ontreal. Canadá. ¿Qué pasa cuando un país legaliza la cannabis, asociada con la ilegalidad en casi todo el planeta? Canadá lo hizo cinco meses atrás, y no pasó nada. Es decir, el país funciona, la gente va a trabajar, a estudiar, no aumentaron los accidentes de tránsito ni se saturaron las clínicas de rehabilitación, y allá cada quien si le interesa o no consumir esta popular yerba de origen asiático (y por ende, difícilmente planta sagrada
en el hemisferio americano, como no lo sea para las sectas new age, pues ahí sí cada quién). Está demostrado que no es adictiva a nivel molecular, como sí lo son las llamadas drogas
(cocaína, opiáceos y derivados sintéticos) y el trago mismo. El alcohol, además de adictivo es anestésico, pero tan legal como el agua, y en forma de cerveza, más importante que el agua, como se ha demostrado en Hermosillo y Mexicali.
Así es el deal: existen establecimientos limpísimos que expenden cannabis. Las colas son permanentes pero avanzan rápido y uno ingresa a una como farmacia hiperactiva donde existen tres mostradores, o sea tres filas, para los departamentos índica
, sativa
e híbrida
. En cada uno, las opciones son abundantes. Su estantería lo deja claro. Por intensidad: moderada, mediana y elevada. Presentación: flor seca, molida, en aceite, en churro, atomizador oral, píldoras. Aromas naturales: citrón, azucarado, queso, floral, boscoso, diésel, afrutado, terroso.
Un folleto indica que la índica es generalmente descrita como calmante y relajante, pudiendo causar somnolencia
; variedades: Nordie, Hindu Kush, Purple Chitral. La sativa, energizante y euforizante, podría dar la impresión de que estimula la actividad cerebral
; variedades: Dalahaze, Blue Dream, Maui Wowie. La híbrida ofrece una combinación de los efectos de índica y sativa
; hay Banana Split, Lemon Skunk, Sour Kush y Kali Mist.
Atienden jóvenes genios
, como los de las tiendas Mac, serviciales, cool e informados, aparentemente felices con su trabajo. Pueden informar sobre los efectos: duración, etapas, consejos para no regarla cuando uno se pachequea (mezclas con alcohol o medicamentos, embarazo). Que está prohibido fumar mientras se maneja y en los mismos lugares públicos o interiores donde no se fuma tabaco. Que se vende a mayores de 18 años, de a 30 gramos por visita, que es el máximo permitido en posesión. Y no más de 150 gramos por hogar, en el remoto caso que te cateara la policía montada o algo así.
Uno imagina: si esta literatura llegara a las escuelas mexicanas y los chavos pudieran conocer información clara antes de llenarse la cabeza de caca en el tema. Igual que con el sexo. En Canadá, como en Uruguay, el Estado controla el mercado canábico, y Canadá ahí la lleva, mejor que otros, con todo y sus broncas, escándalos de corrupción política y la culpa de ser un país de piratas internacionales en minería. Y con poderosos reclamos de los pueblos originarios, en uno de los movimientos nacionales indígenas de América más crecidos en los años recientes. Al menos ya no encarcelarán y ficharán por mota a los mohawks.
No todo canadiense consume cannabis, pero ya ninguno alza una ceja o llama al guardia cuando percibe el hornazo. En los meses anteriores a su legalización y apertura del mercado lícito, en la prensa, los medios electrónicos, el Parlamento, las universidades y la conversación cotidiana documentaron el mercado potencial, los productores, el impacto económico, los efectos clínicos, la historia, los contextos de la mariguana en el mundo, en la cultura, en la sensibilidad, las guerras que ha causado, las desgracias por cultivarla, transportarla o venderla. Y a una pregunta final de L’actualité, revista política de Quebec, los canadienses concluyeron: “estamos listos para la mota”.
El vuelo comercial que me condujo de México a Toronto venía ocupado en cerca de la mitad por trabajadores agrícolas, y quizá industriales, obviamente legales. Mi vecino de asiento era un apicultor de Peto, Yucatán, donde los apicultores mayas se cuentan entre los mejores del mundo. Se dirigía a laborar esta primavera en los apiarios de Alberta. Me lo imaginé caminando por las calles canadienses entre gente que fuma o consume mota, y pensando que allá en México por eso o poco menos te apañan, desaparecen, acribillan o te sacan una lana para desafanar, todo a causa de una legalidad
anacrónica y tramposa.