hacen cargo del significado cultural de aquello que custodia una biblioteca de importancia nacional. Este tipo de bibliotecas (universidades de la lectura) son el complemento más alto de la educación formal. La obra que ha explicado con mayor claridad y precisión al régimen capitalista y sus relaciones sociales no salió de las aulas escolares, sino de la Biblioteca del Museo Británico a la cual Karl Marx asistía para consultar el material bibliográfico y hemerográfico que le permitió escribir El Capital. Numerosos autores han hecho otro tanto.
En cuanto al recinto de la BV como tal, Alberto Kalach, su arquitecto, concibió a su espacio en la tradición decimonónica de la ciudad-jardín retomada un siglo después bajo el nombre de diseño arquitectónico con la naturaleza ( designing with nature) y en respuesta al hacinamiento y creciente toxicidad de las grandes urbes industriales: un modelo que, por lo general, evaden arquitectos y urbanistas cuando ya es urgente su observancia en virtud de la hipertrofia contaminante de la atmósfera y la falta de áreas verdes.
Amplios son los espacios y minimalistas los interiores de la BV. Esto la ha convertido en un centro cultural. La autoridad de la madera preserva a sus muros de actos vandálicos. Carece, sin embargo, de una señalización y referencias icónicas y textuales que pudieran guiar mejor al usuario o visitante; hay, por otro lado, zonas de riesgo que propician inseguridad. Su edificación en un barrio con zonas deprimidas y sin las instalaciones públicas adecuadas para atender a un considerable sector de calle (indigentes), le crea a la BV frecuentes conflictos internos. Algunos usuarios sólo le dan el uso de un dormitorio, de baños públicos y aun de parque de diversiones.
Los problemas que enfrenta la Biblioteca Vasconcelos que, como sea, ya está allí, con un público diverso y demandante, con áreas como el jardín que requieren de cuidados profesionales y con rezagos biblioteconómicos acumulados, requieren de una atención extraordinaria. Y, vaya, su propia viabilidad reside en darle autonomía y condiciones administrativas y laborales.