l 17 de abril de 1961 Cuba fue invadida por una brigada de contrarrevolucionarios de origen cubano organizada, entrenada y equipada por la CIA y el Pentágono. El día antes, bombardearon los aeropuertos sin lograr el objetivo de destruir en tierra la minúscula aviación revolucionaria. Los invasores fueron derrotados y hechos prisioneros, en su mayoría, en menos de 72 horas de incesantes y cruentos combates, incluyendo heroicas acciones en el aire de los pilotos de la fuerza aérea revolucionaria. Cientos de miles de cubanos y cubanas, plenos de conciencia patriótica y política, estábamos sobre las armas y, como afirmó Fidel alguna vez, podíamos haber derrotado simultáneamente varios desembarcos como aquel. En abril de 1961 éramos ya seres humanos mucho mejores gracias a la práctica revolucionaria y a la lectura, vinculados al magisterio excepcional de los discursos de Fidel.
La Casa Blanca escogió el aniversario de su fracasada invasión a la isla para que el mediocre secretario de Estado Mike Pompeo y el facineroso asesor de seguridad nacional John Bolton, anunciaran nuevas sanciones contra Cuba, Venezuela y Nicaragua. No quieren dejar un solo gobierno independiente en pie en nuestra América. Pompeo informó que según establece el título tercero de la Ley Helms-Burton (LHB) se autorizará a los estadunidenses a entablar demandas en los tribunales de su país para reclamar indemnización de sus propiedades confiscadas en Cuba. En un acto de suprema ilegalidad dentro de un ordenamiento ya de por sí colonialista como la LHB, contraria en todo su contenido al derecho internacional, se autoriza también a demandar a los cubanos que no tenían la nacionalidad estadunidense al momento de las nacionalizaciones.
Desde Clinton hasta Obama, cada seis meses se renovaba por el presidente en turno la no activación de las demandas. No fue gratuito. Se debió a una protesta de los gobiernos de la Unión Europea y Canadá por el daño que las demandas podían hacer a sus compañías en la isla. Trump ha decidido, al parecer, ignorar ese acuerdo. Ya es usual que trate a puntapiés a los europeos y que no le preocupen salvo para exigirles mayores aportes a la OTAN, o que acepten acciones de Washington que los perjudiquen. Pero detrás de lo que parecería otra chapuza diplomática de Estados Unidos lo que hay es desesperación por ahuyentar de Cuba el capital extranjero. Nada nuevo, pues en esa lógica se ha basado el bloqueo por seis décadas: atacar el ingreso para que los cubanos se rebelen contra el gobierno.
Las personas y empresas de Estados Unidos podían haber llegado a acuerdos de indemnización con las autoridades cubanas pero Washington se negó a conversar. Ya preparaba la invasión a Cuba e imaginaba que en unos meses se instalaría de nuevo en la isla un gobierno marioneta que devolvería sus propiedades. Desde entonces han transcurrido 58 años de constantes y fallidos intentos de acabar con la revolución con distintas tácticas, desde el terrorismo, hasta el bloqueo siempre endurecido. La mejor prueba de que la indemnización habría sido viable radica en los satisfactorios acuerdos a que llegó el gobierno de la isla con empresas y ciudadanos de España, Canadá, Alemania y Reino Unido, quienes recibieron sus indemnizaciones hace años.
Bolton escogió Miami para hacer el anuncio, arropado por veteranos de la gran derrota en Playa Girón y de décadas de acciones terroristas contra Cuba. Es curiosa la vocación derrotista de la política del imperialismo yanqui hacia Cuba. Por cierto, si Bolton pudo contar con ese auditorio de derrotados fue gracias a La Habana, que después de su captura respetó la integridad física y sicológica de los invasores de su patria y además facilitó un acuerdo con Washington que permitió su rápido regreso a Miami a cambio de varias toneladas de alimentos y medicinas.
Bolton se complació en anunciar
que se reforzará la aplicación del título IV de la LHB. O sea, que muchos menos estadunidenses recibirán visas para viajar a Cuba. También, que los cubanoestadunidenses, quienes a partir de Obama no tenían límite en la cuantía de las remesas a sus familiares en la isla, ahora sólo podrán enviar mil dólares cada dos meses. Curiosamente, esta medida perjudica mucho al incipiente sector privado en la isla, aunque se realice enarbolando frenéticamente banderas antisocialistas. En conjunto, entre estas medidas y las anteriores adoptadas por Trump, Cuba se verá privada de miles de millones de dólares en ingresos, vitales para la importación de alimentos, materias primas y medicamentos. Toman estas medidas a la vez que el llamado Grupo de Lima calumnia miserablemente a La Habana por su fraterna solidaridad con Venezuela.
Ante estas criminales acciones de Washington, la respuesta del presidente cubano Miguel Díaz-Canel fue rápida: Nadie va a arrebatarnos, ni por la seducción ni por la fuerza, la patria que los padres nos ganaron de pie. No cambiará la actitud frente a quienes sostienen la espada contra nosotros… Los cubanos no nos rendimos…
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