archas de todo signo dejan pintas en fachadas de edificios históricos. Así buscan hacer visible el objetivo que los lleva para salir a las calles y protestar. Las protestas ciudadanas que se organizan para exigir reivindicaciones, denunciar abusos de autoridades y empresarios, visibilizar carencias de servicios, respeto a derechos de minorías y por otras motivaciones evidencian vitalidad social y ejercicio del derecho a manifestarse. Todo ello está bien, pero ¿justifican pintarrajear frases en edificios históricos?
En distintas ocasiones y con diferentes consignas ha sido pintarrajeada la Columna de la Independencia. Quitar esas marcas no es fácil, requiere la participación de especialistas en jornadas de cuidadosa labor para no dañar más el monumento. Lo mismo sucede con edificios del Centro Histórico que son grafiteados hasta para dejar mensajes de amor o delimitar territorialmente el dominio de alguna pandilla.
Considero que los organizadores de las marchas y mítines deberían hacer llamados para que nadie en los contingentes sorraje brochazos o pintura comprimida en latas de aerosol en construcciones y monumentos históricos. Por la razón de que son patrimonio histórico, improntas de la construcción social y política de la nación mexicana, vestigios de épocas que sedimentaron quiénes somos para bien y para mal. Muestra de esto último es, por citar un ejemplo, el ex Palacio de la Inquisición que se yergue majestuoso en la Plaza de Santo Domingo. El edificio es un recordatorio de la intolerancia, de la falta de libertad de pensamiento, del fanatismo imposicionista que justificaba su actuar en el nombre de Dios. Preservar el ex palacio es, además de lección arquitectónica, un ejercicio pedagógico sobre tiempos tenebrosos que nunca deben volver.
A finales de febrero de 2015, al amparo de una causa noble y dolorosa, fue grafiteada la Columna del Ángel de la Independencia, entonces comenté que la acción debería mover a reflexionar sobre la relación de la ciudadanía con la historia del país. El tema no es asunto menor ni debe considerarse un distractor el convocar a que sopesemos el significado histórico y cultural de sitios que conllevan hitos identitarios de la nación.
Mientras el contingente avanzaba unos pocos salieron del mismo para pintarrajear la base de la columna. Probablemente evaluaron que le estaban haciendo algún favor a la lid porque se esclareciera plenamente la barbarie cometida contra los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa. Las pintas las perpetraron aprovechando el paso de los demandantes que se manifestaron en solidaridad con los padres y familiares de los estudiantes desaparecidos. Los autores de los brochazos sacaron ventaja de la multitud que caminaba con el rostro descubierto, en tanto ellos estaban embozados y usando como parapeto a quienes no se enmascararon.
El Paseo de la Reforma está lleno de marcas históricas, las cuales dan cuenta de luchas nacionales que nos han dejado una herencia libertaria. Para que podamos aquilatar la densidad histórica de la vía por donde transitan tantas de las marchas que tienen lugar en la Ciudad de México, son útiles y aleccionadoras dos obras al respecto: de Carlos Monsiváis, Las herencias ocultas de la Reforma liberal del siglo XIX, editorial Debate, 2006; y de Carlos Martínez Assad, La patria en el Paseo de la Reforma, UNAM-FCE, 2005.
Grafitear con frases radicaloides los monumentos del Paseo de la Reforma, al igual que edificios históricos situados en esa arteria y otras avenidas y calles de la ciudad, nada le suma a movilizaciones como las que casi a diario transitan por tales lugares. Tal vez la lógica de los grafiteadores de sitios históricos los lleve a concluir que al atentar contra éstos también lo hacen contra el gobierno. Están equivocados, porque dichos sitios no son propiedades gubernamentales, son del pueblo mexicano.
Ante las acciones de los agresores hay gente que se moviliza para remediar los atentados al patrimonio cultural y arquitectónico. Es el caso del grupo voluntario Los Ángeles de la Belleza, en Florencia, Italia. Frecuentemente parejas de turistas quieren dejar su declaración de amor en el Ponte Vecchio, lo que hacen con grafitis. Los Ángeles de la Belleza son voluntarios de todas las edades que quieren contribuir a devolver el esplendor a los monumentos de Florencia gracias a una tecnología láser de última generación
, comenta Paolo Salvadeo, director del grupo. Ellos han “limpiado varios sitios en al menos 28 lugares del patrimonio mundial de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura […] El láser limpia tanto frescos como estatuas o bronce”. ¿Cuándo vienen a México?
La mayoría de manifestantes respetan el patrimonio histórico. Unos cuantos son los que perpetran las agresiones y dejan huellas que erróneamente creen harán avanzar sus causas.