Viernes 29 de marzo de 2019, p. 6
Este sábado 30 de marzo se celebra el 80 aniversario de la primera aparición en historieta de Batman, el Hombre Murciélago, el Señor de la Noche creado por el dibujante Bob Kane y el guionista Bill Finger.
El Caballero Nocturno ha sido protagonista de cómics, películas, así como de series de televisión, videojuegos y aplicaciones electrónicas, haciendo justicia y emocionando con sus aventuras a públicos de todas las edades.
Kane creó a Batman en 1939 a petición de los editores de la revista Detective Comics (Historietas de detectives, que dio nombre a la editorial estadunidense DC, propiedad del conglomerado de comunicaciones Warner), para hacer competencia a Supermán, presentado un año antes por Jerry Siegel y Joe Shuster en el número uno de la serie Action Comics. Supermán fue el primer superhéroe con todas las características de su género, incluyendo una personalidad secreta, un colorido traje con capa, habilidades y poderes superiores al de un humano normal.
Los primeros bocetos de Kane eran muy diferentes a la versión del Hombre Murciélago que hoy conocemos. Su traje era rojo, no llevaba su capucha completa sino un antifaz y en lugar de capa tenía alas fijas. A sugerencia de Finger, el color de su uniforme cambió a gris y azul, y recibió la máscara y el manto que lo caracterizan.
Batman se presentó en el número 27 de Detective Comics y actuó solo en sus historietas durante un año, hasta que surgió su compañero y ayudante Robin en 1940. Ese mismo año se le otorgó una segunda revista titulada Batman, en la que apareció El Guasón –creado por el dibujante Jerry Robinson–, su más grande enemigo y uno de los villanos más importantes de todos los géneros en todos los tiempos, un sicópata de un calibre sólo igualado por el mismo Señor de la Noche.
Y es que Batman está loco al igual que sus villanos más importantes, como El Acertijo, Dos Caras, El Espantapájaros y Hierra Venenosa, entre muchos otros.
Batman quedó obsesionado por hacer justicia desde niño, cuando sus padres murieron ante sus ojos a manos de un ratero. Con el apoyo de su mayordomo –más bien su segundo padre– Alfred Pennyworth y la trabajadora social Leslie Thompkins, creció para ser una persona funcional. Pero loca a fin de cuentas.
El rostro cotidiano de Batman es el millonario Bruce Wayne –nombre castellanizado como Bruno Díaz en las historietas que publicó en México la editorial Novaro–, haciéndose pasar por un playboy desmadroso. Pero eso no es más que un disfraz. Su personalidad real es la del Caballero Nocturno que sale por las noches a merodear las calles de Ciudad Gótica en busca de entuertos qué desfacer.
De los cómics a otros medios
Batman, un atleta de clase olímpica, detective analítico y frío que le da las tres y la buena a Sherlock Holmes, con vastos recursos económicos y tecnología de punta a su disposición, pronto pasó de las historietas al cine. En 1943 apareció en las salas cinematográficas la serie de 15 cortos Batman, y en 1949 otra más, Batman y Robin.
Mientras tanto, en los cómics siguió acumulando adversarios, una larga lista que incluyó a Gatúbela, el polimorfo Fango, Señor Frío, El Pingüino y El Sombrero Loco.
En la década de 1950 un movimiento buscó eliminar a las historietas, encabezado por el sicólogo Fredrick Wertham, autor de libro La seducción del inocente, bajo la premisa de que los cómics propiciaban la disolución social. Wertham fue el primero en proponer que Batman y Robin formaban una pareja gay. Entonces Batman dejó de combatir a las amenazas criminales cotidianas, y comenzó a luchar con extraterrestres y seres mágicos.
Llegaron los años 60 y Batman llegó a las pantallas de televisión con una estrambótica serie en enero de 1966. Ahí su popularidad creció como no la tuvo hasta entonces ningún personaje de las historietas estadunidenses, pero al costo de olvidar sus orígenes nocturnos; el Encapotado era el amigo de todos los niños, incapaz de hacer daño a sus enemigos más allá de darles sus manazos.
En los cómics también se reflejó esta actitud infantilizante, hasta que el guionista Dennis O’Neill y el dibujante Neal Adams le devolvieron su actitud justiciera y sombría a principios de la década de 1970. Pero el daño estaba hecho. Batman era para el gran público cosa de risa, no la imagen de la justicia a cualquier precio.
El escritor y dibujante Frank Miller realizó en 1986 la serie de historietas The Dark Knight Returns (El regreso del Caballero Nocturno), relato en el que un Batman anciano lucha por componer el tejido social en una Ciudad Gótica posmoderna. En 1987, Miller hizo Batman: año uno, que presenta los primeros 12 meses de operaciones del Hombre Murciélago, sus tropiezos hasta hallar su uniforme y modus operandi definitivos, la canalización de su locura hacia la búsqueda del bien común.
En 1989 se presentó la película Batman, de Tim Burton, y por fin se vio en la pantalla a un Señor de la Noche traumatizado, obsesivo, uno que es más real para sí mismo bajo la máscara que disfrazado como petimetre de alta sociedad.
El Batman despiadado y oscuro ha permanecido desde entonces en filmes y series de dibujos animados y con actores como un vengador nocturno, un detective que busca mantener el orden al abrigo de la oscuridad.
Batman llega al siglo XXI como uno de los pilares de los medios de comunicación, protagonista de exitosos videojuegos y apps para teléfonos inteligentes, como el arquetipo del justiciero que arriesga la vida por el bienestar de la mayoría.
Larga vida al Caballero Nocturno.