esenta y nueve cadáveres fueron encontrados desde del 3 de febrero en fosas clandestinas de los municipios de Tecomán y Armería, Colima; ocho corresponden a mujeres y 61 a hombres adultos, según la Fiscalía General del Estado. Proseguirán los próximos meses los trabajos de recuperación e identificación de los cuerpos (Juan Carlos Flores, La Jornada, 20/2/19).
Aunado a este macabro hallazgo, no queda más que negar –negación en el sentido sicológico freudiano– lo sucedido y proseguir con nuevas muertes, ayer tocó a Morelos, Monterrey, Sonora, la Ciudad de México, Tamaulipas, Jalisco y Michoacán. La muerte danza macabra por la República. Como expresión de la miseria de millones.
Las múltiples identidades culturales e históricas han dificultado aún más la integración social. Muy débil hasta el momento, ante lo que cabe pregunta de difícil respuesta: ¿Las soluciones económicas –al fin parte de la conducta– permitirán la integración de una región heterogénea, con más de la tercera parte de su población en condiciones de pobreza extrema, que sobrellevan sobre sus espaldas la carga, el peso de la República?
Agregado al abandono de uno o ambos padres ha sido determinante de una ‘‘manera de ser’’ –una cultura de la pobreza y la violencia– marcada por inestabilidad, inseguridad, tendencia irreversible a perderlo todo. Secuelas de neurosis traumáticas interminables como forma de elaboración, consecuencia de lo anterior es la incapacidad para integrarse. ¿Cuál será la medicina social sicoterapéutica, preventiva y/o actual, para resolverla?
Lo marginal mexicano, ¿y mundial? es y ha sido provocar en lo sensorial una desproporción por exceso de estímulos que provienen de afuera y constituyen las carencias de dentro. La percepción es modificada en función de esta desproporción, alterándose la realidad y el juicio crítico, acompañados de gran desvalidez y depresión generalizada de la motivación. La actuación permanente sin reflexión, la inconsistencia, la falta de planeación y demora para la acción; la incapacidad para agruparse y mantener rutinas y socializar que lleva aque otros jueguen con su vocación y deseos, burlándosede ellos y de sus más firmesresoluciones.
La violencia colonial no sólo se propone mantener una actitud ‘‘respetuosa” de los hombres sometidos, sino que trata de deshumanizarlos al liquidar sus tradiciones, organización familiar, lengua; destruyendo su cultura y embruteciéndolos de cansancio, abandonándolos, y si se resisten aún, las armas los acabarán de aniquilar.
Por un lado está el ajetreo de la miseria y las dificultades económicas, enfermedades y falta de integración familiar, que se pasea en banquetas y cantinas.
Por el otro, la magia, el enamoramiento cotidiano y la religión, que con distintas formas de esperanza permiten llevar la otra con resignación y silencio, pero también desde la contemplación pasiva. ¿Así ha sido y, será?