arece que, de nueva cuenta, el precio de la tortilla a punto está de entrar en una situación conflictiva, por llamarle así, porque cuando el río suena… señal de que alguien (sector, grupo o empresa dominante del mercado) quiere aumentarlo, de tal suerte que ello impactaría directamente en el bolsillo de los mexicanos, por tratarse del alimento de mayor consumo en la dieta nacional.

En los últimos días se han documentado incrementos de hasta 11 por ciento –de acuerdo con la ciudad de que se trate– a lo largo del presente año, aunque el promedio nacional indica un aumento cercano a 3 por ciento, de acuerdo con el Sistema Nacional de Información e Integración de Mercados, dependiente de la Secretaría de Economía.

La ciudad en la que más caro se vende el producto es Hermosillo, Sonora: 21.17 pesos por kilogramo (el precio corresponde al pasado lunes, 5 por ciento de incremento en lo que va del año); y le siguen Mexicali, Baja California (19.71 pesos, uno por ciento de aumento); La Paz, Baja California Sur (19 pesos, 4 por ciento más); Nogales, Sonora (18.50 pesos, sin cambios), y Acapulco (18.13 pesos, 6 por ciento).

Por lo que toca al mayor aumento del año (11 por ciento), la capital zacatecana es la que se lleva la palma, pues pasó de 13.50 a 15 pesos por kilogramo en lo que va de 2019. En la Ciudad de México prácticamente no se reporta incremento (de 12.86 a 12.90 pesos), aunque si se considera la Zona Metropolitana el aumento ha sido de 6.5 por ciento (de 12.21 a 13 pesos).

Cómo estará el ambiente que el procurador Federal del Consumidor, Ricardo Sheffield Padilla, advierte que por la complejidad que registra el mercado de la tortilla, no es descabellada la idea de crear un consejo regulador al respecto, como demandan dirigentes del sector al gobierno federal para coordinar todos los eslabones de la cadena maíz-masa-tortilla con el fin de optimizar la producción, calidad, costos y precios del alimento ( La Jornada).

Y en la tienda de enfrente, el dirigente del Consejo Nacional de la Tortilla, Homero López García, anunció una campaña para exigir al gobierno federal incluir ese producto en la canasta básica que dio a conocer a finales de enero y para demandar la creación de un consejo regulador de la tortilla, dado el incremento de precios que se observa. Nada raro, pues, que el precio de la tortilla entre en la ya habitual espiral alcista.

Pero en este tema es necesario repasar la historia moderna del país, pues como el resto de los fantásticos cuentos neoliberales sobre competencia, liberalización, calidad y conexos, el caso de la tortilla ha sido espectacularmente un fracaso.

Para dar una idea de qué se trata, hay que mencionar que en los últimos 20 años el precio del kilogramo de tortilla se incrementó 2 mil por ciento, cuando el gobierno federal presumió que la apertura fomentaría la competencia, la entrada al mercado de nuevos participantes y esto, obligadamente, ajustaría a la baja el precio de dicho alimento básico.

Y de pilón, el Banco de México y el Inegi documentan que –oficialmente– en el citado periodo la inflación acumulada fue de 156 por ciento, es decir, el precio del kilogramo de tortilla aumentó a un ritmo 28 veces mayor que el índice nacional de precios al consumidor.

Hay que repasar la historia: se menciona el periodo de 20 años porque el 31 de diciembre de 1998 el gobierno de Ernesto Zedillo canceló todo tipo de subsidio a la cadena maíz-masa-tortilla, y a partir del primero de enero de 1999 liberó definitivamente el precio del kilogramo y narró la fábula de la apertura, la competencia, los nuevos participantes y los ajustes a la baja en el precio al consumidor.

Las rebanadas del pastel

Para el recuerdo del futuro: el resultado de la cancelación del subsidio y el inicio de la competencia fue que, de entrada, el precio de la tortilla pasó de un promedio de 75 centavos por kilogramo en 1995 a entre seis y ocho pesos por kilo en 2005; para 2007 se había elevado a 10 pesos, mínimo, y en 2019 calientan motores para un nuevo incremento.

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