egún algunos, en la cumbre ad hoc de la Unión Europea del 10 de abril, el Brexit fue pospuesto –contra la voluntad de Macron y de May misma– para mediados de otoño. Otros prefirieron decir, con una imagen quizá más apropiada, que se difirió hasta Halloween, la equivalencia sajona del Día de Muertos. En todo caso, los líderes europeos, tras no breves discusiones, decidieron dar oportunidad muy amplia para que algo ocurriese por fin en el renuente Reino Unido: desde un acuerdo, que sigue pareciendo improbable, sobre los términos negociados por la primera ministra para un Brexit consensuado hasta opciones que, con el paso del tiempo, se antojan poco a poco menos improbables: un segundo referendo o una elección general o ambos. Europa entendió, después de semanas angustiosas, que el terreno de juego, más que nivelado, necesita ser alterado por completo.
The Guardian trazó la línea de tiempo para estos posibles resultados: cualquier momento vale para que finalmente se apruebe el acuerdo de May y si es antes del 22 de mayo mejor para sus partidarios, porque ello evitaría al Reino la molestia, para los defensores de la salida, de verse obligados a participar en la próxima elección del Parlamento Europeo. El riesgo de que se agote el nuevo plazo parece remoto a seis meses de distancia; como parecía el riesgo de que se consumiese, como ocurrió, el término inicial de dos años. El fantasma del Brexit catastrófico (cuyos costos para la economía y la seguridad del Reino son tan genuinos como graves, según un estudio del secretario del gabinete) dista de haber desaparecido. La UE –según se acordó en la misma cumbre– hará un balance de la situación a finales de junio para adoptar medidas correctivas y evitar otra desagradable sorpresa de último minuto. Hay fatiga con la serie de cumbres dedicadas al Brexit.
Otras fuerzas políticas británicas ven de manera muy distinta la elección del 23-24 de mayo, en especial partidos políticos como el Demócrata-Liberal y el Verde. Desean aprovecharla como plataforma para impulsar el apoyo ciudadano a un segundo referendo, que esperan rectifique el mandato que se derivó del primero y permita la permanencia del Reino en las instituciones europeas. Esta opción, anatema para tantos en el pasado reciente, parece ir ganando terreno cuando el electorado advierte que, en cualquiera de sus versiones, el Brexit ha sido un error histórico de vastas proporciones. Sin embargo, si no se cierran los ojos ante la realidad circundante, se advierte que, en todo caso, sería pobre la participación en las elecciones europeas de mayo y que es probable que se elija a diputados de línea euroescéptica con el mandato de minar la Unión desde dentro del Parlamento. Ello no ocurrirá sólo en el Reino Unido, desde luego. El que está por elegirse será sin duda el cuerpo parlamenterio europeo más inclinado a la derecha y con mayor representación de las corrientes políticas opuestas a la integración, el multilateralismo y la acogida a los asilados y otros inmigrantes. Nadie espera que se manifieste ahora el mejor momento para la integración europea y la cooperación multilateral.
El 30 de junio puede ser una fecha significativa para la señora May. Debe recordarse que ella declaró que le resultaría insoportable
que el Reino siguiese siendo miembro de la Unión en ese momento, más de tres años después del referendo. Declaró también que abandonaría su cargo en un futuro próximo –sin especificar fecha o circunstanacia específica. Un elemento adicional que precipitaría la salida de May es un resultado muy adverso para su partido en las elecciones, locales y parlamentarias, de mayo. “Es probable –dice The Economist– que a los tories les vaya mal en las elecciones del 2 de mayo y aún peor en los comicios europeos del 23. Esto incrementará la presión para que la primera ministra sea sustituida.” Si los conservadores quedan muy atrás de los laboristas y los demócrata-liberales, la posición de Theresa May –que tantas veces ha parecido insostenible, como tras la primera de sus tres derrotas sucesivas en votaciones significativas en los comunes– quedará pendiente del aire.
La demora a octubre abre la oportunidad también para las opciones intermedias: Brexit con unión aduanera entre el Reino y la Unión Europea es la más favorecida. Recuérdese que esta particular posibilidad fue la que casi alcanzó la mayoría –salvo tres votos– en la larga serie de votaciones indicativas de las pasadas semanas en la Cámara de los Comunes. Si alguna opción de este tipo alcanza la aprobación británica sería bien recibida por los gobiernos de la UE que han seguido dando muestras de apreciar algún tipo de colaboración convenida con el Reino Unido –en mayor medida que los actuales gobernantes británicos aprecian la relación con el continente
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