Esa novela sobre el Caballero de la Triste Figura ‘‘precipitó hacia mí la buena voluntad del azar’’, refirió al recibir el Premio Cervantes
Miércoles 24 de abril de 2019, p. 5
Madrid. A sus 95 años, la poeta uruguaya Ida Vitale se convirtió en la quinta mujer que recibe el Premio Cervantes, considerado el Nobel de la literatura en español.
En el paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares, en una ceremonia presidida por el rey de España, Felipe VI, Vitale rindió homenaje al autor de El Quijote, personaje cuya locura en realidad es un ‘‘frenesí poético”.
Vitale tiene a México como su segunda patria, pues tuvo que huir de la tiranía de su país natal. Después residió en Austin, Texas, donde impartió clases varias décadas hasta que hace menos de un año decidió volver a su natal Montevideo.
La galardonada es ensayista, poeta, traductora y tiene al menos tres libros de prosa que son a su vez sus memorias.
En su discurso de recepción del galardón, Vitale dio las gracias y más que leer deseaba en ese momento de intensa emoción ‘‘abrazar” y ‘‘decir cosas que me salieran del alma”. Sin embargo, el escenario estaba dispuesto en el histórico recinto para escuchar el discurso de la galardonada que se centró en la figura de Miguel de Cervantes Saavedra.
‘‘Mi devoción cervantina carece de todo misterio. Mis lecturas de El Quijote, con excepción de la determinada por los programas del liceo, fueron libres y tardías. En realidad, supe de él por una gran pileta que, sin duda regalo de España, lucía en el primer patio de mi escuela. Allí nos amontonábamos en el recreo en busca de agua, y día tras día, me familiarizaba con las relucientes baldositas que contaban, sobre inolvidables cielos azules, la polícroma historia que, según supe luego, era la de aquellos desparejos jinetes. No faltan, claro, los molinos, los muchos episodios en que don Quijote terminaba por los suelos. Ya adolescente, me regalarían el volumen ilustrado y muy cuidado, que todavía prefiero a la menos infantil edición de Clásicos Castellanos, cuyos ocho volúmenes son menos traslaticios”, relató.
Vitale explicó que luego de las primeras lecturas de El Quijote, las hubo reiteradas, ‘‘más difíciles de determinar porque, parciales, se aplicaban, aquí y allá en el texto, con una determinación vagamente zen o simplemente mágica: la elección del capítulo podía deberse al azar o a un vago recuerdo que podría suponer que allí encontraría una aprovechable aplicación a un tema importante en ese momento para mí, en busca de alguna iluminación necesaria o por recordar con suma precisión la felicidad de primer encuentro con aquellas páginas. No sé por qué atribuí a ese libro la capacidad de precipitar hacia mí la buena voluntad del azar. Quizás simplemente buscaba una ocasión de dicha dispersiva, de claridad sin reserva, cuando el disfrute viene sin proponérselo a veces, acompañado de una sensación de penuria de gracias en la vida diaria y necesidad de gusto satisfecho, que depararán siempre las aventuras por las que ando tan a gusto cuando me reintegro al maravilloso mundo cervantino”.
Lenguaje universal, personal y hondo
El ministro de Cultura de España, José Guirao, destacó de Vitale su lenguaje como uno de los más reconocidos de la poesía actual en español, que es al mismo tiempo intelectual y popular, universal y personal, transparente y hondo.
Felipe VI se refirió al paso de Vitale por México: ‘‘Lo que no podían sospechar los maestros complementarios de Ida Vitale es que ella también se vería obligada a transterrarse décadas después con su marido, el poeta Enrique Fierro’’.
Entre los libros más importantes de Vitale destacan Palabra dada (1953), Cada uno en su noche (1960), Oidor andante (1972), Jardín de sílice (1978), Procura lo imposible (1988), Reducción del infinito (2002) y Mínimas de aguanieve (2015).