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Activista libra secuestro en CDMX

La libertad está en el corazón: Gonzalo Molina

Como promotor de la policía comunitaria en Guerrero sufre persecución // Continúa en la lucha por la justicia

 
Periódico La Jornada
Domingo 31 de marzo de 2019, p. 8

Alrededor de las 10 de la noche del pasado 26 de marzo, Gonzalo Molina González desapareció en la colonia Martín Carrera, en Ciudad de México. Abordó un taxi junto a su hija, hijo y yerno y no se supo nada más de él hasta el viernes 29, en que se anunció que se encontraba bien.

Gonzalo Molina es promotor de la Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias-Policía Comunitaria (CRAC-PC) en Guerrero. Estuvo preso durante cinco años, tres meses y 22 días acusado de terrorismo, privación de la libertad y robo. Salió libre el pasado 28 de febrero.

Su liberación fue vista como un desafío por parte del crimen organizado y los grupos de poder locales. Decidió emigrar de su estado natal por cuestiones de salud y seguridad y se trasladó a Ciudad de México a donde lo siguieron las amenazas en su contra. Varios sujetos trataron de secuestrarlo después de participar en un conversatorio en la Facultad de Filosofía y Letras, de la UNAM, el 25 de marzo. Los estudiantes lo impidieron.

Un día después, durante la marcha para demandar la presentación con vida de los 43 normalistas de Ayotzinapa, fue amenazado por Yazmín, La Norteña, presunta integrante del grupo delictivo Los Viagras.

Violencia contra pobres detona unión social

Pocos días antes de su desaparición/reaparición le pregunté, “Gonzalo, ¿por qué te detienen?, ¿qué es lo que les molestó a las autoridades de tu labor?

“Fue –respondió– cuando empezamos a organizar a nuestros pueblos y comunidades indígenas por la ola de violencia que había. Secuestraban, extorsionaban, violaban, pedían cuota a la gente más pobre. Eso dio pie a la Policía Comunitaria allá en Ayutla (Guerrero). Me dolió bastante ver a señoras de la tercera edad que se quejaban conmigo porque la delincuencia les pedía una cuota de lo poquito que ganaban.

“Por eso –añade– con otros compañeros decidimos incorporamos a la CRAC y conformamos la Casa de Justicia del Paraíso. Esa casa es la más grande. Abarcaba siete municipios. La gente se iba incorporando. Por eso me nombraron promotor y vocero.”

Gonzalo nació en Matialapa, Tixtla, en 1962. Fue el tercero de 10 hermanos. Su familia se dedicaba a la fabricación de ollas, cazuelas y comales. Creció en la cabecera municipal. La pobreza le impidió estudiar una carrera. Trabajó desde muy pequeño en labores de limpieza, jardinería y recolección de basura. Casado y con tres hijos, sacó adelante a su familia.

Sensible a la injusticia comenzó a promover desde muy joven la organización comunitaria para realizar proyectos sociales de autoempleo. Según el centro de derechos humanos Tlachinollan, Gonzalo convivió con distintas comunidades de la región, y vio de cerca la pobreza y carencias que había en ellas.

Su trabajo de promoción social se interrumpió por el incremento de la delincuencia y la corrupción y complicidad de los gobernantes. Se convirtió entonces en uno de los principales promotores de la lucha por la justicia y contra la inseguridad pública. Su hijo Cristian, de 18 años, y la novia de éste, Abilene Ibáñez, fueron secuestrados el 30 de junio de 2013. La movilización de los comunitarios logró rescatarlos sanos y salvos.

Gonzalo se comprometió activamente en la lucha contra la reforma energética y la militarización en la región. Su labor fue clave en las tareas de rescate y ayuda a las víctimas de los huracanes Ingrid y Manuel en septiembre de 2013. Fue arrestado el 6 de noviembre de ese año en un retén de la carretera Chilpancingo-Chilapa y trasladado al Cereso número 13, en Miahuatlán, Oaxaca.

Se incorporó a la lucha social en 1989, al calor de la lucha de la Normal Rural de Ayotzinapa.

Los estudiantes demandaban su derecho a la alimentación y la policía estatal disparó contra ellos.

Allí cayó muerto el joven Juan Manuel Huican Huican.

Desde entonces –dice– “no he dejado de luchar porque esa escuela permanezca. ¡Me dolió tanto ver la sangre de ese muchacho! No puede ser posible que un joven de esa edad pueda perder la vida.

“Desde ese momento siempre he estado con ellos. Y ellos me han aceptado. Para ellos yo soy su tío, así me dicen ‘tío’.

“Cuando se da lo de Manuel –añade– nosotros como policía comunitaria junto con los de la normal le entramos. Fueron 300 muchachos que el comité estudiantil puso a mi disposición para que yo coordinara el rescate. Nosotros metimos más de 150 policías. Hicimos una buena labor para rescatar a aquellas personas que estaban prácticamente damnificadas. Tuvimos que sacarlas, rescatamos algunas cosas, no hubo decesos precisamente por la rapidez con la que se actuó”

Gonzalo –se le preguntó–, los enemigos de ustedes dicen que son una fuerza anárquica, caótica, que están al servicio de la mafia, del narcotráfico o que son guerrilleros, ¿tú que responderías a estas acusaciones?

“Son falsas. Al ir organizando a nuestros pueblos contra esa delincuencia organizada pudimos detener el paso del narco.

“Por eso afectamos esos intereses. Cuando detenemos a varias personas que estaban extorsionando, que trabajaban como sicarios y secuestradores, los llevamos a la Casa de Justicia del Paraíso, donde iban a ser reducados. En sus declaraciones dijeron trabajar de común acuerdo con autoridades municipales, estatal y hasta federales. Por eso pasamos a afectar intereses, no solamente de los que estaban causando males directamente, sino de algunas autoridades, tanto municipales, que estaban ya trabajando con la delincuencia. Por eso el gobernador de ese entonces, Heladio Aguirre Rivero, envía al Ejército y a la Ministerial y toman por asalto la Casa de Justicia del Paraíso, liberan a 92 personas que estaban siendo reducadas y detienen a más de 50 compañeros policías comunitarios, coordinadores y consejeros.

Afectan intereses de personajes públicos

Gonzalo, te metieron a la cárcel para doblegarte, ¿cómo le hiciste para mantener viva la llama de la inconformidad y del compromiso?

“Primero –responde– es el amor. El amor hacia nuestro pueblo. La conciencia que nos dicta, que nos dice. Porque encontramos la raíz de toda esta situación y tenemos que resolverlo de esa manera. El bien común está por delante.

“Tengo familia que también peligra. Pero, aún así, hay algo más grande: un amor inmenso, un amor infinito hacia los demás. Soñamos con una sociedad diferente, una sociedad donde haya armonía, donde haya paz.

“Y si queremos construirla, tenemos que pagar un sacrificio. Ese sacrificio muchas veces es eso, el que te quieran doblegar. Pero la libertad no está encerrada en la cárcel. La libertad está aquí (señala el corazón), está aquí en la mente.

Tenemos que quitarnos esas cadenas que nos han colocado. Tenemos que quitárnosla y que fluya esta energía que está dentro del corazón. Con ese amor, para dárselo a nuestro pueblo. De esa manera me he mantenido, explica el activista de Guerrero.