. “Si miras todo su ‘cuerpo de obra’ –remarcaba una comentarista– puedes notar la expansión de la cuestión feminista en conexión con el capitalismo hacia todas otras esferas” (bit.ly/2UgT6L7). Nancy Fraser, una destacada filosofa y teórica estadunidense, es una de las principales impulsoras del feminismo anticapitalista. Trabajando desde la ‘teoría crítica’ frankfurtiana y el pos-estructuralismo, es mejor conocida por sus críticas de las políticas identitarias (dada su complicidad
en el reavivamiento del fundamentalismo librecambista) y sus re-conceptualizaciones de la justicia (post-Westfaliana y democrática
). En libros como Justice interruptus (1997) o Scales of justice (2009) trata de salvarla
de diferentes reduccionismos y ajustarla
a los tiempos pos-socialistas de la primacía del reconocimiento
hegeliano –por sexo, género o raza (bit.ly/2Ul4pBL)–, censurando a la vez el mainstream feminista por abrazar lo cultural
y desertar de la economía política y debates sobre redistribución (Redistribution or recognition, 2003).
II. Si bien –a ojos de Fraser– la segunda ola del feminismo (con su politización de lo personal
y crítica estructural del androcentrismo capitalista) nació y creció junto con otros movimientos emancipatorios de la pos-guerra, pronto perdió su filo crítico (Fortunes of feminism. From state-managed capitalism to neoliberal crisis, 2013, p. 14-15). Al abrazar el identitarismo –y al pasar de redistribución al reconocimiento
– abandonó la economía, para –solamente– transformar la cultura. Este giro
que coincidió con el ocaso del viejo capitalismo estatal y el auge de su nueva –desorganizada
/flexible/transnacional– modalidad, hizo que sus legítimas críticas al estatismo y paternalismo (salario familiar, estado-niñera, economicismo) en vez de rehacer al estado de bienestar, sirvieran para desmontarlo y devinieran pilares ideológicos del nuevo orden (p. 218-221).
III. Así en su famosa aseveración: “el feminismo se volvió ‘la sirvienta del capitalismo’” acabó fortaleciendo el individualismo consumista, su crítica del sexismo legitimó nuevas formas de desigualdad y explotación (bit.ly/2m23X77). Sin desearlo acabó nutriendo el nuevo espíritu del capitalismo
(Boltanski/Chiapello) de la mutación neoliberal. La lucha por la igualdad en su seno fue sustituida por la meritocracia
que apuntaba sólo a que las mujeres avanzaran en las jerarquías (corporaciones/gobiernos/ejércitos), mientras –para Fraser– el feminismo siempre trataba de romperlas
. Empoderamiento –en práctica– pasó a significar ganar el derecho a explotar a otras mujeres (trabajadoras domésticas-migrantes) para ir escalando. Subrayando que este dominante tipo del feminismo –liberal, corporativo, de Davos
(Lagarde/Sandberg/Clinton), colaboracionista del sistema opresor
– ha fallado a la mayoría (bit.ly/2usW6W4) Fraser llama a un feminismo para el 99%
–“¡no queremos romper los ‘techos de cristal’ sólo para que las otras limpien los vidrios!”– libre de sus nexos con el neoliberalismo ( Feminism for the 99%: a manifesto, 2019).
IV. “Desde hace tiempo escribo acerca de [aquel] ‘desvío neoliberal’ de movimientos sociales [pero no alcanzaba a bautizar bien este proceso] –decía– y las pasadas elecciones en EU me ayudaron a verlo: ¡H. Clinton era su perfecta encarnación!” (bit.ly/2rgMuyA). ¿Su nombre? El neoliberalismo progresista
, un bloque dominante desde los noventa, coalición de sectores de negocios y algunos movimientos –“una impía alianza de emancipación y financiarización: ‘LGBTQ & Goldman-Sachs’”– armado por demócratas que combinaron su economía de derecha con políticas de reconocimiento (pero sólo a cambio del desmantelamiento de protección social y redes de redistribución). Su choque con el populismo reaccionario de Trump, elección entre multiculturalismo y etnonacionalismo, significaba sólo más de lo mismo: neoliberalismo y desindustrialización (bit.ly/2V4Rzoo). Así el auge del populismo, tanto de derecha como de izquierda –que Fraser ve como una política de transición
y favorablemente a la Laclau (bit.ly/2uIGjCz)– fue una revuelta de los atropellados por el neoliberalismo progresista
y síntoma de la crisis de la forma específica del capitalismo de hoy
(bit.ly/2Q5Sd6K).
V. Dicha crisis –cuya cara es Trump
(bit.ly/2FDzJm2)– es para ella la de lahegemonía. El neoliberalismo progresista que una vez creó un amplio consenso gramsciano y bloque hegemónico llega a su fin (bit.ly/2ive0Tj). No obstante, el trumpismo –frágil y caótico– no constituye un nuevo bloque. Vivimos en ruinas de lo viejo, en –otra vez Gramsci– un interregnum, dice Fraser (The old is dying and the new cannot be born, 2019), marcado a su vez por otra crisis, la de la reproducción social. El capitalismo financiarizado sistemáticamente consume nuestras capacidades de sostener los lazos sociales comiéndose su propia cola
(bit.ly/2dog8sQ). Con austeridad y recortes externaliza los costos –también– en cuerpos de las mujeres dependiendo del trabajo doméstico no remunerado más que cualquier otra forma del capitalismo
[!] (bit.ly/2QHVd9C): pasamos por una nueva mutación de la sociedad capitalista que no obstante ofrece oportunidad de reinventar el modelo de familia y la división producción-reproducción
(bit.ly/2K20nuk).
* Periodista polaco
Twitter: @MaciekWizz