n la selva seca del Pacífico mexicano hay una enredadera a la que llaman –al menos en Oaxaca– pegajosa
. Se adhiere a la ropa o al cuerpo de manera inevitable, y cuesta mucho trabajo quitarla. Para no usar la figura de berenjenal
, digo que López Obrador y Manuel Bartlett, con su postura frente a la termoeléctrica y el gasoducto, se han metido metafóricamente en este follaje. Innecesariamente, en mi opinión, y sin conocer yo algunos aspectos oscuros que por ahí deben andar. Bartlett, en su artículo publicado en El Universal el reciente 7 de marzo, escribe: Los opositores a la planta son grupos organizados que, en general, argumentan posible desabasto o contaminación del agua, riesgos de desastres cuasi bíblicos por la cercanía con el Popocatépetl, argumentos fantasiosos que no se verifican en la realidad, no hay evidencia de esos desastres en alguna de las múltiples termoeléctricas similares
.
Entonces, yo hago una representación imaginaria de mis compañeros del Instituto de Geofísica de la UNAM, los que han estudiado a este y otros muchos volcanes durante décadas: Servando de la Cruz se me aparece como Juan, viejo, en la isla de Patmos, dibujando a los jinetes del apocalipsis; Ana Lilian Martín, como la juez Deborah, llamando al juicio de los pueblos; Claus Siebe, como Ezequiel, anticipando la destrucción de Jerusalén; y Lucía Capra, como el mismísimo Moisés, abriendo el mar Rojo en equivalencia de las fracturas producidas en el Popo por el sismo del 19 de septiembre de 2017.
¿El gobierno pensaba, el 18 de septiembre de 1985, que al día siguiente se colapsarían las ciudades de México, Ciudad Guzmán y otras, merced a las placas tectónicas que sacudieron toda la política nacional? ¿En qué reflexión estaba el hoy director de la CFE el 20 de diciembre de 1994, un día antes de que destapara sus conductos el Popocatépetl? ¿Creyó que el volcán Chichonal mataría a casi 5 mil personas en marzo de 1982, mientras él se preparaba para ocupar la Secretaría de Gobernación con Miguel de la Madrid? No hay nada de místico en advertir que el Popocatépetl representa un peligro para miles, para millones de personas. Lo fantasioso es negar las evidencias geológicas, los testimonios y datos existentes, en aras de una visión de corto plazo para resolver de manera pragmática un problema inmediato. El país entero está lleno de lugares de riesgo a desastre construidos precisamente por la aplicación del criterio de hacer prevalecer lo urgente sobre lo importante. Debo hacer la pregunta de si el titular de la CFE tiene una mínima noción de la cantidad de accidentes que se han producido en plantas generadoras de energía.
López Obrador se ha trenzado en un clinch con el neozapatismo, como si éste fuera el único responsable de la oposición al Proyecto Integral Morelos. El CNI, el EZLN y sus adherentes están felices llenando un expediente construido hace más de 12 años con el cual procuran demostrar que AMLO es peor que cualquier otro. El asesinato de Samir Flores y las conductas gubernamentales, especialmente la de Hugo Érick Flores –ese umbrío personaje defensor de paramilitares en Chiapas y quien medra, ese sí, con las creencias metafísicas, pero con voz autorizada
para el gobierno– han prendido fuego a una pradera, combustible desde hace tiempo por la manera en que se impuso el proyecto.
¿Por qué no busca el gobierno de la Cuarta Transformación las salidas adecuadas para este conflicto, cuando les han sido propuestas? Se montó en una supuesta legitimidad mediante una consulta que yo califiqué de patraña; la manipulación gubernamental fue escandalosa, incluyendo prácticas de acarreo y alteración de los resultados. Es una vergüenza para la esperanza que representó y aún representa el advenimiento de este gobierno. Me pregunto si es acaso que, en los contratos que los gobiernos anteriores firmaron con las compañías dueñas de los gasoductos, se establece que deben permitirse los ramales de distribución de gas, anteriores a la termoeléctrica, y que esta administración no piensa contravenir esos términos; me pregunto si también está impedido el gobierno de AMLO para revisar las condiciones del ducto, que sospecho son misteriosas para ellos también. No digan que generarán la electricidad de manera nacionalista cuando el gas es texano, el ducto es español y las condiciones en que operan, oprobiosas.
Aceptemos, sin conceder del todo, que se pueda resolver satisfactoriamente el tema del uso y disponibilidad del agua en la termoeléctrica. Pero siguen sin admitir la amenaza que representa permitir el desarrollo industrial, comercial y de vivienda que los ramales implican, y colocar con ello a decenas de miles de personas frente al peligro eruptivo del Popocatépetl, que no tiene nada de fantasioso. Sería bueno que no ocultaran de qué se trata esta deliberada omisión y hasta descalificación del problema de la amenaza eruptiva. No sea que les pase lo que a los extractores de azufre del cráter en 1919, quienes, cuando ya estaban a punto de crear un modernísimo sistema de extracción y traslado del mineral, sufrieron –o propiciaron, según estiman algunos– la erupción de aquel año, echando por tierra para siempre el vistoso proyecto.
En la descalificación que hace Bartlett de quienes advertimos del peligro eruptivo del Popo, me imagino a mí mismo con una bomba de flit, rociándoselo a la plaga de langostas que aquel dios envió a los egipcios por meterse con su elegido pueblo, mientras Bartlett y Andrés Manuel tratan, infructuosamente, de despegarse la pegajosa.