uando Naciones Unidas proclamó su Carta constitutiva en 1945, ésta incluyó un privilegio especial para cinco Estados miembros: el poder de veto en su Consejo de Seguridad. ¿Por qué estos cinco Estados? Había una razón diferente para cada uno de los cinco. No importa. Los Cinco Grandes –Estados Unidos, Reino Unido, Francia, la Unión Soviética (ahora Rusia) y China– siguen contando con este privilegio hasta nuestros días, y es muy improbable que lo pierdan en el futuro previsible.
Pero algunas cuestiones han cambiado fundamentalmente desde 1945. Entonces Estados Unidos era, incuestionablemente, el más fuerte de los cinco, y en gran medida dominaba la toma de decisiones políticas en el mundo. Esto ya no es cierto. Estados Unidos ha estado en un declive geopolítico continuo desde al menos 1970. China, tan relativamente débil en 1945, ha tenido un ascenso significativo. En particular los líderes de Estados Unidos (y tanto el del Reino Unido como el de Francia) han estado personalmente obligados a batallar por mantenerse en el poder, mientras que los líderes de China y Rusia parecen preocuparse menos por el control de la toma de decisiones políticas internas.
Este viraje en la estabilidad interna tiene una consecuencia importante. Justo porque los líderes de los tres países occidentales están bajo tanta presión, concentran sus energías en una ardua labor por revertir su debilidad. Comienzan un juego en gran medida fútil de giros impredecibles en sus políticas. Y esto conduce a que casi todos los líderes y analistas políticos se pregunten: ¿qué van a hacer ahora?
Los ojos del mundo están especialmente enfocados en Donald Trump –una persona sin principios, en extremo volátil, y en lo personal ruin e indiferente al sufrimiento que causa. ¿Qué va a hacer ahora? Nadie lo sabe de cierto. La única cosa de la que podemos estar seguros es de que no claudicará ni admitirá que se haya equivocado en algún punto. Esto lo hace al mismo tiempo muy débil y muy peligroso. Es tan arrogante que considera que sus derrotas son victorias porque lo mantienen a la cabeza del espacio mediático.
Traducción: Ramón Vera-Herrera
© Immanuel Wallerstein