ntre los acontecimientos sociales importantes de la historia de México –hayan triunfado o no– destaca la gran huelga minera del puerto industrial de Lázaro Cárdenas, Michoacán, ocurrida en abril de 2006. Miles de trabajadores osados y valientes se lanzaron a una huelga por dos motivos básicos: demandas de tipo contractual y una de corte estrictamente político-sindical. Ese año de 2006, último del fallido y detestable gobierno de Vicente Fox Quesada, presiones empresariales y políticas empujaron a la represión de ese gobierno contra los trabajadores de dicho puerto. Se animó al ex presidente a realizar ese acto de fuerza antiobrera para reprimir esta huelga que contenía exigencias legítimas de los mineros.
No se preocupen
, se les dijo a los miembros del gabinete de seguridad de Fox, animándolos a reprimir. En cuanto estos obreros vean llegar a los militares y a los policías armados y dispuestos a todo, correrán como conejos asustados
, agregó, pues son cobardes por naturaleza; no van a aguantar nuestra embestida
. Quien expuso tal estupidez fue el entonces secretario del Trabajo y Previsión Social, Francisco Javier Salazar, un hombre deleznable con nula calidad moral, miembro de El Yunque, ingeniero químico ajeno a los temas obrero-patronales y él mismo pequeño empresario al servicio de las empresas de Germán Feliciano Larrea Mota Velasco, otro personaje oscuro y ruin.
Con ese torpe e irresponsable consejo, el gobierno de Fox se lanzó a aplastar la huelga de los trabajadores de la entonces Sicartsa o Siderúrgica Lázaro Cárdenas Las Truchas. Pero las tropas armadas hasta los dientes –más de mil elementos– enviadas al lugar con apoyo de aviones, helicópteros, tanquetas, lanchas de desembarco, pistolas, fusiles y ametralladoras no pudieron lograr su pretensión. Durante más de 11 horas, el 20 de abril de 2006, intentaron doblegar a los trabajadores de Lázaro Cárdenas, pero no lo consiguieron. Los obreros –así como la población que acudió en solidaridad con sus paisanos– se levantaron en unidad para oponerse a la represión. Usaron piedras, palos, bolas de acero para fundición o pellets y vencieron en el desigual combate a las fuerzas represoras del ex presidente Fox. Los uniformados vilmente asesinaron a dos jóvenes mineros, Mario Alberto Castillo y Héctor Álvarez Gómez, e hirieron a 105 obreros, pero no doblaron a los huelguistas.
La huelga continuó y meses más tarde fue determinada a favor de los valientes trabajadores.
Esta huelga consiguió, tras 141 días, una resolución muy favorable a los obreros: se les pagaron 100 por ciento de salarios caídos de ese largo periodo, así como un aumento en sus percepciones de 42 por ciento, cifra nunca antes vista en conflictos laborales. Fue un movimiento que dejó una huella imborrable en el gremio minero trabajador, que cada año se celebra en el propio lugar de las acciones.
Pero además de celebrar la epopeya de su resistencia y triunfo de 2006, que iguala a esta población con la de Cananea de 1906, precursora de la Revolución Mexicana y de la entonces avanzada legislación laboral de México, en esta ocasión se celebró en la sede de la sección 271 del sindicato minero, que me honro en presidir, del propio puerto industrial Lázaro Cárdenas, Michoacán, la primera Gran Asamblea Nacional de la naciente Confederación Internacional de Trabajadores (CIT).
Esta central obrera, que al nacer hace dos meses ya congregaba a varios cientos de miles de miembros de la clase obrera y empleados de los servicios, agrupados en 150 sindicatos y en 10 federaciones sindicales, después de 30 días congrega a 187 sindicatos, 19 federaciones y una confederación. Tal es la sed de unidad, organización y fuerza que buscan diversos sectores de la clase trabajadora.
Este 17 de abril, con la asistencia de representantes de todas las secciones sindicales mineras mexicanas, pero también de diversos e importantes dirigentes tanto de los sindicatos Unite, de Gran Bretaña, como de los United Steelworkers de Canadá y Estados Unidos, y de IndustriAll Global Union, la agrupación de trabajadores global más grande del mundo, comenzó la vida de esta nueva organización laboral mexicana en el heroico puerto michoacano de Lázaro Cárdenas.
La nueva central nace bajo la aprobación del Senado para el convenio 98 de la Organización Mundial del Trabajo (OIT), que establece la libertad de sindicación y de contratación colectiva, con lo cual se subsanarán evidentes causas de atraso en las relaciones laborales mexicanas. También surge bajo la perspectiva de la nueva reforma laboral que impulsa el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, y que se planea será promulgada antes del 1º de mayo del año en curso.
Sobre todo, la CIT nace en medio de la necesidad imperiosa de construir un nuevo modelo de desarrollo económico en el país, que supere y deje atrás la todavía vigente alta concentración del ingreso en muy pocas manos; la subcontratación laboral –también llamada outsourcing–, que agrede a la clase trabajadora y a sus agrupaciones democráticas, al poner exclusivamente en manos de las empresas las contrataciones, y que termine de manera definitiva con la falta de democracia en las organizaciones obreras.
Que sea el puerto industrial Lázaro Cárdenas el escenario donde se realizó la primera asamblea de la CIT es un augurio de triunfo para la naciente gran agrupación. Que el emblemático gran paso adelante que se dio en Cananea en 1906 se repita en 2019.